1. Sleepwalking

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El sol comenzaba a hundirse en el horizonte. El suave oleaje sonaba como un aliento, como la respiración de una persona plácidamente dormida. La playa era tan amplia que solo sentarse allí a contemplarla era abrumador, y tan baja que Rey había caminado más de un kilómetro aguas adentro sin que el agua pasara de las rodillas.

Aquella zona del planeta estaba viviendo un verano agradecido, poco caluroso y con lluvias ocasionales. Tampoco hacía falta adentrarse demasiado en tierra para encontrarse en una zona frondosa y llena de vida. Había que rodearse de algo así para compensar todo lo que había perdido, y de todas formas se hacía insuficiente.

A su llegada a la base de la resistencia en el Ala X de Luke, había sido recibida como una heroína y el calor del momento había logrado que se olvidara por un instante de lo que había sucedido. La guerra había acabado, no era para menos. Pero Leia ya no estaba. Ben ya no estaba.

Y un mes y un planeta diferente después, aún no había hablado con nadie acerca del tema. Estaba acostumbrada a la soledad: se había pasado toda una vida sola. Y aunque ahora estaba rodeada de personas que la querían, era imposible sacar aquel tema delante de Finn o Poe más allá de una simple descripción de los hechos. Y ya se había derrumbado de lleno durante esa conversación.

Era más que obvio que a ninguno de los dos le había sentado bien aquella reacción, y no era para menos tras todo lo que había ocurrido. Pero había algo que no era fácil de comprender para ellos: Kylo Ren ya no existía. La persona que había aterrizado en Exegol para ayudarla era Ben. No los culpaba del todo: era imposible creer algo así sin haberlo visto.

Si al menos Leia siguiera allí... Si tan siquiera hubiera sabido que aquel era el último abrazo que le daba. Ella la hubiera comprendido perfectamente. Y al contrario de lo que Ben había creído, también a él. No podía evitar preguntarse si se habrían encontrado en otro lugar.

Ahora estaba sola junto con un puñado de libros antiguos para hacer frente a un proyecto que le venía grande: enseñar a una nueva generación a manejar su sensibilidad a la Fuerza. Numerosos altos mandos de la Resistencia habían dado por sentado que Rey accedería algo así nada más pensarlo, a pesar de que ella aún consideraba que tenía cosas que aprender. Y si algo le había quedado claro después de estudiar los textos sagrados y repasar los últimos novecientos años de historia: si no quería repetir los errores de los jedi de la Antigua República y de Luke, debía cambiar su modo de hacer las cosas. Lo que no estaba tan claro era cómo debía proceder exactamente.

Había dejado claro a sus compañeros que no arrancaría a ningún crío de los brazos de su familia: si debían asentarse en un nuevo templo, debía ser por voluntad propia y teniendo derecho a volver con sus seres queridos cuando quisieran. Rey ya había pasado toda su vida sin sus padres y no quería eso para nadie más.

—¡Rey!

Se giró, saliendo de sus pensamientos de golpe. Era la voz de Rose, que agitaba la mano a lo lejos, donde empezaban a crecer algunas plantas que se aferraban bien a la arena. Ambas caminaron hasta encontrarse, y se abrazaron a modo de saludo.

—Me alegro de verte —dijo la joven jedi, y sonrió con sinceridad por primera vez en semanas-. ¿Cómo va todo?

—Está siendo agotador. Aún quedan muchos fieles a la Primera Orden en la Galaxia... Pero avanzamos con seguridad —sonrió también—. ¿Cómo estás tú?

Rey hizo una mueca y comenzaron a pasear por la playa mientras hablaban. Se preguntó qué pensaría Rose de ella si se lo soltaba todo en aquel momento.

—Creo que todo esto de la nueva generación de jedi me viene grande, Rose... —comenzó, tratando de evitar un tema demasiado espinoso.

—Lo sé, es una locura, pero... ¿Es solo eso?

Star Wars Ex UmbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora