V Capítulo. Los colibudentes son arrestados

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Al llegar el alba, Ortaquiz se levantó agarrándose el trasero con las manos, se metió los dedos en la cremallera de su pantalón al revés, para hacer que hablaba por el trasero: "Trre suponía que es trrre setrr ía un masaje rejuvenetrrrcedor para mi trrr segundo rostro."

Se levantaron los demás, se estiraron, orinaron y se acercaron al río. Ortaquiz se agachó con las manos metidas atrás en la cremallera del pantalón y gritó como Tarzán, terminando con un flato estruendoso, y gritó haciendo hablar su trasero: "Es trrre es un llamado a la Madre Naturaleza desde mis entrrr añas."

El río se mantenía crecido, ellos permanecían parados a la orilla del río sin saber qué hacer, pasaba un helicóptero de la policía, los colibudentes los llamaban, pero no fueron vistos.

-El río es el único camino por donde podemos regresar al campamento por nuestras cosas, así regresó Gericocho -dijo Belíver.

-Pero no regresó vivo, señón, se ahogó -aseguró Pulpop.

-Si yo me ahogo -dijo el coyote-, ustedes también, salvo Pulpop, pero ¿por qué no se ahoga fuera del agua?... No es un pulpo ordinario, es anfibio, un hombre pulpo, o un pulpo hombre.

-Me gustó más la última que dijiste, señón -dijo Pulpop.

Los demás lo miraron, y el coyote preguntó:" ¿Qué haremos entonces?"

-Pues no queda otra que darnos el chapuzón, señón -respondió Pulpop.

-¿Quieres dejar de decir señón? -le dijo Belíver.

-Bien por usted, ¿pero qué hay de nosotros? -dijo Moris a Pulpop.

-Además hay piedras -interrumpió Belíver.

-Y el agua está fría -añadió Pernabuco.

-No les queda otra -les dijo Pulpop-, de lo contrario moriremos aquí, señón.

-Si nos ahogamos, te jalaremos todas las patas -advirtió Ortaquiz.

Cada uno probaba la temperatura del agua con el pie y temblaban de escalofrío, se miraron entre sí, sin decir una palabra, sólo contaban del 1 al 3 y, se lanzaron gritando: "¡Apolochasamurabi!". Cayeron al agua y les pasó un tronco cerca.

Ortaquiz señalaba y decía: "Miren, un..."

En eso, el tronco impactó el lado izquierdo de su rostro, quedando con la mano izquierda levantada y señalando el tronco. Pulpop subió a la parte delantera del tronco, asumiendo su papel de capitán, y los demás se agarraban de sus brazos para subir al tronco. El coyote quedando detrás de él, reclamó:

-Oye, ¿quién es el capitán?

-Yo llegué primero, señón -respondió Pulpop.

-No te hago ceviche, no más porque... -contestó Moris.

En ese preciso instante el coyote gritó: "¡Iiiiajahjajaaay!"

Pues daban un vertiginoso descenso por una cascada.

-¡Es el mejor rafting que he tenido! -gritó Ortaquiz en ese momento.

Cayeron fuera del tronco, pero volvieron a aferrársele, luego iban sorteando las filosas rocas, mientras se oían gritos y carcajadas de Ortaquiz, hasta que salieron volando al pasar sobre una pequeña catarata, cayendo en una profunda y turbulenta laguna al pie de esa catarata.

-¡Santos pistachos! -dijo Pernabuco- Hasta mis narices se están poniendo azules, y hasta mis bigotes tiemblan de frío.

En eso el tronco giró, y quedándole el río perpendicular, pegó con unas rocas, quedando ahí atascado; pues detrás de esas rocas se veía una catarata más alta, en la que hubieran caído, atrás de ellos miraban la entrada al campamento y el Flatulento estacionado, gritaron de alegría, y caminaron entre las rocas y la corriente hacia la orilla, el coyote se agarró de lo que parecía ser una liana, en la rama de un árbol, que resultó ser una víbora, que se levantó en posición de ataque, más ellos gritaron y se alejaron de ella, ésta se les acercó deslizándose sobre la rama, cambió de dirección y bajó lentamente del árbol y, al llegar al suelo se metió debajo de una roca. Los colibudentes se agarraron de la rama y llegaron a la orilla, fueron a asomarse al autobús y no estaba el chofer.

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora