VII Capítulo.Una cruel y acertada decisión.Los colib... en Roma y el Vaticano

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Ortaquiz Jr., Buitreman, Papamoscas y Roger llegaron a tiempo a encontrarse con sus allegados a la estación, los colibudentes y Nalguth venían prudencialmente más atrás para no toparse con Shaggy, el objetivo que perseguían sigilosamente. Los colibudentes entraron a conseguir los tiquetes de abordaje, luego salieron a la entrada de la estación donde aguardaban, de pronto llegó Ortaquiz Jr. a encontrarse con su padre, y le dijo:

-Papá, te estaba buscando.

-Hijo -respondió Ortaquiz-, ven con nosotros, eres el sétimo hombre en el Club.

-Papá, eres genial, muy chistoso y divertido, el hombre más cómico del planeta, pero vengo a despedirme -dijo el joven triste y apagado.

Ortaquiz se carcajeó con sarcasmo, y le preguntó: "¿Despedirte de quién?"

-Por mi propio bien debo apartarme de ti -prosiguió el muchacho-, te deseo mucha suerte en la vida.

-¡Por las heces del marrano! -gritó Ortaquiz, en ese momento pasaban detrás unas personas que se le quedaban mirando asqueadas, y él prosiguió:

-¡Te he dado la vida, te di mi nombre, te quiero hacer parte del Club, de mi circo, de mi banda y me vienes con esta mierda!

-No puedes hacer más por mí -respondió Ortaquiz Jr.

Su padre lo sujetó de los hombros, mirándolo fijamente de frente, y le dijo:

-Hijo ¿Si dejo el Club vienes conmigo?

-Lo lamento, papá -contestó su hijo-, no es tanto el Club, de igual forma, por ti sólo eres un peligro, por tu condición mental no puedes responsabilizarte de ti mismo, menos de un hijo, ve con tus camaradas, si eso te hace feliz.

-Me haría más feliz estar con mi hijo -dijo Ortaquiz-, pero la ley me ha apartado de ti.

-Lo sé, papá -contestó su hijo-, igual no te habías preocupado antes por buscar de qué forma podríamos vernos, fue que hasta ahora nos encontramos por pura casualidad.

-Estuve en ese maldito manicomio mucho tiempo -argumentó Ortaquiz.

-Y cuando estuviste libre tampoco te preocupabas por visitar a tu hijo aunque fuera una visita relámpago -replicó el joven-, si realmente me quieres, déjame ir, mi madre me necesita y yo a ella.

Las lágrimas de profundo dolor brotaban de los ojos asiáticos de aquel chiflado, que durante gran parte de su vida no ha tenido mínima seriedad, siendo insensible y malvado; ahora dándose cuenta de lo que ha perdido.

-Si puedo cambiar -propuso, más Ortaquiz Jr. contestó:

-Es muy tarde, jamás cambiarás y sabes que no puedes estar con mi madre.

El joven en eso recibió una llamada, y la atendió:

-Ya voy para allá, mamá, espérame ahí.

Colgó, se despidió con un breve y frío abrazo, y se apartó diciendo:

-El tren está por salir, debo irme.

Dio media vuelta y se fue corriendo. Minutos más tarde, Ortaquiz recibió un último mensaje de su hijo, quien sentenció: "Adiós, papá, cuídate"

Luego, el muchacho, con todo el dolor del alma, bloqueó a su padre en Whatsapp y lo borró de su lista de contactos.

-Por mi propio bien y el de mi madre -murmuró con tristeza.

Ortaquiz se fue a caminar de forma acelerada a las afueras de la estación y arrojó un basurero con una patada frente toda la gente, hizo un drástico berrinche en solitario, brincando y pataleando, y luego que había descargado su rabieta, regresó sudando y algo agitado con sus compañeros.

Los Imperdonables Colibudentes . La comedia del sigloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora