12-1. Fire Within Your Soul.

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Recordaba que cuando niño siempre llevaba consigo un encendedor o cerillos, por algún motivo el fuego era una de las pocas cosas que conseguían hacerle sentir en paz consigo mismo y con cualquier cosa que estuviera pasando en su vida. Siempre obtuvo reprimendas, claro está, siendo el tedio de tener que aguantar los regaños lo que poco a poco le hizo esconder esa afición al crecer. Ahora, a sus 33 años, aquel era su secreto mejor guardado (a excepción de su novio, obviamente) al punto de hacerlo sentir orgulloso el saber que ser pirómano nunca repercutió en su vida ni le impidió ser como cualquier otra persona.

O eso pensaba.

Desde que había fallado su audición para el papel protagónico en aquella obra su estado de ánimo fue en declive. Su cuerpo estaba allí, pero su mente estaba a millas de distancia y no podía evitarlo, no después de sentir cómo el esfuerzo que puso en los últimos meses fue tirado a la basura sin mayor miramiento. Claro que no pasó por alto los intentos de Joshua por animarlo, cada fibra de su ser agradecía que alguien intentase sacarlo del agujero de miseria en el que el mismo se había metido. Pero la verdad era que no importaba que tanto se esforzase su pareja, si él no ponía algo de su parte poco o mucho podría hacer para mejorar su estado y eso lo mataba, Joshua no merecía tener que lidiar con esa carga.

—No me pongas esa cara, agápi, George te espera hoy y dudo mucho que te deje faltar otro día, estaré bien, sólo serán un par de horas... —Los brazos en su cintura acentuaron su agarre y pronto el mohín en el rostro de su novio hizo de acto de presencia haciéndole reír con ganas. Si algo podría asimilar el efecto que el fuego tenía sobre su persona ese era Joshua, no necesitaba cargar con su encendedor en tanto lo tuviera a él.

Pronto cuando se hubo marchado a su trabajo quedó completamente solo en el silencio de su hogar, Myron y Parfum estaban ensimismados en su propio mundo, correteando de aquí para allá sin reparar en su presencia. Trató, realmente trató distraer su cabeza con otras cosas, pero al final su línea de pensamiento siempre se dirigía a la gaveta en donde tenía bien resguardado su encendedor favorito, aquel que sólo había usado cuando la situación realmente lo ameritaba.

"𝘚𝘶𝘱𝘰𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘳á 𝘥𝘢𝘯̃𝘰..." Fue lo que susurró la voz en su cabeza mientras la puerta de su habitación se cerraba tras de sí. Junto al encendedor había una numerosa cantidad de retazos de tela de todo tipo, las ansias le consumían al punto de sentir sus manos temblar. ¿Hace cuánto no se había tomado el tiempo de disfrutar ese elemento? Por sus reacciones no cabía duda que bastante.

Tenía las emociones a flor de piel cuando encendió el extremo de la tela y la forma en que el fuego iba acabando con todo a su paso le transmitió una tranquilidad que no supo explicar. Repitió esa acción una, dos, tres, cuatro veces, encontrando fascinantes a cada una de ellas. Poderoso, cálido, destructivo, no podía haber algo mejor que eso.

Allí en la comodidad que eso le transmitía no pudo evitar la ligera sorpresa que le golpeó cuando en lugar de estar contemplando a un mero pedazo de tela, vio a su conservatorio ser consumido por las llamas. La sala de ensayo, el escenario, todo estaba siendo destruido hasta quedar nada más que las cenizas de lo que alguna vez fue aquel lugar. No sabía qué pasaba, pero le agradó. No. Le encantó ver cómo el sitio que albergó su sueño para luego botarlo ahora estaba convirtiéndose en la nada misma.

Con una sonrisa torcida en el rostro continuó sumergido en su fantasía, ignorando por completo el plano real y la forma en que el fuego iba acercándose peligrosamente a los dedos que sostenían el retazo de tela. No podía, no quería salir de esa alucinación que le hizo tener un poco de venganza por sus sueños rotos. Sufrirían igual que lo hizo él.

—Zeth... Hey Zeth... ¡Te vas a quemar! —el grito fue suficiente para hacerle echar un respingo y ver el momento justo en que Joshua apagaba la poco que quedaba de aquel material. Entonces la vergüenza le consumió entero porque si bien su novio sabía de eso, nunca había tenido que experimentar alguno de sus arranques.

—Lo siento, yo... —sus palabras fueron interrumpidas cuando aquellos brazos que conocía a la perfección le estrecharon, eliminando todo rastro de la obscuridad que reinó en sus pensamientos segundos atrás. Todo se sintió bien de nuevo, ese abrazo, esa persona era su hogar y eso era lo único necesario para traerlo de vuelta incluso del fuego más demoledor.

A hundred worlds where I still love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora