15. Soñar.

41 4 0
                                    



Érase una vez, en un mundo lejano, un hada llamada Josh Florian. Eran tiempos difìciles para ser hada. Ellas eran a quienes se recurría cada que alguna princesa necesitaba ayuda. Y las princesas siempre necesitaban ayuda. La mayoría de personas prefería ser princesa y no hada. La mayoría de seres en ese mundo estaba más preocupado respecto a qué podía recibir en lugar de qué podía dar. Ese era el problema. No había una cantidad de hadas lo suficientemente grande como para equiparar la cantidad de princesas.

Aun así, a Josh Florian le gustaba ser un hada. Por lo general era selectivo con las princesas a quienes ayudaba. No le gustaban las princesas que nunca hacían nada y solo esperaban ser rescatadas, tampoco le gustaban las princesas de falsos principios ni las que creían que una corona les hacía más valiosas que los demás. Ay, y las que se quejaban. ¡Esas eran las peores! Vivían creyendo que era obligación de las hadas ayudarlas, y rara vez agradecían de corazón. A Josh Florian ya le había tocado ayudar a varias de esas, y nunca se había llevado bien con ellas. Evitaba especialmente a las quejicas.

𝘚𝘰ñ𝘢𝘳 𝘦𝘴 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘢𝘳 𝘢 𝘶𝘯 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰
𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘢𝘴 𝘪𝘳...
𝘌𝘯 é𝘭 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘵𝘶𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘰𝘴
𝘴𝘪𝘯 𝘥𝘶𝘥𝘢 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘮𝘱𝘭𝘪𝘳.

Esas experiencias, sin duda, le habían vuelto más un cascarrabias que un hada, pero a Josh Florian eso poco le importaba. Al menos, poco le importaba hasta que conoció a Zeth Igno...

Zeth Igno era una princesa encubierta. Él tenía en sí todo lo que hacía a una princesa auténtica: era humilde, amable y disfrutaba ayudando a los demás. Josh Florian empezó a revolotear alrededor suyo sin darse cuenta, curioso por tan peculiar existencia. Descubrió que los padres de Zeth Igno le habían dado la espalda, y que la gente a su alrededor era bastante falsa. Zeth Igno hacía cosas por muchas personas, él trabajaba muy duro, pero los demás hacían poco o nada para aligerar su carga. A veces le daban las gracias de los dientes para afuera, y cuando Zeth Igno no estaba hablaban cosas malas de él.

Sarta de envidiosos, todos ellos.

Josh Florian era muy bueno viendo a través de las princesas, y él veía que Zeth Igno lo notaba..., que tenía que hacer todo solo en su castillo porque las otras princesas que vivían con él no tenían el mismo nivel de compromiso o no les gustaba trabajar. Ellas le sonreían a Zeth Igno cuando había momentos amenos, pero cuando se necesitaba que hicieran algo más, ninguna de ellas movía un dedo. Zeth Igno no decía nada, ni a esas princesas ni a cualquier otra persona. Aunque ellas lo merecían, no hablaba mal de ellas. Y Josh Florian lo veía, veía cómo no se quejaba pero internamente se deprimía, se desmoralizaba.

Las princesas como Zeth Igno no debían pasar por algo así. No, señor.

𝘛𝘦𝘯 𝘧𝘦 𝘺 𝘷𝘦𝘳á𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘥í𝘢
𝘵𝘶 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳.
𝘗𝘰𝘳 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘢𝘭𝘮𝘢,
𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘱𝘪𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘭𝘮𝘢
𝘱𝘰𝘥𝘳á𝘴 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳.

Su vena de hada madrina apareció entonces. Tomó forma humana y se presentó ante la princesa. Conversando en privado con Zeth Igno se dio cuenta de muchos rasgos de su personalidad. Era un chico pacifista y más bien tranquilo. Le faltaba un poco de... ¿cómo se llamaba? ¡Indignación! La indignación por lo general era considerada algo malo, pero en cantidad justa también era necesaria. Ayudaba a no ceder ante cosas incorrectas, a no tolerar cosas que no debían ser.

Josh Florian tenía mucha indignación. Cuando algo no le gustaba lo decía directamente o lo manifestaba, o a veces se ponía malo con la princesa que le provocaba la indignación. Zeth Igno no era así, su falta de indignación le dejaba en una posición vulnerable ante todos. Josh Florian podía verlo. Y a pesar de ser tan intrínsecamente diferente, sintió ternura. A pesar de que trataba a la princesa encubierta de forma más bien fría e incluso a veces le fastidiaba, sin que la princesa se diera cuenta él la ayudaba. Eran pequeñas cosas, detalles que le hacían la vida un poquito más llevadera, como una travesura a alguna princesa que le tratara mal, ayudarle a avanzar el trabajo del castillo sin que lo notara, dejarle comida para que repusiera energía y desaparecer antes de que llegara, entre otros. Zeth Igno debía ver que las auténticas cosas buenas también existían.

Él debía saber que la magia existía.

𝘚𝘰ñ𝘢𝘳 𝘦𝘴 𝘷𝘪𝘢𝘫𝘢𝘳 𝘢 𝘶𝘯 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰
𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘯𝘩𝘦𝘭𝘢𝘴 𝘪𝘳...
𝘌𝘯 é𝘭 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘵𝘶𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘰𝘴
𝘴𝘪𝘯 𝘥𝘶𝘥𝘢 𝘴𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘮𝘱𝘭𝘪𝘳.

Cuando llegó el baile por el cumpleaños del príncipe, Zeth Igno había estado preparando muchas cosas. Era uno de los organizadores, y estaba tan cargado de trabajo que ni siquiera iba a asistir al baile. Él tenía la ilusión de poder relajarse, olvidarse de los deberes y la gente un rato, enamorarse... Josh Florian intuía estas necesidades y, aunque fingía no percatarse o interesarse por ellas, estaba muy atento a la expresión de Zeth Igno. Siempre estaba atento.

Cuando llegaron las siete de la noche y todavía quedaba una infinidad de cosas por atender en el palacio del Rey, Josh Florian mostró su forma de hada. Y sí, la expresión de Zeth Igno fue un poema.

El hada se echó a reír.

—¿No te lo esperabas?

—¡Fuiste tú quien dejaba comida en mi habitación!

—Claro que no. Las hadas no podemos hacer aparecer comida —mintió con sequedad pero convicción, provocando confusión en el humano. ¿Tal vez desilusión? Josh Florian era un tanto complejo respecto a admitir cosas buenas que hacía, le era más sencillo admitir las cosas malas que las buenas.

Y sí..., era desilusión lo que veía en los ojos de Zeth Igno. ¿Tal vez había querido que dijera que sí? Interesante.

—Debes apresurarte. Ve a divertirte, baila mucho y conquista al príncipe —comentó con una media sonrisa, al mismo tiempo que extendía la diestra hacia el equipo de iluminación y su magia hacía que cualquier desperfecto se arreglase solo—. Tienes hasta la medianoche, princesa Zethicienta.

El tono socarrón de su voz hizo que Zeth Igno mostrase un mohín, y el hada rió con ganas. ¡Era tan divertido molestarlo! Extendió la izquierda hacia él, y el humano se espantó cuando su cuerpo giró y de pronto estuvo vestido a la moda. Un peinado cool, y maquillaje todavía más cool. Y los zapatos, uff, las zapatillas Nike más geniales.

—¡Soy el último grito de la moda! —exclamó Zeth Igno—. ¡Gracias, hada madrina!

Sonreía, y su agradecimiento había sonado con tal sinceridad que un poco del hielo que rodeaba el corazón del hada se derritió.

𝘛𝘦𝘯 𝘧𝘦 𝘺 𝘷𝘦𝘳á𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘥í𝘢
𝘵𝘶 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘭𝘰𝘳.
𝘗𝘰𝘳 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘴𝘶𝘧𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘢𝘭𝘮𝘢
𝘴𝘪 𝘯𝘰 𝘱𝘪𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘤𝘢𝘭𝘮𝘢,
𝘱𝘰𝘳 𝘧𝘪𝘯 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳á 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳...

El baile dio inicio, y luego de que el trabajo estuvo terminado, el hada revoloteó por los candelabros del palacio. Pudo ver a Zeth Igno robándose el show, bailando con el príncipe. Lucía como si estuviera teniendo el tiempo de su vida... Josh Florian miró el reloj.

Diez de la noche.

No quería, pero su trabajo con esa princesa había terminado. Al menos por ese día, Zeth Igno podía tener su 𝘍𝘦𝘭𝘪𝘤𝘦𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦. Y ser feliz, con el príncipe que lo hacía reír tanto y era tan genial. Regresó al castillo donde Zeth Igno vivía con las feas, para asegurarse de que no quedara trabajo pendiente (no iba a permitir que las otras princesas tomaran eso como excusa para arruinarle el momento a Zeth Igno) y despedirse de aquel lugar. Al cabo de una hora estaba sentado en la cama de Zeth Igno; por alguna razón no se sentía tan satisfecho...

—Bueno, adiós —dijo, poniéndose de pie, listo para adquirir su forma de hada otra vez e irse.

—¿Ya te vas?

Josh Florian tuvo que mirar dos veces para caer en la cuenta de que Zeth Igno estaba ahí. Por alguna razón, se sonrojó.

—¿Qué haces tú aquí? Es decir..., apenas son las once —exigió saber, atónito y avergonzado. ¿Desde cuándo actuaba así, todo torpe e imbécil?

Entonces fue Zeth Igno quien se sonrojó. Bajó la mirada, a la zapatilla que sostenía entre brazos.

—Tuve un mal presentimiento porque no te encontraba. Corrí rápido, pero se me cayó una zapatilla y regresé por ella porque yo —hizo una pausa, dejando el alma del hada pendiendo de un hilo—... yo no quería que me encontraran. Yo... Yo descubrí que no quiero un príncipe. Por eso volví.

Josh Florian nunca había sonreído tanto en toda su vida.

A hundred worlds where I still love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora