26-1. Colors.

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—11:11. Pide un deseo, agápi —murmuró Zeth.

Joshua sonrió. Estaban en el jardín, porque la noche estrellada era demasiado bonita como para perdérsela. Sus hijos animalescos estaban tendidos a unos metros, agotados por el día lleno de juegos que habían tenido. Estaba echado con las manos en la nuca, y su humano estaba echado de forma perpendicular, con su cabeza recostada en el abdomen de Joshua.

Y el vampiro había pedido su deseo. Un deseo peculiar, teniendo en cuenta que últimamente el foco de su atención era la boda que se aproximaba. Este era un deseo sobre el pasado, el pasado que nunca regresa. Aun así, esa noche parecía ser que Zeth y él desearon lo mismo, porque el deseo surtió efecto y pronto el vampiro se vio transportado a aquel momento del pasado que había sido tan hermoso.

Joshua no consideraba que fuera merecedor de tanta belleza, pero inexplicablemente ahí estaba Zeth, vistiendo un pijama y mirando con un sonrojo su cuerpo semidesnudo.

Podía recordar ese día muy bien. Todo había sucedido tan rápido... El día que conoció a Zeth, el día en que pensó que una nueva presa caería en sus brazos, el día en que se dio esa atracción voraz entre ambos, el día en que Zeth le invitó a su casa, el día en que se llevó al humano a la cama y terminó enamorándose de él... Así, de golpe. Joshua lo recordaba porque había sido la primera vez que había conocido a alguien y ese mismo día había sentido necesidad de que su momento con ese alguien nunca terminara. Nunca le había pasado eso, el sentir tal conexión platicando con alguien y sentir que esa conexión era bienvenida e igualmente anhelada por la otra persona. Recordaba que Zeth y él habían bailado en la calle y a raíz del arte ambos habían profundizado en sus respectivas vidas.

Y cuando se había dado cuenta, había aceptado ir a casa del chico para seguir platicando. Cuando se dio cuenta ya había aceptado una copa de vino y ya estaba aceptando quedarse a dormir. El bailarín se lo había pedido, pero él había aceptado. Cuando se dio cuenta ya había caído bajo el encanto de Zeth y aquel pequeño can llamado Myron. Y había pretendido engañarse a sí mismo, diciéndose que solo se trataba de una presa más.

Já.

Tal como hizo ese día, Joshua lo buscó. Se dejó llevar por la atmósfera juguetona que les envolvió, por la tensión sexual del ambiente y la realización de que ese peligro le gustaba, la realización de que no conseguía ahuyentar a Zeth no importando qué hiciera o qué dijera. Ese día Zeth le había dado un beso en la mejilla, y no había huido despavorido cuando había bebido de él. Al contrario, él había mostrado real interés en conocerlo, en saber qué tuercas y engranajes lo hacían funcionar y comprender la razón detrás de ese funcionamiento. Entonces Joshua lo había besado, y lo besaba ahora, una vez más pero de la misma forma. Precisamente como si fuera la primera vez.



𝘙𝘦𝘱𝘳𝘪𝘮𝘪ó 𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘤𝘢𝘫𝘢𝘥𝘢 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘷𝘪𝘰 𝘢𝘭 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘥𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘯𝘨𝘰 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘏𝘢𝘣í𝘢 𝘴𝘪𝘥𝘰 𝘶𝘯𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘵𝘢𝘯 𝘢𝘥𝘰𝘳𝘢𝘣𝘭𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘭 𝘷𝘢𝘮𝘱𝘪𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘥𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴, 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶í𝘢𝘯 𝘧𝘪𝘫𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘢𝘭𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘣𝘢𝘪𝘭𝘢𝘳í𝘯. 𝘠 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘦 𝘨𝘪𝘳ó 𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘭𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘰 𝘫𝘶𝘳𝘢𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘣í𝘢 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰. 𝘚𝘪𝘮𝘱𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘭𝘢 𝘦𝘹𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪ó𝘯 𝘥𝘦 𝘡𝘦𝘵𝘩 𝘯𝘰 𝘵𝘦𝘯í𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘤𝘪𝘰.

