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Muy bien, puedo tacharme de acosador y toda esa rama, pero lo que ocurrió sin dudas fue extraño. Casualmente, se me había ocurrido personalmente preguntarles a mis suegros sobre su hijo mayor; en estos casos, mi pareja.

Las cortinas estaban corridas, no permitiendo ver algo en el interior, y las luces apagadas, puesto que no se reflejaba en la tela. Primero creí que estaban durmiendo, sería lo más obvio a estas horas de la noche, pero cuando analice mejor la situación, era obvio no había nadie.

Llamé a la familia del telepata, manteniendo fija mi mirada en la gran mansión, como si esperara que repentinamente se iluminara el lugar y apareciera alguien allí.

Cómo era de esperarse, todos me enviaron al contestador.

No podía esperarme menos de ellos. Pensé, bufando por inercia.

-¿Dónde están todos?- murmuró el único hombre ahí para sí mismo, continuando con la mirada en el jardín. -¿Acaso fueron secuestrados y llevados a Alemania por órdenes de algún líder?...No me esperaría menos de Lenhsherr. - sabía que el antes nombrado, era capaz de muchas cosas para mantener a salvo a su familia. Ese sería otro pedo diría su amigo mercenario, por lo que no se daba el lujo de desviarse del tema principal.

Bien, ninguno puede estar desaparecido, no era lógico. Además, si fuera así, habría salido en las noticias, asique lo hubiera visto por sí mismo, como también Stark o Romanoff le hubieran avisado.

-Bebé, si vuelves, prometo comportarme mejor, encerio. - susurró una vez más, a pesar de sentir que esa promesa se la llevaba el frío viento de la noche. -Solo...Solo regresa a mi vida. -

SESENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora