18. The Phoenix

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Ben escuchó un enorme barullo que venía del exterior y trató de asomarse al pasillo de las celdas. Las dos guardias se habían puesto de pie rápidamente, y algún tipo de mensaje que era incapaz de escuchar se emitía por megafonía.

—Eh —trató de llamarlas— ¿Qué sucede?

—Tú a lo tuyo, Ren —le contestó una de ellas a lo lejos.

Pareció que discutían algo entre ellas y luego se marchaban. Algo no andaba bien. El chico se volvió hacia la única ventana de su celda, y trató de dilucidar algo mirando a través de ella: había un gran caos de idas y venidas, y una alarma retumbaba por todo el asentamiento. Tenía que ser Vicrul. No quedaba nadie más con capacidad para atacar un asentamiento de la Resistencia en toda la Galaxia.

Respiró hondo, considerando que debía permanecer en la celda por el momento, hasta que escuchó a lo lejos un sonido terriblemente familiar: un TIE cruzando el aire a toda velocidad.

Sin pensárselo dos veces, agarró el sable de Rey y lo usó para fundir la cerradura y salir corriendo de allí, confiando en que sus dos carceleras habrían hecho lo mismo y no le supondría un gran problema pasar por la salida, pero los cazas comenzaron a disparar al momento y la entrada se derrumbó, obligándolo a retroceder.

Bufó con frustración y se dio la vuelta, dispuesto a encontrar alguna forma de salir de allí.


Rey aumentó la velocidad todo lo que pudo: debía cruzar la Galaxia de un extremo a otro lo más rápido posible, así que permaneció en el hiperespacio hasta el último momento y empleó algunos trucos que había aprendido gracias al uso del buscarrutas sith, apurando cada segundo y cada gota de combustible. Era más que probable que aquello le costara un aterrizaje divertido a la vuelta a la base rebelde, pero prefería apurar el tiempo.

Una sensación extraña le recorría el cuerpo, y lejos de acostumbrarse a ella, cada vez se apoderaba más de su alma.

Cuando se encontraba a punto de salir de la hipervelocidad, sintió un pequeño arrepentimiento por no haber contado nada a sus amigos. Podría haber tratado de comunicarse con ellos para comprobar que todo estuviera bien... Pero era demasiado arriesgado. No hubieran consentido que la joven se marchara sola, y aquella visión sobre Rose y la presión que le invadía el pecho no eran buenos presagios sobre el destino al que debía llegar.

La atmósfera de Tatooine permanecía tan limpia y aburrida como siempre. En otro momento Rey habría considerado un aterrizaje discreto a una distancia prudente de la antigua casa del maestro Skywalker, pero no en aquel. No bajo aquellas circunstancias.

El Halcón no detectaba formas de vida en posiciones convenientes para la emboscada, pero no tenía a nadie que pudiera cubrir el puesto del artillero si las cosas se ponían feas de pronto. Otra vez deseó haberlo hablado con sus amigos... Pero no, aquello era demasiado peligrosos para Poe y Rose.

Aterrizó la nave aproximadamente en el mismo punto de la última vez, y se armó con el bláster y el bastón para salir por la rampa. No sentía ningún miedo de aquello, tan solo determinación. Hincó la rodilla sobre la arena y abrió la mano, usando sus poderes para desenterrar las reliquias.

Todos sus sentidos estaban puestos en el entorno, preguntándose si cabía la posibilidad de que alguien la hubiera seguido y estuviera a punto de emboscarla. El rostro de Ben, su gesto de disgusto al recoger su sable, invadió su mente de pronto, y el corazón le dio un vuelco sin explicación alguna.

Algo estaba pasando en el asentamiento de la Resistencia y no iba a llegar a tiempo.


Empleando la Fuerza, Ben fue capaz de romper una de las paredes del edificio que le había servido de prisión, y se encontró de pronto en mitad de un campo de batalla en toda regla. En el pasado, lo habría atravesado sin inmutarse, sabiendo que era intocable. Ahora el miedo lo invadía.

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