𝘓𝘢 𝘴𝘰𝘯𝘳𝘪𝘴𝘢 𝘵𝘳𝘢𝘷𝘪𝘦𝘴𝘢 𝘦𝘯 𝘴𝘶 𝘳𝘰𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘤𝘳𝘦𝘤𝘪ó 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘣𝘢𝘪𝘭𝘢𝘳í𝘯 𝘢𝘤𝘰𝘳𝘵ó 𝘭𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢, 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯ó 𝘢𝘲𝘶𝘦𝘭𝘭𝘢𝘴 𝘷𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘱𝘢𝘭𝘢𝘣𝘳𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘦 𝘩𝘪𝘤𝘪𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘢𝘳𝘲𝘶𝘦𝘢𝘳 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘦𝘫𝘢𝘴.

—𝘈𝘴í 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘵𝘳𝘦𝘷𝘪𝘥𝘰𝘴... 𝘔𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢, 𝘮𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 —𝘴𝘪𝘴𝘦ó, 𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘵𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰 𝘺 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘪𝘮𝘱𝘳𝘦𝘴𝘪𝘰𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘡𝘦𝘵𝘩 𝘢𝘤𝘵𝘶𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘴í.

𝘌𝘳𝘢 𝘦𝘷𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘪𝘵𝘶𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘭𝘦 𝘨𝘦𝘯𝘦𝘳𝘢𝘣𝘢 𝘣𝘰𝘤𝘩𝘰𝘳𝘯𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘢𝘶𝘯 𝘢𝘴í 𝘢𝘩í 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢, 𝘱𝘭𝘢𝘯𝘵á𝘯𝘥𝘰𝘴𝘦 𝘥𝘦𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 é𝘭, 𝘥𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘢. 𝘜𝘯 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢ñ𝘰 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘦𝘵𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘭 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘭𝘦 𝘪𝘯𝘷𝘢𝘥𝘪ó, 𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘭𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘭𝘢𝘳𝘰 𝘺, 𝘦𝘯 𝘳𝘦𝘵𝘳𝘪𝘣𝘶𝘤𝘪ó𝘯, 𝘱𝘢𝘨ó 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘮𝘰𝘯𝘦𝘥𝘢.

—𝘊𝘳𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘢𝘭𝘨𝘰 𝘮𝘦𝘫𝘰𝘳 𝘦𝘯 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 —𝘥𝘪𝘫𝘰, 𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘥𝘪𝘦𝘴𝘵𝘳𝘢 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢𝘣𝘢 𝘭𝘢 𝘤𝘪𝘯𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘢𝘫𝘦𝘯𝘢 𝘺 𝘭𝘢 𝘳𝘰𝘥𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘢𝘱𝘳𝘰𝘹𝘪𝘮𝘢𝘳 𝘶𝘯 𝘱𝘰𝘤𝘰 𝘮á𝘴 𝘦𝘭 𝘤𝘶𝘦𝘳𝘱𝘰 𝘥𝘦 𝘡𝘦𝘵𝘩. 𝘊𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘯𝘢𝘳𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘴𝘦 𝘳𝘰𝘻𝘢𝘳𝘰𝘯, 𝘵𝘳𝘢𝘣ó 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘰—. ¿𝘘𝘶é 𝘵𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘦𝘤𝘦 𝘴𝘪 𝘣𝘦𝘣𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘪, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘦 𝘢𝘲𝘶í? —𝘪𝘯𝘲𝘶𝘪𝘳𝘪ó, 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶𝘴 𝘭𝘢𝘣𝘪𝘰𝘴 𝘴𝘦 𝘢𝘮𝘰𝘭𝘥𝘢𝘳𝘢𝘯 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘭 𝘣𝘢𝘪𝘭𝘢𝘳í𝘯. 𝘜𝘯 𝘣𝘦𝘴𝘰 𝘭𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘺 𝘴𝘶𝘢𝘷𝘦, 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤í𝘢 𝘢𝘵𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘢 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘢.


El vampiro sonrió en el ósculo, sintiendo su cuerpo entero arder. Recordaba nítidamente qué era lo que había seguido a su primer beso con Zeth. Su corazón, ese que nunca latía, empezó a mostrar señales de vida, y de pronto Joshua se impulsó hacia delante. Y abrió los ojos, encontrando el cielo estrellado sobre él y su musa. Una sonrisa se abrió camino en sus labios, y se acomodó mejor para poder darle un beso a su prometido.

Un beso que supo exactamente igual que el primero.

A hundred worlds where I still love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora