CAPÍTULO 7

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"Esas criaturas nefastas que traen perdición a nuestro mundo, abominaciones que se disfrazan como personas y andan entre nosotros. Seres del mal que nos seducen para apartarnos del camino de la luz, fragmentar nuestra fe y regocijarse con nuestro llanto mientras que nuestras almas se consumen en las brasas del infierno"

Fragmento del libro sagrado -.

Un círculo de luz, en eso se había convertido la entrada al pozo, un aro brillante rodeado con oscuridad; el tiempo parecía haberse ralentizado, mi cabello se ondeaba en el aire, mis gritos parecían ahogarse más y más, mis extremidades se extendían en busca de soporte, mi cuerpo a cada segundo se precipitaba más al fondo del pozo.

Mis sentidos se habían agudizado a tal punto que podía escuchar los latidos de mi corazón, mi pulso se había acelerado tanto, que sentía que en cualquier momento mi corazón podría abrirse paso sobre mi pecho y abandonar mi cuerpo. La imagen de Eudram extendiéndome la mano se hacía más nítida, en ese bucle de tiempo en que me encontraba, comprendí que el chico sin medir consecuencias, se había arrojado tras de mí para alcanzarme; que estúpido, por dejarse llevar de sus impulsos ahora él moriría conmigo. Seriamos dos jóvenes masacrados por las rocas del suelo del pozo de la asunción.

Eudram al tener un cuerpo más robusto que el mío logró un descenso más rápido, consiguió sujetar mi mano en el aire, pude sentir su fuerte apretón, con el que me impulsó hacia él, rápidamente me resguardó en un abrazo, su espalda emitió un resplandor que superó el brillo de los rayos de luz entrantes en la cueva.

Dos columnas de luz emergieron de la espalda del chico y se moldearon rápidamente hasta formar un par de alas emplumadas.

Las alas se batieron una única vez, pero solo eso fue suficiente, la fuerza que habían imprimido produjo una poderosa ráfaga de aire, parte del agua que reposaba en el fondo de la cueva se había convertido en roció y columnas de polvo habían sido levantadas; nuestros cuerpos habían finalizado un descenso, y permanecían en reposo en medio del charco de agua, sin ningún rasguño o moretón.

Eudram estaba agachado, con sus pies sumergidos y las emplumadas alas de blanco inmaculado se extendían a mi alrededor abrigándome, yo permanecía cargada en sus brazos, supe que solo la punta de mis pies había quedado sumergidas debido a la humedad que solo percibía en la punta de mis dedos, mis brazos rodeaban el cuello del chico, mi corazón seguía dando tumbos dentro de mi pecho, mi respiración se aceleraba, ambos permanecimos inmóviles en silencio, presos de la mirada del otro, deje que mis instintos se apoderaran de mí y acerqué mi rostro al de él, mis labios entraron en contacto con los suyos y sellamos en momento con un apasionado beso.

- ¡esto no puede ser verdad! -, el momento de romance fue extinguido por la voz de la rubia que retumbaba en el eco de la cueva.

Eudram y yo alzamos la mirada, la chica se encontraba en el borde del precipicio, había extendido su pierna como si quisiera realizar un paso de fe, su cuerpo al igual que el de nosotros descendió hasta el final de la cueva, aterrizando con una pose de superhéroe, Eudram se reincorporó, me colocó de pie y me puso detrás suyo, sus alas se encontraban extendidas y su cuerpo en posición defensiva.

La cueva en su interior era una gran cámara, mucho más grande de lo que me pude imaginar o de lo que se lograba apreciar a simple vista desde su acceso, el ambiente era frío y poco ventilado, la escasa iluminación permitía ver la roca gris que conforma el suelo y los muros, el terreno quebrado mantenía el agua acumulada en charcos localizados en toda el área de la gruta, así también hojas y troncos estaban por doquier.

- ¡SARA! -, la voz angustiada de Adal llegaba desde el exterior del pozo, seguramente había escuchado mis gritos mientras caía.

La mujer escuchó el llamado, pude ver por debajo de una de las alas de Eudram que agachaba un poco la vista mientras recitaba entre susurros palabras que no lograba entender, cuando finalizó sus oraciones una sombra fue emitida por su cuerpo, aquella oscuridad recorrió el suelo, sentí escalofríos cuando pasó por debajo de mis pies, la sombra ascendía por los muros de roca hasta llegar a la grieta en la superficie, los rayos de luz que ingresaban por la abertura se tornaron de color rojizo.

CELESTIAL: El encuentro de dos Mundos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora