VII Capítulo. En el asombroso país de origen de Belíver y Pernabuco

8 1 0
                                    

Después de más de 16 horas de vuelo, el enorme avión aterrizó en un campo de aterrizaje, ubicado en un lugar selvático y remoto. Moris con algo de sueño, encañonaba al piloto, y le indicó:

-No reclames ningún maldito dinero ni intentes moverte de aquí.

Abrieron una puerta lateral, en la bodega del avión, Moris acostumbrado a ver el paisaje desértico de Nevada, vio que más al fondo se divisaba selva tropical.

-¿Qué lugar es este? -se preguntó.

Pulpop le ordenó a Ortaquiz que despierte a los demás y, Ortaquiz se fue a despertar a los rehenes con sus payasadas, luego amarraba al piloto al asiento con cinta adhesiva metálica y le dijo: "Así no te nos escaparás hasta que digamos."

Lo dejó ahí amarrado, iba a bajar a la planta baja, a la amplia bodega del avión, donde estaban todos los demás, pero se devolvió a seguir enrollando al piloto con la cinta, dándole vueltas y vueltas a lo loco.

-Ahora iremos a explorar este lugar -dijo Pulpop- y preparar nuestra dulce venganza, señón, pueden soltar a nuestros compañeros, menos las chicas y el piloto.

-¡Casa, ya estamos en casa, ya estamos en casa! -repitió Belíver, brincando y bailoteando emocionado.

-¡Santos pistachos pelados, despiértenme si estoy soñando! -dijo Pernabuco frotándose la vista, arrojó su sombrero como si fuera un disco de playa y cómicamente se le regresó con un giro en el aire, y le cayó en su cabezota, sonándole como un gong, y los demás colibudentes se rieron.

-Esos enanos -comentó el coyote- ni nos agradecen todo el esfuerzo que hicimos para traerlos hasta aquí.

Moris se acercó a la puerta del avión ya abierta y anunció: "¡Ya llegamos!"

Al salir del avión, dio un paso y cayó en un gran charco que además estaba profundo, más Belíver, Pernabuco y Pulpop se carcajearon, y Pernabuco dijo:

-¡Miren, Frutas Podridas nada en los charcos, buena falta te hacía el chapuzón!

El coyote apenas se levantaba empapado del charco gruñendo.

Mientras que en la cabina del piloto, ya Ortaquiz se cansó de estarle dando vueltas al piloto con la cinta, y dijo: "Por ahora voy a llegar hasta aquí, ya me cansé."

Intentó cortarla con las manos, pero él mismo quedó con las manos enredadas en la cinta, y esbozó una risa estúpida, mientras que ya todos bajaban del avión.

-¿Qué está haciendo el imbécil de Ortaquiz? -se preguntó Pulpop esperándolo.

Moris regresó al avión y le preguntó a Pulpop:

-¿Y si lo dejamos aquí vigilando?

-Es un riesgo que no podemos correr, señón -contestó Pulpop-, dejar a semejante bestia a cargo, iré a ver.

Subió a la cabina del piloto y se encontró a Ortaquiz todo enredado con la cinta y el piloto, llegó Moris a asomarse y se volvió a ver con Pulpop, mientras Ortaquiz les sonreía con una risa de imbécil. Luego, Pulpop y el coyote se pusieron a ver a quién de los demás colibudentes dejaban vigilando.

-Amigos -sugirió Ortaquiz-, podemos llevar a las chicas de tour con nosotros.

Moris se quedó estupefacto y se volvió a ver con Pulpop, luego soltaron una carcajada y, los demás colibudentes sin saber de qué se reían, se carcajearon.

Después, resolvieron con encerrarlas amarradas y amordazadas en la cabina del baño, Pulpop tomó un candado que se encontró y lo puso en la puerta del baño.

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora