Ira eterna

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- Midari...
Tarso usó su poder protector de paladín para mitigar el daño que sufría Midari, haciendo que dejase de sangrar.

- Kryp, Rábil, Dwalla, lanzaos sin importar las consecuencias, yo cubriré todo el daño.

- ¿Estás seguro?
Dijo Kryp.

- Puedo con ello.
Dijo Tarso, mientras le partía la mandíbula a un demonio con un fuerte gancho.

Kryp, en ese momento, dejó de esquivar.
Los ataques rebotaban contra una barrera dorada alrededor del monje.
Dos segundos le bastaron al anciano ursoc para acabar con sus veinte rivales.

- Podría acostumbrarme a no esquivar, pero entonces ya no sería Kryp.
El monje sonrió.

El resto del grupo hizo lo mismo.
Los demonios caían.
Donde antes parecía que los demonios llevaban las de ganar, ahora era todo lo contrario.

- Tomad esto, malditos.
Dwalla podía concentrarse en sus habilidades para controlar la tierra.

Talok había sanado sus tendones ingiriendo algunos cadáveres y ahora podía desplazarse un poco.

- No te preocupes por defender tus pies, amigo. Mi barrera te protegerá.
Dijo el paladín.

Talok vio complacido como los demonios de nuevo trataban de pararlo pero sin resultados, ya que la barrera protegía al troll de sufrir cualquier daño.

El grupo tenía todas las de ganar pese a la gran diferencia en los números de ambos bandos.

- Es lo que cabía esperar. ¿Pero por cuánto tiempo podrá resistir el valiente paladín?
La voz sonaba más y más convencida de su victoria cada vez.

- ¡Únete a la refriega bastardo!
Dijo Rábil, perdiendo los estribos mientras seccionaba cabezas y extremidades con rápidos giros de muñeca.

Las dagas del hombre lagarto estaban casi romas de tanto atravesar piel, músculo y huesos.

Pasaron tres minutos. Ya no quedaban demonios alrededor del grupo. Todos los que aún seguían vivos se hayaban detrás de aquel demonio que con tanta bravuconería hablaba entre las filas.

- Ya no podéis seguir luchando.
Señaló el demonio, mientras cruzaba los brazos.

- Hasta que no dejemos de respirar no nos detendremos.
Dijo Midari.

El grupo estaba exhausto; todos respiraban aceleradamente.

El demonio señaló a Tarso. El humano estaba sudando e hiperventilando.

- ¡Tarso!
Dijo Talok, aproximándose a su compañero.

- Paladín, debes descansar, te has excedido.
Dijo Kryp.

- Prometedme que los mataréis.
Dijo Tarso.

- Eso puedes darlo por hecho.
Dijo Midari, cargando tres flechas en su arco.

Tarso retiró su habilidad.

- Antes de volver a empezar a luchar, Midari
Dijo el demonio acercándose a ella.

- ¿Quieres saber cuál es tu punto débil?

- ¿¡Cómo!?

- Por supuesto una humana tan orgullosa como tú no querría escuchar algo así, pero lo diré de todas formas.

Midari le disparó las tres flechas al demonio.

El demonio giró sobre sí mismo y partió las tres flechas con la cola.

- Disparas las flechas a la perfección, sobre puntos vitales, como el corazón o el cerebro, pero eso hace tus ataques perceptibles. Y eso sin tener en cuenta lo propensa que eres a enfadarte.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora