XII Capítulo. Misión completada. Deportados en Rusia

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El amanecer sorprendió a los colibudentes, platicando en la acera.

-Esas comblásticas se burlaron de nosotros -lamentó Ortaquiz-, hasta se robaron mi mierda de broma.

-¡¿Quién se va a robar esa mierda?! -dijo Pulpop.

-¡Sólo en esa mierda piensas! -le dijo el coyote, pegándole con el diario en la nuca.

Luego, dijo mirando el celular:

-Ánimo, ahora buscaremos chicas mejores que... ¿Para dónde vamos?

-No sigas de necio buscando mujeres en ese chat -le dijo Pulpop-, mira lo que nos hicieron esas desgraciadas y no escarmientas.

-En ese internet debe haber algo bueno -insistió Ortaquiz.

-¡Sin dinero, no podemos salir con ninguna chica, bruto! -contestó Pulpop.

En eso, el coyote le sonó un periodicazo a Ortaquiz en la nuca. Después, aún temprano, fueron a devolver el Lada 1600 de dónde lo habían tomado, Ortaquiz lo estacionó frenando en seco y haciendo un giro, bajaron del auto sin dejar nada olvidado, salvo las llaves pegadas en el arrancador y se fueron, llegó el dueño con otro hombre, ya dispuesto a abrirlo desde afuera sin llaves, pero en eso vio que le faltaba el cristal delantero de la ventana izquierda de adelante, se quedó pensando y discutiendo con el que le acompañaba, metió el brazo por ahí, alcanzó las llaves y consiguió abrir la puerta, luego procedió a arrancarlo y se le apagó, se dio cuenta en el indicador que ya casi no le quedaba combustible. Una vez que los colibudentes habían abandonado el Lada, caminaban por la acera.

-¿Oigan, para dónde vamos? -preguntó Belíver.

-Creo que vamos al departamento -dijo Gericocho.

-¿Cómo suponen que llegaremos si ya no andamos el auto? -preguntó Pulpop.

Se quedaron pensando y el coyote la emprendió a periodicazos contra cada uno y por último se pegó con el diario en la frente. Pernabuco, al verse sin su bolso, al igual que los demás, recordó:

-Santos pistachos, y mis cosas están allá.

-Las mías también...y las mías... -repitieron los demás.

En minutos, aquella misteriosa furgoneta que los había llevado al departamento dónde se hospedaban, apareció y se detuvo ante ellos, se abrió la puerta lateral y ellos entraron, en su interior, les aguardaba un sujeto, y sus bolsos con sus pertenencias.

En la tarde, Shaggy se encontraba en su morada, en Portugal, con Siggy y Ortaquiz hijo, Shaggy insistió que debían refugiarse y no salir.

-Debemos irnos de aquí -sugirió Siggy-, sospecho que te han seguido los pasos, éste lugar no es una fortaleza, es un escondite que puede ser encontrado.

-Descuida -contestó Shaggy-, hasta ahora ningún enemigo ha encontrado éste escondite en los años que tengo de vivir acá.

-Sí, pero... -respondió Siggy.

En ese momento, se oyeron unas detonaciones.

-Vengan conmigo -les dijo Shaggy.

Entró a una recámara secreta donde tenía un monitor donde mostraba las tomas de las cámaras de seguridad, vio que entraron un par de encapuchados con misiles de asalto, y se percató que las cámaras de pronto fueron destruidas, por lo que ya no había más video, regresó sigilosamente con su esposa y Ortaquiz Jr., los llevó al garaje, iban a subir al Gepard, pero en eso la puerta fue tumbada y, una lluvia de balas entró al garaje, Shaggy vio que 2 de los neumáticos fueron desinflados por las balas, entonces se escabulló junto con el muchacho y su esposa a una terraza abierta que salía del garaje, removió el cobertor que ocultaba aquel vehículo que no quería mostrar a nadie y, dejó ver un helicóptero ultraligero con las aspas plegadas, entraron al vehículo, el joven se acomodó en el asiento de atrás, y los esposos adelante, cerró la escotilla y despegó tan rápido como pudo, justo cuando ya se había elevado, los gatilleros lo vieron y dispararon, afortunadamente ninguna bala alcanzó el ultraligero.

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora