♠️ Capítulo XXXV ♠️

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El sol iluminaba con su calor el reino desde temprano en la mañana acompañado de las aves cantando al compás de su vuelo por los cielos. 

- Hace calor... - Se quejó Ayla entre el edredón de la cama para luego darse vuelta y colocar su mano y rostro en algo mucho más fresco - ¡Mmm... Qué fresquito!

Pero... no hay bolsas de hielo en la cama, pensó entre dormida.

Sus ojos se abrieron de golpe sin importarle la fuerte luz que entró por sus ojos de golpe. Alexander estaba en la cama junto a ella durmiendo mientras fruncía levemente su frente al sentir los movimientos incesantes de la mujer en la cama interrumpiendo su descanso. Ayla intentó bajar de la cama moviendo su cuerpo lentamente lejos del hombre pero éste se lo impidió alcanzando su brazo para atraerla a su cuerpo y luego abrazándola por la cintura.

Los latidos en su pecho no tardaron en aparecer y su cuerpo comenzar a calentarse por la situación un tanto incómoda.

- A-Alexander... - bum bum - por favor... - bum bum.
- Hmm... - respondió el vampiro.

Ayla jamás lo había visto de esta forma... tan indefenso  como un niño que le parecía algo increíble. No se molestó en disimular mientras observaba cada detalle de su rostro y sus cabellos, esos que cuando bebía de ella se tornaban de otro color. Con cuidado retiró su mano librándose de las sábanas de seda y lentamente se acercó con ella al cabello del vampiro que le encantaba. Hubiera sido perfecto para ella poder haber tocado su cabellera para luego proseguir con sus rostro pero Alexander abrió los ojos de repente exaltándola no solo a ella sino también a él mismo levantándose rápidamente mientras se daban la espalda.

- ¿Por qué dormí aquí anoche? - Preguntó Ayla no muy segura de querer saber la respuesta.
- Porque es demasiado molesto llevarte a tu habitación y... ¿no es normal que las mascotas duerman con sus dueños? - dijo dándose vuelta y tomando su rostro como habitualmente hacía para ponerla nerviosa.
- ¿N-no hicimos... nada verdad? - dijo la mujer tratándo de ocultar lo obvio.

En un rápido movimiento, Alexander subió sobre el cuerpo de Ayla tomando sus muñecas y llevándolas sobre su cabeza mientras pasaba su lengua lentamente por su clavícula subiendo la temperatura de la habitación unos cuantos grados más.

- Tú dime... ¿Qué crees que sucedió anoche? 

Como si de la nada la pequeña tuviera fuerza sobre humana empujó lejos a Alexander haciendo que el príncipe cayera de su cama y aprovechando a salir corriendo a su cuarto mientras el vampiro solo la miraba divertido.

Algo llamó la atención de su alteza provocando que éste girara completamente su cuerpo hacia la ventana y con una simple llama acabara con el espía que lo observaba. 

Más allá de mi vida Tu mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora