Iluminación

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Talok, con sumo cuidado, guardaba la distancia con Gyakko.

- No vas a moverte, ¿verdad?
Preguntó el troll, conociendo ya la respuesta a su pregunta.

Gyakko ladeó la cabeza noventa grados rápidamente haciendo que sus huesos crujieran.

- Lo suponía.
Talok avanzó dando un pequeño salto y aplastó a un manáfago con un golpe de su pesado garrote.

El troll, mientras miraba a Gyakko, empezó a devorar al manáfago rápidamente, sin apenas masticar.
El cuerpo de Talok ya tenía algunas escamas, resultado de su comilona de la noche anterior, pero con ese pequeño tentempié pudo satisfacer su apetito.

Gyakko lo observaba detenidamente. Inmóvil.

- Vas a dejar que me prepare, eso está genial.
Dijo Talok, acabándose su aperitivo.

El troll miraba a su alrededor, viendo las otras decenas de demonios ignorándolo y saliendo a cazar a sus compañeros.

- Tengo que atravesar esa barrera...
Pensaba Talok en voz alta.

Gyakko parecía no hacer nada, de nuevo inmóvil, impasible... Pero la realidad era otra.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco tajos...
Gyakko había avanzado un metro hacia delante, en la dirección de Talok, y le había conseguido asestar cinco tajos sin siquiera mover los brazos.

- La pieza final...
Dijo Talok, retirándose a tiempo, mientras regeneraba los profundos cortes de su pecho.

Gyakko de nuevo estaba inmóvil. Esperando...

- Te puedes transportar de alguna forma, debe tener que ver con la barrera de ataques que te protege.
Dijo el troll, convencido.

Gyakko giró la cabeza un poco, dejando escapar el sonido de un par de crujidos de las vértebras de su cuello.

- ¿No lo entiendes todavía?
Dijo el demonio, mostrando sus enormes dientes que parecían cada vez más amenazadores.

Mientras tanto, Dwalla, Midari y Rábil enfrentaban a los demonios menores, sin posibilidad de ayudar a sus compañeros debido al número de sus rivales.

Lirk y Kryp se batían en un duelo en el cual cada segundo el nivel aumentaba; cráteres de los puñetazos de Lirk, rocas destrozadas, hierba y tierra calcinadas por el fuego del demonio...
Eran incontables las marcas que el combate estaba dejando en el terreno.

Durante un forcejeo tras esquivar unos cuantos golpes, Lirk le arrebató el bastón a Kryp de un puñetazo.

- Kryp, tu historia acaba aquí.
Dijo Lirk, agarrando el bastón del monje y lanzándolo por los aires.

Lirk agarró una roca y se la lanzó al monje, pero Kryp, de un salto, puso un pie en la roca y efectuó un segundo salto, quedando muy arriba en el aire.
La roca que lanzó Lirk acabó estrellándose cerca del bastón, haciendo que fuera difícil verlo o acceder a él.

- ¡Contempla mi poder en su máximo esplendor!
Lirk saltó y usando sus poderosas garras y piernas atacó a Kryp con todo lo que tenía.

El monje pudo esquivar los ataques aunque con gran dificultad, el demonio estaba empezando a superarlo. Kryp dio una patada, esta vez en uno de los dedos de Lirk para impulsarse hacia abajo y agarrar el bastón, pero Lirk le cerró el paso desde el aire con una gran bocanada de fuego.

- No hay escapatoria. Sin bastón, sin trucos, no puedes hacer nada.
Dijo Lirk, ya en el suelo, corriendo hacia Kryp.

- ¡No cantes victoria tan rápido!

La pelea continuó en tierra. Las andanadas de golpes no cesaban y Kryp estaba aparentemente indefenso.

- Pareces muy cansado, monje.
Dijo Lirk, relamiéndose en lo que ya creía que era el final del combate, con un resultado favorable para él.

- Ya estoy algo viejo para esto...

Lirk cogió a Kryp con las manos, el monje separaba las manos del demonio con todas sus fuerzas para evitar ser brutalmente aplastado por aquellas dos enormes garras.

- Cederás dentro de poco... Puedo escuchar como crujen tus viejos huesos, ursoc.
Sentenció Lirk mientras usaba todo el peso de su cuerpo para que sus manos vencieran la resistencia del monje.

- Antes de vencerme, tienes que saber algo importante...
Dijo Kryp, a duras penas sujetando ya las extremidades de su rival.

- ¡SIN TRUCOS!
Lirk aumentó tanto la fuerza de sus manos que la tierra empezó a quebrarse a su alrededor y sus manos, así como las de Kryp, empezaron a crujir al llevarlas al límite.

- Mil cuatrocientos treinta y siete golpes...
Dijo Kryp, sonriente.

- ¿¡QUÉ!?
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lirk.

- Es el dato que necesitas saber. Creo que sabes lo que viene ahora.
El bastón de Kryp apareció a su derecha, el monje se liberó encogiendo sus brazos y luego estirándolos al máximo, ocasionando que los fuertes brazos de su rival se abrieran, dejando una brecha enorme en su guardia.

- ¡NO!
Rápidamente Lirk juntó los brazos para aplastar a Kryp como si fuera un insecto, pero...

- Este es mi contraataque final.
Kryp agarró el bastón y se abrió de piernas, deteniendo en seco el ataque de su rival. Con un rápido movimiento de pies salió por la parte de abajo de las manos de Lirk y le propinó un golpe que apenas sonó justo en el pecho.

Lirk bajó sus manos. Luego se quedó quieto. Su cuerpo temblaba, su mano derecha, casi por instinto, fue al lugar donde había recibido el golpe, justo en el centro del pecho.

- Kryp...

El monje observaba desde el suelo, quieto, en posición de combate, mientras poco a poco el brillo dorado que había adquirido se apagaba, así como la luz de sus ojos.

El cuerpo de Lirk empezó a cambiar de color, se tornó morado y finalmente cayó al suelo, muerto.

- Un golpe certero, con la concentración necesaria, es capaz de partir una montaña. En mi caso, decidí atacar a un punto débil difícil de regenerar: el preciso lugar donde tu tráquea se bifurca en los bronquios. Has muerto ahogado en tu propia sangre.
Tras esa última sentencia, Kryp juntó sus manos y se arrodilló un instante, reconociendo la valía y fuerza de su rival.

A la vez que todo esto sucedía, la mayoría de demonios menores estaban todos muertos y Rábil, Dwalla y Midari tenían prácticamente garantizada su victoria.

Por su parte, el rey de los trolls, Talok, vivía un combate totalmente diferente al de sus compañeros. Una experiencia que no todos podrían soportar, algo tan diferente y a la vez tan similar al increíble combate entre Kryp y Lirk que casi podría decirse que el monje y el troll se sometieron al mismo destino.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora