V Capítulo. Misión a París

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Transcurrieron tres meses después de aquella fiesta bárbara, cuando Pernabuco y Beliver regresaban a la bodega donde habitaban, todos alegres con sus pasaportes en mano, en compañía de Christian, quien les indicaba que con esa visa Schengen los ciudadanos papúes podrán viajar a los otros países de la UE.

-¿Cómo obtuvieron esa tal visa a Shangai? -preguntó Ortaquiz.

-Es la visa Schengen -corrigió Christian-, señón, lo hicimos con la ayuda de una amistad mía y unos contactos que nos ayudaron con esos papeles para los enanos, nosotros no la ocuparemos pero los pigmeos sí, es por si nos echan de aquí, bueno, también es que pensamos visitar los demás países.

Seguidamente, Ortaquiz recibió una llamada que le sorprendió, de parte de una mujer, con un acento italiano, la cual decía:

-Señor Ortaquiz, ¿cómo has estado?...Me encontré con tu anuncio en internet, ese que dice "bromas pesadas de todo tipo, venganzas, causal de divorcios garantizados, no dudes en llamar al experto en bromas", aunque para serte franca, no pensaba contar con eso ni es muy usual que un bromista ofrezca sus servicios.

-Esa voz me recuerda... -dijo Ortaquiz nervioso, en eso se acordó de aquella villana que le disparó y lo abandonó dentro de un yate que contenía una bomba, y preguntó: "¿Quién demonios eres?"

-Relájate -respondió la mujer- ¿Has tenido muchos clientes por este anuncio?

Ortaquiz no respondía, ella prosiguió:

-Entiendo, tratándose de bromas tan peligrosas, no todos estarán dispuestos a pagar por los servicios del mejor bromista que hay en el Mundo.

-Suena tentador -dijo Ortaquiz- ¿Quién demonios es?

-Debes saber quién soy, sin rencores -contestó ella-, dime algo, ¿ahora donde te encuentras?

-Eh... -titubeó Ortaquiz.

-No hay problema, hemos rastreado tu número y te encontraremos, nos veremos este miércoles ahí en Londres a las 7 de la tarde, que tengas lindo día -respondió ella y colgó.

-No entendí nada -dijo Ortaquiz y en eso el coyote le pegó con ese mismo diario que anda en su mano desde hace días, por detrás de la cabeza, diciendo:

-¡Nunca entenderás nada, cabeza hueca!

En ese instante, Pulpop se le puso al frente, sujetándolo de los hombros, mirándolo fijamente con esos enormes ojos sin expresión del disfraz, diciéndole:

-¡A ver, cuéntanos!

-Amigos, creo que ya tenemos trabajo -respondió el payaso.

-¡Déjate de bromas -le dijo Pulpop- y dime de que se trata esa puta llamada!

Ese mismo miércoles, los colibudentes se encontraban sentados dentro un pequeño salón oscuro, iluminado solo al fondo, a la hora que aquella mujer indicó. La mujer se encontraba en la parte iluminada frente a ellos, junto a un tipo delgado y casi pelón, quien sus es su marido.

-Veo que no vienes solo -le dijo ella a Ortaquiz-, bien, 5 secuaces trabajarán mejor que uno, eso espero.

En seguida les indicó que se pongan de pie, y les dijo, con acento italiano:

-Buenas noches, señores, para quienes no me conocen, soy Gal-Urbe-Dazs.

De inmediato los colibudentes se rieron a carcajadas, de pie frente a ella.

-Ese nombre es más gracioso que el mío -espetó Belíver-, yo soy Belíver.

-Mi nombre es Christian Epuvelardo, digo Pulpop -dijo Pulpop y los demás se presentaron: "...Yo Pernabuco...Yo Moris el coyote...Y yo Ortaquiz..."

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora