♠️ Capítulo XXVI ♠️

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- ¡Su magestad, podemos tratar con orcos más tarde, lo más importante ahora es matar a la humana tan pronto como sea posible! - insistió la reina.
- ¿Querida... lo has olvidado? Nadie puede herirla contra la voluntad de Alexander. ¿Acaso quieres que te heche una rabieta cuando despierte?
- Su magestad - intervino uno de los ancianos - la humana puede sernos de utilidad. Señorita Ayla por aquí por favor - dijo el desgastado hombre mientras guiaba a la mujer al lado del cuerpo del príncipe.

Ayla no sabía que era lo que pretendían que hiciera, las mirabas pesaban sobre su nuca y sus manos comenzaron a sudar por los nervios. Intentó relajarse. Tomó coraje,  instintivamente se sentó a la orilla de la gran cama junto a Alexander y tocó delicadamente los cabellos de éste enredandolos en sus finos dedos.

Luz.

Una luz tan blanca como cegadora la envolvió junto a él trasmitiendo calor a sus cuerpos llenándolos de energía por el poder de la mancha de sangre que compartían esta vez no como una maldición o eso fue durante el principio...

Alexander mejoraba notoriamente a una velocidad mucho más rápida que la de costumbre a medida de la luz se apagaba entre ellos.

Ayla sintió unas ganas de tocer incontrolables, se estaba ahogando sin saber el porque provocando que tociera reiteradamente. La sangre caía de la mano con la que cubría su boca manchando su claro vestido.

- ¡¿Ayla te esncuentras bien?! - Preguntó el pequeño Fran acercándose rápidamente hasta ella.
- ¡Fran aléjate de esa humana inservible, ¿cómo puedes preocuparte por ella?! - gritó la reina colérica - ¡Esa maldita mujer a manchado las sábanas de la cama de su alteza! ¡Lilith, sácala de aquí y quema esas sábanas!
- ¡Alto! - gritó el pequeño vampiro.
- ¡¿Acaso te estás negando a mis órdenes?!
- Mi reina... - intervino ahora el anciano - La señorita Ayla acaba de eliminar la mayoría de las heridas de su alteza, él está bien ahora. Si en el futuro el príncipe enferma, ella podría curarlo.
- ¡Ni dejaré que mi hijo se lastime por una basura! - continuó la reina.
- Ya no grites. Despertarás a Alexander. - habló el rey - No olvides que nuestro príncipe es gruñón cuando despierta.

El rey y la reina salieron de los aposentos con Lilith tras ellos quien no dejaba de mirar a Ayla de manera amenzante.

La voz del anciano sacó a la humana de sus pensamientos.

- ¿Puedo tener unas palabras con usted?
- Esto no ha sido una casualidad, alguien sabía de la disminución del poder mágico de su alteza por la mancha y aprovechó para matarlo... Por favor protégete, no es bueno para nosotros que su alteza esté lastimado ni débil por tí.

Ayla sentía el mundo desplomarse a su lado. Él estaba mal por su culpa, ella era la responsable, su sufrimiento era a causa de ella. Estaba destrozada.

La humana caminó hasta el cuarto del baño del dormitorio de su alteza aguantando las lágrimas solo hasta poder cerrar la puerta y morder una toalla con rabia y descargar sus lágrimas libremente.

Más allá de mi vida Tu mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora