La última oleada

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Antes de que Midari se durmiera de nuevo por completo, Talok le dejó las dos flechas de plata totalmente limpias a su lado.

Midari abrió los ojos, las vio y se terminó de dormir.
Talok continuó haciendo guardia esa noche.

La luz del nuevo día ayudó al grupo a despertarse, ya que habían estado durmiendo toda la noche, tratando de recuperar al máximo las fuerzas perdidas el día anterior.

Todos excepto Talok habían descansado aunque fuera un poco.

- ¿Habéis pasado una buena noche?
Preguntó el troll, deseoso de escuchar la respuesta.

- Todo lo bien que se puede descansar aquí, sí.
Respondió Dwalla.

Kryp asintió, incorporándose.

- He dormido en peores sitios.
Dijo Rábil, sacudiendo su cola.

- Anoche nos atacaron, pero no fue un gran problema. Entre Talok y yo pudimos acabar rápidamente con el problema.
Dijo Midari.

- ¡Era una sorpresa!
Dijo el troll, molesto.

- Bien hecho Talok, es lo que se espera de un buen guardia nocturno.
Dijo Kryp, dándole un par de palmadas a la pierna de Talok.

- Qué buena suerte que estuvierais de guardia porque yo no podía ni abrir los ojos.
Dijo Rábil, desperezándose.

- Yo noté perturbaciones en el aire. Me alegra saber que todo estaba bajo control. Demonios voladores, supongo.
Dijo Dwalla.

- ¿Te molestaron mucho?
Dijo Midari, acercándose a su compañera.

- No, no te preocupes. Acabasteis rápido y pude descansar.

- Es un alivio. No sabemos qué nos espera a partir de ahora. Vamos a tener que estar lo más descansados posible.
Dijo Midari, mirando uno a uno a sus compañeros.

- Talok, la próxima noche puedes descansar, te lo has ganado.
Dijo Kryp.

- Je, je, vale.

Rábil observó una de las montañas de cadáveres apilada por Talok.

- Ha sido un detalle que apartases todo esto de aquí. Gracias Talok.

- No hay de qué, para eso estamos.
El troll sonrió.

- Deberíamos caminar un poco más. No debe quedar mucho hasta llegar a los acantilados. Al los demonios no les queda espacio donde retroceder.
Dijo Midari, tomando la iniciativa y empezando a andar.

- Vamos.
Dwalla la siguió.

El resto continuó los pasos de Midari.

Talok no pudo evitar girarse una última vez a ver el lugar en el que Tarso yacía. Su compañero. Su amigo.

En aquel punto, los sentimientos del grupo estaban a flor de piel. El odio hacia los demonios, el cariño que se profesaban unos a otros de forma más o menos sutil había creado estrechos vínculos. Saber que aquellos vínculos podían ser cortados por aquellos despreciables seres les hacían querer acabar con ellos con más y más ganas.

Los demonios podían quitarles a más de sus amigos si las cosas salían mal. Nadie quería siquiera pensar en eso.

Pasó una media hora hasta que el grupo encontró algo inusual. Cadáveres. Cadáveres de varias razas: minotauros, humanos, centauros, e incluso un demonio...
Al mirar de cerca aquellos cadáveres, el grupo comprobó que de hecho, por lo menos una cuarta parte de los cadáveres era de demonios.

- ¿Otro grupo?
Dijo el troll, pensando en voz alta.

- No.
Dijo Midari.

- Los cadáveres son recientes. Esto me lleva a pensar que eran prisioneros.
Dijo Dwalla, guiándose por el olfato.

Cazadores de demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora