Este capítulo contiene lenguaje adulto y escenas de sexo explícito. Se solicita discreción.
MELISSA/ALEXA
La maldita perra se había escapado y acá estaba yo, en medio de la montaña, fuera de mi tienda tendida en el suelo boca abajo. Cuatro hombres, vestidos completamente de negro y armados rodeaban mi cuerpo. El sonido apagado de un motor me llega a los oídos lentamente, en el silencio que nos rodea, puedo escucharlo detenerse no muy lejos de aquí. El terreno donde tengo mi tienda, no es apto para ningún tipo de vehículo, por eso quien sea tiene que acercarse a pie.
Me quedo expectante, con los ojos cerrados, tratando de adivinar quién es el que logró atraparme.
Una serie de pasos se detienen junto a mí, cuando alguien golpea mi costado, con lo que sé, es la punta de un fusil.
─ Levántese ─la orden llega sin gritos, pero firme. Coloco mis palmas en el suelo y me impulso para incar mis rodillas y luego ponerme de pie. Me retiro el cabello de la cara y me limpio la tierra con ambas manos, para luego mirar a mi interlocutor.
Veo tres hombres frente a mí, vestidos igual a los otros, todos de negro y con la cara tapada. El único que habla es el del medio de los recién llegados.
─ Melissa Bronson...sígame ─sus ojos negros se clavan en los míos con autoridad y no soy tan tonta como para desafiar su orden. De más está decir que nadie escaparía de seis tipos armados hasta los dientes.
El que me habló, camina delante de mí seguido por otros dos, yo lo sigo detrás y otros dos matones cuidan la retaguardia. Giro mi cabeza, miro hacia atrás y observo brevemente como los dos restantes desarman mi tienda y recogen todas mis cosas. Un golpecito en mi espalda con el fusil, me dice que mire adelante y siga caminando.
Luego de andar unos minutos a pie, llegamos a un sendero donde hay estacionadas dos hummer negras. Me suben a una y el que me habla con otros tres, se suben conmigo, mientras que el restante se queda a un costado de la otra.
Me ponen una capucha cubriendo mi cabeza y ya no puedo ver nada más, solo escucho el rugido de la hummer cuando esta se pone en marcha.
El camino es largo y accidentado, la mayoría del trayecto en subida, ya que podía sentir la inercia trabajando en mi espalda. No sé después de cuanto tiempo, por fin nos detuvimos, nadie había articulado una sola palabra en todo el trayecto.
El que está sentado a mi derecha me toma del brazo y me hace descender, mis botas tocan el suelo firme que siente como el asfalto de las carreteras. Camino treinta pasos y me hacen bajar por una escalera «tres...cinco...siete escalones» el olor a encierro golpea mi nariz a través de la tela de la capucha.
El que me lleva detiene mis pasos y me toma uno de los brazos para levantarlo, siento el frío del metal en mi muñeca junto con el "click" del cierre de las esposas. Hace lo mismo con mi otro brazo y luego me saca la capucha de la cabeza, para empujarme suavemente dentro de una habitación. Abro los ojos y parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz blanca de los tubos fluorescentes que penden del techo.
Una cama de hierro, perfectamente tendida, una mesa y una silla es todo el mobiliario de ese lugar. Las paredes son completamente blancas sin ventanas, arriba a la izquierda cerca del techo, una rejilla marca el ducto de ventilación. Camino hasta una puerta a mi derecha y la abro despacio, el baño, impolutamente blanco con todo lo necesario para higienizarme.
Cierro la puerta y me acerco a la cama para sentarme, no quiero pensar en nada...ahora no, realmente estoy agotada por todo lo sucedido y la falta de sueño. Me quito como puedo las botas y me recuesto en el mullido colchón, mi cuerpo se relaja así como mi mente y me dejo llevar.
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POR SIEMPRE
RomancePROLOGO ¿Cuántas maneras de amar conoces? Desde preparar una comida, hasta el extremo de dar la vida por alguien más, se abre un abanico infinito de posibilidades. ¿Cuántas formas de amor conoces? Si lo piensas tienes ante ti otro abanico más. Sea...