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Dean había notado que Castiel había estado distanciándose la última semana, era 31 de diciembre, víspera de Año Nuevo.

Lo había notado más tenso, incluso había días en los que había ignorado completamente su existencia, Dean comenzó a torturarse con la idea de que tal vez no le había gustado su beso, que tal vez había odiado la cena.
Pero intentó no desanimarse mucho por eso, siguió con su plan de hacer otra pequeña cena para celebrar el Año Nuevo, esperaba que Castiel quisiese acompañarlo.

Castiel había salido a caminar por el vecindario, casi no había gente en las calles, pero dentro de unas horas todos estarían en Times Square esperando la caída de la bola.
Probablemente debía ir al hospital, llevaba dos meses o más que no se paraba por ahí, no tenía el valor para ver a su hermano entubado, la última vez que había estado con él tuvo un dolor de cabeza que casi lo hace desmayarse, Dean tuvo que ayudarlo esa vez.
Era algo que venía sucediéndole desde hace años, desde que le habían diagnosticado estrés postraumático lo que le causaba dolores de cabeza insoportables.

A veces pensaba que cargaba demasiado peso sobre sus hombros, se sentía culpable.
Apretó la mandíbula y cerró los ojos, no quería comenzar con los malos pensamientos.

Regresó a casa antes del atardecer un poco más calmado, no pudo ir al hospital otra vez.
Cuando entró al apartamento y se encontró con Dean cantando mientras limpiaba definitivamente le hizo sentir mejor, el rubio siempre estaba dispuesto a regalar una sonrisa, parecía como si todo el tiempo fuese feliz.
Cas se quedó observándolo unos minutos, hasta que Dean notó su presencia.

-Hola, no te había visto ahí.-Dean le sonrió y por un momento Castiel se sintió reconfortado.-¿Estás bien?

-Si.-Respondió aclarándose la garganta, se dirigió a su habitación y escuchó a Dean llamarlo, se detuvo en su lugar.

-¿Cenarás esta noche conmigo?-Castiel asintió sin mirarlo y se dirigió a su habitación.

A las 23 Dean tocó su puerta invitándolo a cenar, unos minutos después Castiel apareció en la cocina para encontrarse con una cena bastante diferente a la anterior, los platillos eran diferentes e incluso habían velas iluminando la cocina en lugar de los focos.
Dean llevaba una camisa de manga corta azul cielo con estampados de aves blancas y unos jeans negros.
Castiel pensaba que tal vez no estaba bien vestido para el momento, pues llevaba unos jeans anchos y desgastados junto con una sudadera verde botella.

Mientras cenaban fue Dean quien intentaba mantener una conversación y Castiel hacía todo lo posible por no contestar a secas.
Cuando faltaba poco para la media noche se trasladaron al sofá para ver la cuenta regresiva que transmitían desde Times Square.

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¡Feliz Año Nuevo!

Todos comenzaron a celebrar en la televisión y entonces Castiel sintió como unos labios tocaban los suyos, Dean lo estaba besando.

Le siguió el beso mientras que lo tomaba por la cintura para sentarlo en su regazo, continuaron besándose por un buen rato mientras de las manos de Castiel viajaban por la espalda y la cintura de Dean, el rubio aprovechó para acariciar el cabello de Cas mientras movían sus labios como si de una lucha se tratara.
Dean comenzó a mover las caderas, apretándose cada vez más el uno con el otro, lo cual hizo que Castiel soltara un jadeo pero no podía hacer esto, no se podía permitir disfrutar esto con lo que le estaba pasando a su hermano.
Tomó todo el autocontrol que tuvo y alejó a Dean, quien parecía desconcertado.
En serio que quería besarlo hasta que sus labios estuviesen hinchados, que la erección en sus pantalones le doliera de lo duro que estaba poniéndose, hasta que Dean le suplicara por más.

Pero no era momento para el placer.

Apartó a Dean de su regazo y se puso de pie sin decir nada.

-¿Qué pasa?-Preguntó el rubio confundido.-¿Hice algo que no te gustó?

-No debiste besarme.-Castiel se alejó del sofá.

-Yo pensé que...

-Lo pensaste mal.-Castiel lo interrumpió.-No lo vuelvas a hacer.

-Tú empezaste... tú me besaste primero.-Dean tomó valor.

-Pero no eres mi tipo.-Castiel se encogió de hombros y Dean sintió una punzada en el pecho, Castiel le gustaba y no es que se estuviera haciendo fantasías pero los últimos días habían sido... diferentes.

Se alejó por el pasillo bastante molesto dejando a Dean en el sofá, quien se sentía terrible por sus palabras. Estaba totalmente arrepentido.

Castiel cerró la puerta tras de él y miró sus pantalones, ya estaba duro. Gruñó molesto, sabía que debía acabar con ese problema o sino estaría incómodo toda la noche.
Tomó asiento en la pequeña silla que tenía junto al escritorio y vio la pequeña bola de papel que había obtenido de la habitación de Dean hace una semana. Desdobló la hoja y comenzó a leer, esta letra era diferente a las demás, era más redonda y casi cursiva.

Cas

Te deseo felices fiestas, hemos tenido nuestras diferencias desde que nos conocemos pero de verdad me agradas, no eres tan malo como todos dicen.
Puedo decir que te he tomado cariño y me atrevería a decir que me vuelves loco.
Eres indescifrable, a veces me odias y otras veces me besas. Siempre logras sorprenderme. Ojalá fueras más abierto, estoy seguro que seríamos grandes amigos.

Pd: Hombre, deja de ser tan perfecto alguna vez, eres demasiado para mi.

Muchos besos y algunos abrazos.

Dean.

Castiel estaba sin palabras, no podía creer lo que su compañero de piso le había escrito y por lo que veía no pensaba entregarle esa carta.
Lo que Castiel no había entendido es que Dean había escrito esa carta para desahogarse, para que de alguna manera pudiese decir lo que Castiel le hacía sentir.
El rubio se había arrepentido al instante de esa carta así que decidió deshacerse de ella.

Castiel dobló la hoja en cuatro partes y la guardó en su pequeño cajón de la mesita de noche.
Ahora debía bajar su erección y se sentía un hijo de puta.
Definitivamente no se merecía los buenos tratos de Dean.
No entendía porque decía lo contrario a lo que sentía, hacía lo contrario a lo que pensaba, se odiaba por eso.
Se prometió a sí mismo mantenerse alejado de Dean después de aquel primer beso pero no podía hacerlo.

Tomó la pequeña lámpara de noche y la azotó contra el piso molesto, odiaba tener tanta mierda en su vida.
Comenzó a destrozar su habitación sin saber que Dean estaba escuchando todo, el rubio pensó que ahora si había arruinado las cosas entre ellos dos.
Bajó la vista y le dio un trago a la botella de sidra, necesitaba emborracharse hasta no recordar ni su propio nombre.

𝙋 𝙍 𝙀 𝙔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora