8. Darkness.

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A pesar de encontrarse en la misma habitación el sonido del televisor se sentía distante y completamente ajeno a él, en ese momento no tenía remoto interés en escuchar lo que sea que estuviese pasando en el mundo. Luego de un del tedio de ese día su único deseo era terminar con su cena e irse a tirar con su novio al sofá. Joshua había terminado su propia comida hace unos minutos ya y a diferencia suya, él sí se mostraba bastante entretenido con el noticiero.

—¿Lo has oído, musa? Al parecer se les ha vuelto escapar. —lo oyó decir mientras señalaba el televisor con índice, eso fue suficiente para traer su atención de vuelta a su alrededor. Las noticias mostraba a la cabecilla de los inspectores que llevaban el caso.

—Más vale que lo atrapen pronto, muchos han sufrido ya por su causa.

La mirada del castaño se posó sobre él y sin necesidad de palabras supo que no podía más de acuerdo con él. Por lo pronto sólo les restaba esperar, tampoco era como si pudieran hacer algo al respecto, ¿cierto? Pero lo que sí podían hacer era emplear su tiempo en algo más personal para ambos y por el brillo en su mirada, supo que Joshua tenía en mente lo mismo que él.

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Estuvo acechándolo entrada la noche, vio desde cómo se excusaba de sus colegas hasta cuando salió del edificio para fumarse un cigarrillo. Había estado listo para esperar e interceptarlo cuando no estuviera en presencia de sus guaruras, pero su buena suerte fue mayor y notó como comenzaba a deambular, cosa que terminó por alejarlo del sitio.

—Qué considerado, me ha ahorrado el trabajo. —Había relamido sus labios con una sonrisa retorcida asomándose en su rostro y como cualquier transeúnte fingió estar caminando con un rumbo específico.

Desde eso fueron ya unos minutos, ahora miraba aburrido como ese hombre regordete trataba inútilmente de huir de él, había reparado bastante tarde en su presencia y para cuando sintió el inminente peligro había caído ya directamente en su trampa. Nadie podía escapar de la boca del lobo. Era gracioso, simple y sencillamente gracioso. Uno pensaría que al tener tanto dinero personas con ese prestigio contarían con los protocolos de seguridad más estrictos, pero no era así y él, Zeth mismo, era la prueba viviente de que no era así.

No hizo falta nada más, el callejón le dio las de ganar cuando la única vía de escape era pasar justo por donde estaba de pie. Al parecer el hombre fue lo suficientemente listo para notarlo por lo menos, así que se dedicó a ofrecerle cantidades exuberantes de dinero, joyas, entre otras cosas.

—Creo que no lo entiendes, si yo quisiera algo de eso entonces lo habría podido conseguir sin problema. —Puso los ojos en blanco al explicar lo que para él resultaba obvio, ni siquiera tendría que tener por qué explicar sus motivos, aunque por la mirada que estaba siendo lanzada en su dirección supo a la perfección lo que preguntaba.

—Es fácil, quiero tu vida.

Entonces el grito lleno de terror reemplazó al silencio de la noche, pero Zeth se aseguró de acallarlo tan pronto como comenzó. Sus movimientos eran tanto limpios como precisos, la práctica hacía al maestro y él tenía de sobra. Ese era el rasgo que lo caracterizaba, jamás dejaba un desastre.

Ahora el hombre estaba tendido en el suelo, sangre brotando a montones de su cuello gracias al corte que había infringido a la yugular. Su hazaña estaba terminada. Casi. Del bolsillo de su chaqueta sacó la pieza de ajedrez, era uno de los peones y lo dejó justo al lado del cadáver. Jamás se iba de la escena sin dejar su pequeño obsequio y eso le había otorgado diversos apodos entre la prensa, incluso entre las mismas figuras de autoridad.

En fin, tampoco era como le importase. Lo que sí importaba era la hora y el hecho de que era momento de regresar a casa con su novio, debía preparar el desayuno para ambos, no sin antes reclamar sus mimos mañaneros. Ya vería esto más tarde en las noticias.

A hundred worlds where I still love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora