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Cómo tiempo libre, me la pasaba enseñando arquería a chicos más jóvenes con un entusiasmo igual al que Lila tenía en su adolescencia. Claro que no fue difícil, pero después de todo lo ocurrido y sin Pietro para animarme a seguir, dejé de hacerlo.

Le expliqué a mis pupilos porque dejaría de ser su profesor. Ellos lo entendieron muy bien, sorprendiendome a su paso porque creí que se podrían caprichosos.

No obstante, dejé de hablarles.

Era el tercer lunes del mes, un lunes aburrido y deprimente. Pero aún así, se me ocurrió juntarme con algunos de mis antiguos compañeros. Tal vez, ver nuevas caras pueda servirme.

Solamente uno estaba libre, asique preferí estar con él, al menos un tiempo.

-¿Entonces aceptas?- en su voz, se notaba una pequeña emoción en aquella pregunta. -Podemos vernos en tu casa, si no te molesta. ¿Todavía vives en el mismo lugar?- asintió a pesar que el chico en el otro lado de la pantalla no lo viera, dando un saludo y cortando la llamada para prepararse rápidamente.

Cameron, ese era el nombre del muchacho.

SESENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora