5. Embers

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Rey permaneció estática un instante. Tenía la sensación de que si se movía lo más mínimo, todo el sueño volvería a venirse abajo sin remedio. El latido de su propio corazón le retumbaba en los oídos mientras intentaba mantener la calma.

—Ben, ¿eres tú? —dijo en un susurro.

Volvía a vestir aquella túnica raída y grisácea y le extendía la mano cubierta por un guante igual de destrozado. No contestó, así la joven jedi se levantó muy despacio y se giró hacia él.

—Ven conmigo —insistió él.

—¿Eres tú? ¿O...? —se detuvo, no queriendo pronunciar aquellas palabras— ¿... o eres solo un recuerdo?

Por un instante la chica creyó verlo inmutarse ligeramente, pero había sido tan liviano que ni siquiera estaba segura. Era su sueño. Era lo que deseaba ella. Que se inmutara.

Con una lentitud medida al milímetro, se acercó a él extendiendo la mano hacia su rostro. Ben permaneció estático, sin parpadear siquiera, hasta que el pulgar de la joven jedi acarició su cicatriz y bajó la mirada.

—Rey —dijo, murmurando—. Ven conmigo.

Ella dejó caer suavemente el brazo hasta que los dedos de Ben se cerraron con delicadeza sobre los suyos. Escuchó cómo el viento se levantaba y temió que la arena negra estuviera volviendo a apoderarse de todo, pero Ben seguía mirándola a los ojos y el contacto que sentía no se estaba desvaneciendo.

No quería quitarle la vista de encima, pero a su espalda podía ver el entorno cambiar. Al principio todo era demasiado borroso, hasta que por fin se formaron imágenes claras.

La selva de Takodana. La celda de la base Starkiller. El bosque nevado y laberíntico en el que se habían enfrentado por primera vez. La cabaña de Ahch To en la que creía haberlo visto al despertar, lanzándose a dispararle con su bláster.

Sabía dónde iba a acabar aquel torbellino de lugares, y no le gustaba. Se lanzó a abrazar a Ben con fuerza, cerrando los ojos, y él la correspondió lentamente. Por lo demás, se quedó como una estatua.

—No me hagas esto, Ben, por favor... —susurró Rey.

El ascensor. La sala del trono. Crait. Kef Bir.

—No quiero ver esto.

Exegol.

—Rey.

La joven jedi levantó la vista. El fondo había dejado de cambiar para quedarse en aquel mundo de fría y oscura piedra. El silencio reinaba en todo el planeta, pero la voz de Ben se había quedado en el aire un poco más cuando el eco se había adueñado de ella.

Sonreía. 

—Ben... —repitió ella, volviendo a acariciar la cicatriz de su rostro, recordando la primera y última vez que había visto aquel gesto pintado en su cara.

Nada más cambió en su expresión. Si respiraba, era imperceptible. Se había movido lo justo y tampoco parecía posible mantener una conversación con él. Como un droide a medio programar.

—Tú no eres Ben —concluyó la chica finalmente, con un nudo en la garganta—. ¿Verdad? Solo eres un recuerdo. Las ascuas de donde hubo fuego.

El semblante del joven se entristeció poco a poco, pero la sonrisa no se desvaneció.

—Solo las ascuas —repitió— no pueden arder para siempre.

Rey asintió mientras se frotaba las mejillas húmedas. Otra vez con aquellos movimientos impropios de un ser humano, Ben la acogió entre sus brazos una vez más. La chica se sintió estúpida un momento contemplando la situación: era su propia mente tratando de confortarse a sí misma.

Star Wars Ex UmbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora