-CAPITULO 18- MIEDO

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ELIZABETH

Una punzada de dolor atraviesa mi cabeza, siento como cientos de puñales clavándose en ella todos a la vez. Elevo mis manos temblorosas hacia mis sienes, comprimiéndolas para aliviar la dolorosa tortura...pero es peor. Las bajo lentamente y me fuerzo a abrir los ojos al sentir algo húmedo y pegajoso en una de ellas...«sangre...maldición»
Me limpio la mano en la ropa y trato de ver en la oscuridad donde estoy. Lo último que viene a mi cabeza, es el cuerpo de Steve tirado fuera de casa y la voz de una mujer. Trato de incorporarme y miro atónita a mi alrededor, estoy dentro de un auto... ¿pero dónde? ¿de quién es? Me acuesto de nuevo ya que no puedo mantenerme erguida, el dolor se acrecienta con cada movimiento y la vista se me pone borrosa.
Los recuerdos se agolpan en mi cabeza una y otra vez, el dolor, la angustia...el miedo, el puto miedo que me paraliza, ese monstruo que lo devora todo, mis amigos, el trabajo, mi vida...Mike.
«Necesito salir de aquí...tengo que salir»

Como puedo abro la puerta y me deslizo despacio para salir de allí, un gemido de dolor se escapa de mi garganta, no puedo detener mi caída y algo se me clava en las costillas cuando mi cuerpo golpea contra el piso.
« ¡Diooosss... ¿Por qué?! »
No puedo contener las lágrimas, lo que aumenta el dolor en mi cabeza. Muevo mis manos a tientas sobre la superficie donde me encuentro y agarro lo que parece ser un trozo de madera. Lo meto en mi boca y apreto fuerte los dientes, entonces cuento mentalmente hasta tres y giro mi cuerpo hasta quedar boca abajo. Escupo la madera salivando con el gusto de la tierra en la lengua, respiro agitada por el esfuerzo y cada inspiración es una fuerte punzada en mi costado. Me arrastro como puedo clavando las uñas en la tierra y tirando de mi cuerpo adolorido cada vez.
«Ya dejé atrás el auto...un esfuerzo más...necesito esconderme»

Levanto mi cabeza y veo unos matorrales lo suficientemente altos como para ocultarme, el lugar está lleno de desperdicios y olor de la podredumbre inunda mis fosas nasales a medida que avanzo. Logro acurrucarme entre la maleza y me cubro con un pedazo de cartón que veo a mi lado, me quedo en silencio cubriéndome la boca con las manos para ahogar mi llanto.
No sé cuánto tiempo pasa, cuando siento encenderse el motor del auto, subo las rodillas a mi pecho aguantando el dolor para hacerme más pequeña «quiero desaparecer ».
Mi cuerpo tiembla de manera incontrolable y el miedo no me deja pensar «no otra vez, no otra vez » aprieto los ojos con fuerza hasta que el ruido se pierde en la distancia. No me atrevo a mover un solo músculo y lo único que hago es sollozar en silencio, hasta que siento algo caminar sobre el cartón que me cubre. Abro los ojos y aguzo el oído expectante, cuando de pronto una rata enorme salta frente a mí. Una mezcla de entre grito y gemido se escapa de mi boca haciendo que huya más asustada que yo, de inmediato el ladrido de un perro retumba en mi cabeza. Ladra insistentemente de algún lado a mis espaldas, me quito el cartón asqueroso de encima y comienzo a arrastrarme en su dirección.
En minutos una luz se enciende a unos metros de donde estoy...

─ ¡MAX SILENCIO!

─ Ayuda...─digo con un hilo de voz y el perro cambia su ladrido para comenzar a llorar y aullar como un lobo « ¡me escuchó...Max me escucho!»

─ Ayúdame Max ─ repito casi ya sin voz y el perro llora más fuerte emitiendo agudos sonidos y siento como rasca el lugar donde está con sus patas.

─ ¡VAMOS MAX...VEN AQUÍ! ─siento la voz del dueño que lo llama y mi alma se desmorona.

«Nooooo...por favor...Max»

Cuando doy todo por perdido y siento que voy a morir ahí, sola, entre medio de la mugre, siento ruidos de ramas y una enorme cabeza negra se asoma para olfatearme a centímetros de mi cara.
─ Max...─cuando digo su nombre comienza a ladrar y saltar sobre sus patas delanteras, como si estuviera festejando el haberme encontrado. De inmediato siento a alguien correr hacia donde estamos.

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