Tú adicción y mí preocupación

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{Narra. Bellota}

¡¡Rubia!!– la llamé

– ¿Pasó algo?– ella se asomó por la puerta de la cocina preocupada.

– ¿Es cierto que en la habitación de Butch había olor a cigarrillo?– le pregunté sabiendo la respuesta.

– Um... sí. ¿Están discutiendo otra vez? Ya van toda la semana así.– rodó los ojos.

– Me sigues mintiendo, ¿piensas que soy estúpida?– lo encare.

– ¿Qué? No.– frunció el ceño— ¿Entraste a mi habitación?

– Fuimos a buscarte para ir juntos con los chicos al parque, y no estabas.– le expliqué.

– No es una excusa, ¿por qué te metes en lo que hago?– rodó los ojos y caminó a la sala.

– Porque te hace mal, ¿podrías dejar de fumar? Esta vez no me mientas... ¿podrías?– lo seguí parándome recta y con las manos en las caderas.

– No molestes.– fue lo que respondió tirándose en el sofá.

Ya no quería discutir, así que sólo suspiré frustrada y subí a mi habitación. Por más que le pida toda una semana que deje de fumar el no iba a hacerme caso.

{Narra. Butch}

Otra vez se había molestado, pero por más que ella quiera que yo deje de fumar no podía y no quería.

– ¿Te das cuenta que cada vez se va rindiendo más en el tema?– se sentó a mi lado.

– Sí... lo hago.– suspiré y prendí la televisión.

– Ella... no va a querer hablarte, estoy segura. Ya no va a quejarse... tampoco en preocuparse por que te cuides o en molestarse en que fumes menos.– me recordó– ¿Y si...

– ¿Y si, qué?– la miré.

– ¿Y si termina contigo? Sería de esperarse ya que... con el tiempo se está cansando.– suspiró y se levantó.

¿Ella... me terminaría?

– Burbuja, me dejaste inquieto.– gruñi quejándome.

– En algún momento tenías que ponerte a pensar en eso...– se encojió de hombros– Bien, los veo luego.– me sonrió y subió las escaleras.

¿Bellota terminar conmigo?

La idea se me hacía absurda, pero si lo pensaba bien... ella lo haría. A mi también me iban cansando más nuestras discusiones, pero... jamás terminaría con ella.

– ¡Joder!– apagué la tele y me levanté de golpe.

Subí escaleras arriba dispuesto a ir a su habitación, entré de golpe sin avisar y la vi, acostada en su cama boca abajo con su cara escondida en la almohada. Me senté a un lado de ella, parecía dormida pero sabía que estaba despierta.

– Bello...– la moví.

– ¿Q-qué pasa?– su voz salió angustiada y cansada, dándome una punzada en el pecho.

– ¿Estás bien?– me preocupé.

– Sí... lo estoy, ¿sucede algo?– se levantó y se sentó tallando sus ojos.

– No...– la miré detalladamente. Sus ojos algo rojizos, sus mejillas sonrojadas levemente y su pelo algo desordenado, aún así se veía hermosa.

¿A qué viniste?– volteó la mirada al suelo yendo al punto, como si quisiera que me vaya.

– A hablar... eso creo.– suspiré.

– Si Burbuja te convenció de que vengas a hablarme no tiene caso, no tienes qué.

– En realidad ella me hizo entrar en razón, ¿por qué actúas así?– rodé los ojos.

– Porque es raro de tu parte que vengas después de discutir, sólo te hubieras quedado abajo.– suspiró y se volvió a poner boca abajo.

– Vine a arreglar las cosas, si no quieres hacerlo puedes decirme.– frunci el ceño comenzado a enojarme.

– ¿Vienes a arreglar la cosas? No puedo creerte eso.– se rió sarcástica.

– Si vine al menos a hablar, ¿y sabes qué?– hice una pausa– Odio tu estupido sarcasmo y las pocas ganas que muestras en aunque sea mirarme.– la volteé diciéndole sus verdades.

Hasta que la vi, sus ojos llenos de lágrimas y el dolor en su expresión, la cólera incontrolable que estaba por desatar me hizo darme cuenta que la lastime en serio.

– ¡Bien! Yo odio tus mentiras, las veces que me prometes que vas a dejar de fumar y cuando me lo escondes.– su voz se quebró– ¡Te comportas como un idiota cuando lo único que hago es preocuparme por ti! Qué tonta, yo... te odio.– sollozo.

– No, no me odias.– la abracé y forcejeó, pero no la solté– No me di cuenta que te preocupaba tanto... perdóname, soy un imbécil.– acaricie su cabeza.

– Claro que lo hago, soy tu novia después de todo...– volvió a sollozar y apretó mi camiseta.

– La mejor novia, perdóname.– escucharla llorar en mi pecho fue como un golpe interno sin dejarme respirar.

– ¿En serio te molesto...?– dudó en preguntar.

– Por supuesto que no, perdona eso... sí me comporto como idiota a veces.– agarré su mentón para que me mire, miré sus ojos esmeraldas brillantes y la besé.

Al sentir sus lágrimas dejé de besarla y la abracé, nos acostamos así. Acurrucados con el cuerpo del otro dándole calor, la mejor sensación que sentí en mi vida, así ambos fuimos quedándonos dormidos...

.....

One- Shot's ☆ VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora