V Capítulo. En Cancún. La revancha de Siggy y sus amigas

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Cerca del atardecer, el Dd. y los Tortitos ya habían llegado por fin a Cancún, ahí se les ocurrió que se regresarían en avión, Shaggy les advirtió que debían desarmar la furgoneta y meterla en cajas para poder llevarla en el avión, que sería muy difícil que se les permita llevarla en un vuelo comercial, y Orflántaro recordó:

-Hemos llevado la van años antes en un vuelo, pero era en un avión de carga.

Pese a las advertencias, de igual manera empezaron a desarmarla y buscar cajas.

-¡Están muy drogados -protestó Hortilegio- si creen que volveremos a viajar todo eso metidos en esa cosa, de regreso!

-¿Están seguros de que Ortaquiz y los demás llegaron? -preguntó Enjunastico.

-No -respondió Shaggy.

-¿Y cómo rayos los buscamos por todo Cancún? -se preguntó Buitreman.

-Buena pregunta -dijo Shaggy.

Los colibudentes se encontraban subidos en la azotea de un restaurante, donde

Ortaquiz cambiaba el pañal al niño y, dejó caer las heces del niño al interior de un extractor, y cuando éstas llegaron a las aspas del abanico, se hicieron trocitos y quedaron pringadas en el rostro de un camarero, como pecas.

El Dd., resolvió con amontonar la carrocería y partes del vehículo sobre el chasis y, así se fueron antes de que oscureciera, a su paso por la ciudad de Cancún, atraían las miradas de decenas de curiosos, hasta que decidieron estacionarse en alguna parte y fueron a comprarse una botella de tequila, que entre los 5 se bajaron.

Por otro lado, Siggy y sus amigas se alistaban en una recámara de una lujosa vivienda, para asistir a la boda de una amiga, pues ese era el principal propósito del viaje; y entre la plática, decían haberse enterado de que la rival también se casaba esa misma noche, en otro hotel. Luego, recordaron horrorizadas, haberse topado a Ortaquiz y los demás hace unas pocas horas, ahí en Cancún.

-Mira que pequeño es el mundo -dijo Karla.

-¡Júrelo! -exclamó Irina.

-Al menos puedo confiar que mi pequeño quedó en buenas manos -dijo Siggy, en ese momento el niño estaba ahí con ellas-. Aprovechando el habérmelos encontrado por aquí, se me ocurrió una grandiosa idea -se rieron- ...Les ofrecí un empleo, ir a animar la boda con un mariachi, claro, que no les di la dirección de este lugar, sino la del hotel donde se casará la perra esa y así cobrármelas, tanto de ella, como de Ortaquiz y ese coyote.

-¿Qué paso con ese coyote -preguntó Karla intrigada-, no intentó devorarte como solía hacerlo?

-Sabes que estuvo a punto de lanzarse sobre mí -contestó Siggy- y Ortaquiz no hubiera hecho nada para quitármelo de encima, sabía que estaba arriesgando mi pellejo, pero antes de que se me lanzara, se detuvo al ver una camioneta con soldados pasar al frente y en eso les propuse el negocio, entonces desistió atacarme.

Cuando estaban reunidas con los colibudentes, horas atrás, ella les entregó la dirección del hotel donde se iba a casar su rival.

-¿Y la invitación? -preguntó Belíver a ella en aquel entonces.

-Ustedes sólo entren al hotel vestidos como mariachis -le indicó ella-, cualquier cosa digan que fueron contratados, sino, descuiden, con que los vean como mariachis ya se lo supondrán.

Seguidamente, le entregó a Ortaquiz un pequeño aerosol, diciendo:

-Esto es por si sienten que huelen mal, cariño.

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora