Retorno

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Midari estuvo caminando por tres días y tres noches completos, hasta que, al amanecer del cuarto día...

- Perdona joven, ¿adónde te diriges?

Midari no respondió. Estaba exhausta, probablemente ni siquiera escuchó al jinete que le hablaba.

- ¿Te sucede algo?

El jinete le echó un rápido vistazo a Midari; su ropa estaba arañada y desgastada, su mirada estaba perdida en el horizonte y portaba un conjunto de objetos muy inusuales, un bastón, un arco y un carcaj con tres flechas.

El jinete reconoció el bastón.

- Ese bastón le pertenece al monje Kryp, ¿sabes algo de él?

Las rodillas de Midari fallaron y cayó, pero justo antes de darse contra el suelo, el jinete se teletransportó a los pies de la muchacha para evitar su caída.

El jinete le quitó la capucha para examinarla. Vio en ella un rostro familiar.

- ¿Midari?

...

- ¡Rápido, mi reina, le he dado algunas pociones pero ni siquiera abre la boca!

- ¡Voy!

...

Midari intentó abrir los ojos pero los párpados no le respondían.

- ¿Mmm?
Midari se frotó los ojos y miró a su alrededor.

Se encontraba en el palacio de Vilendar.

- ¡Midari!
Dijo una voz familiar. La voz sonaba suave, muy suave.

- ¡Señorita!
Dijo otra voz igualmente familiar.

Ambas voces sonaban muy alteradas pero al mismo tiempo Midari podía notar que aquellas personas eran buenos amigos.

Midari abrió totalmente los ojos.

Ante ella estaban Allea, la reina de Vilendar y Nicodemus, su mayordomo y consejero.

- ¡Midari!
Dijo Allea metiéndole un pedazo de carne en la boca.

- ¡Hmmmpff!
Midari no podía hablar con tanta carne en la boca.

- ¡Traga Midari, tienes que comer!
La animó Allea pinchando otro pedazo de carne con el tenedor mientras Nicodemus sostenía una bandeja llena de carne.

- ¡Hmm pfmpfff!

- ¡Traga!

Midari tragó.

- ¿Dó

Un segundo pedazo de carne silenció a Midari.

- ¡No hables, come y luego nos cuentas!
Dijo Allea.

Un enorme plato de carne más tarde...

- Gracias, estaba todo muy rico.
Dijo Midari, tocándose la barriga, algo hinchada tras haber comido tanto.

- Ya puedes contarnos lo que quieras. Empieza por...

El sonido de un ronquido hizo que Allea detuviera sus preguntas.

Midari se había dormido.

- Dejémosla dormir, debe estar cansada.
Aconsejó Nicodemus.

- Sí, será lo mejor.

Nico llevó a Midari a una habitación y la dejó cuidadosamente en la cama para que descansara.

- Me quedaré con ella hasta que despierte.
Dijo Allea acomodándose en una silla.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora