-CAPITULO 21- ATANDO CABOS

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MIKE



Son las diez de la mañana y el domingo nos encuentra en la sala de reuniones del departamento de policía de River Valley. Max, Jack, Connor, Chris y yo. Nadie dormitó más que un par de horas y los ánimos no son los mejores con Nick muerto, Stev debatiéndose entre la vida y la muerte y Liz, que aún no despierta.


Uno de los oficiales trae café para todos y mientras lo repartimos, el perito informático de Jack, acomoda una serie de aparatos en una mesa auxiliar.


Max reparte idénticas carpetas a cada uno y Connor nos da una copia de los resultados de las pericias en la casa de Nick. Estamos revisando individualmente la información recabada, cuando se escuchan unas voces detrás de la puerta.



─ Señor...lo siento...no pude detenerlo ─dice un oficial ni bien abre la puerta, mientras mi padre con cara de pocos amigos, aparece por detrás.



─ ¡Papá! ─digo sorprendido mientras me levanto de la silla.



─ ¿Cuándo pensabas decírmelo? ─me habla directamente a mí, ignorando al resto de los presentes.



─ Papá...lo siento...no quer...



─ ¡Lo siento nada!... ¿Sabes cómo está tu madre con todo esto?... ¿Cómo nos sentimos al enterarnos por amigos lo que está sucediendo y no por nuestro propio hijo? ─sus palabras son como golpes directos a mi estómago.



─ No quería involucrarlos en esto...ni a ti, ni a mamá, no quiero cargarlos con mis problemas...solo quería protegerlos de todo ─bajo la cabeza, porque no puedo mirarlo a los ojos, siento que lo defraudé y no puedo soportarlo.



─ ¿Tus problemas?... ¡mírame cuando te hablo! ─levanto la cabeza, lo miro a los ojos y solo veo...dolor ─ somos una familia ¿recuerdas?, "tus problemas" como los llamas, son "nuestros problemas" y los resolveremos juntos...como siempre. ¿Cómo pensaste siquiera mantenerme al margen, cuando el cadáver de Nick está sobre una mesa de autopsia, siendo que era el hijo de nuestros amigos y uno de nuestra empresa? Sabes perfectamente que me siento responsable por él. Y Stev... cuando empezó a trabajar con nosotros era solo un muchacho, sabes lo que tu madre lo aprecia. Y Liz...Santo Dios...mi pequeña...Liz es una hija más para nosotros y ahora está...─su voz se quiebra y dos gruesas lágrimas se escurren por sus mejillas. El dolor que siento es tan grande, que para poder soportarlo, lo transformo en ira cuando veo llorar a mi padre.



─ ¡SI! ¡ESTAN ASÍ POR MI CULPA! ¡TODO ES MI MALDITA CULPA! ─ me levanto y giro sin mirar para estrellar mi puño contra la pared y cuando escucho el estallido del vidrio, me doy cuenta que tenía una ventana detrás. Solo me quedo parado con la vista en el piso y mis puños apretados, mientras veo gotear la sangre, sobre los trozos de vidrio a mis pies.



─ Hijo...─siento la mano de mi padre en el hombro, mientras me gira para abrazarme.



─ No es tu culpa hijo, ni tú ni nadie podía saber que esa mujer podría provocar semejante desastre...



─ Yo tendría que haberme dado cuenta papá...jamás tendría que haber regresado...



─ ¡Mírame! ─me dice firme tomando mi cara con sus dos manos y clava sus ojos verdes, ahora enrojecidos por el llanto, en los míos.



─ Tu lugar es aquí, con tú familia y tus amigos, nunca vuelvas a decir eso. Toda esta gente está aquí por ti, porque te quiere y juntos vamos a resolver esto. Y grábatelo en tu dura cabeza... ¡esto no es tu maldita culpa!... ¿Entendiste? ─asiento con la cabeza y lo abrazo ─ Gracias papá ─le digo por lo bajo, aunque en mi interior la culpa me carcome como cientos de gusanos devorándome lentamente.

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