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Y eso sí que era una verdadera luna de miel, Serena y Diamante estaban pasándolo bien a pesar de lo que los rodeaba. Era muy de mañana y el sol aún no asomaba por el horizonte, pero el par de tórtolos disfrutaban de una agradable sesión sexual mientras sus calientes cuerpos aún yacían en la enorme cama.

Con su amante encima, Serena disfrutó el calor que la fricción de sus cuerpos provocaba. Dios, estaba fascinada por esos días, debía admitirlo, él hacía el amor de una forma deleitable.

-- ¿Estás bien? -- Él fijó sus ojos en ella y se aseguró de que estuviera complacida, pero ella sólo asintió sin dejar de verle, entrelazó las manos con las suyas y levantó la cadera entregándose a él.

-- No pares -- Suplicó.

El no se detuvo y se levantó sin salir de ella, cargándola sin esfuerzo la llevó hasta una pared.

-- Serena -- Él estaba muy excitado, le sujetó por el trasero y la recargó, puso las manos sobre sus hombros y comenzó a embestirla.

Un pequeño grito y Serena clavó las uñas en su espalda. Era increíble lo que estaba sintiendo, no pensaba, sólo sentía, quería sentir y deleitarse con él, con su cuerpo y con toda su pasión.

Sus gemidos en su oído le dieron ánimo a sus embestidas. Podía escuchar claramente cómo la apretujaba contra la pared, de haber habido vecinos habrían pedido silencio.

Pero por fortuna no era así.

El orgasmo invadió a Serena al mismo tiempo que él.

Diamante la cubrió de besos, demostrando una y otra vez que estaba loco por ella, que estaba embrujado por su belleza y calidez.

-- Ha sido muy bueno -- Dijo una vez que consiguió hablar, y luego la besó sin aún salirse de ella -- Serena ...

-- Oh, Diamante, has estado fabuloso. -- Regulando la respiración y sin dejar de aferrarse a él con brazos y piernas, correspondió sus besos. Estaba encantada de ser su mujer aunque fuera por un tiempo, no importaba el mañana, ella en ese mismo instante conseguía el deleite que no había tenido antes.

Cayeron juntos a la cama, Serena abrazó su pecho y echó una pierna sobre las de él. Suspiró lentamente.

-- No quiero dejar de hacerlo --Aseguró sonriendo.

Diamante se deleitó en sus palabras, se giró sobre ella y sujetó sus manos llevándolas hacia arriba.

-- Me has rasgado la espalda -- Susurró mirando el enrojecido rostro.

-- Te curaré.

-- No. -- Respondió a secas y entró nuevamente en ella -- Eres mía y quiero disfrutarte un poco más.

-- Mmm Diamante, debemos ir al set, hoy hay llamado.

A él pareció no importarle, estaba absorto en continuar la faena y esta vez fue Serena la que subió en él.

-- Ah, eso me gusta, ahora mandas tú.

Serena asintió y jaló sus manos hacia sus pechos, comenzó a moverse sobre él y sintió el placer nuevamente envolverle.

.

Habiendo ido Diamante a hacer unos ajustes a la moto después de volver del set, Serena se dispuso descansar. Como buena esposa que intentaba ser pensó en que pronto debía atender las necesidades alimentarias de su marido se dispuso a ponerse en pie de nuevo. Pero un pensamiento llegó a su mente, un recuerdo muy reciente.

Pensando en lo intenso que había sido responder a la prensa las tontas preguntas que hicieron, se preocupó más por la pesada tarea de Diamante para apartarlos de ella.

El BenefactorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora