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Más pronto que tarde, para mi gusto, otro inicio de semana aparecía para hacer su gran acto de presencia. ¿Acaso había alguien en este gran mundo que le gustara ese día?

Quise llamar a Tasha, ella más que nadie entendería lo que me ocurre y podría darme consejos dignos de una mejor amiga, sean alentadores, o no tanto. Sin embargo, apenas tomé mi teléfono, deseché la idea.

Hice lo mismo con el pequeño Cameron, la última vez me sentí bien en su compañía, pero a pesar de ese pensamiento, cambié de opinión al último instante.

-No estoy de un ánimo favorable como para darle alguna explicación a alguien sobre cómo me siento. - se repitió nuevamente, dejando el móvil por dónde lo dejó en el momento que se arrepintió de esa llamada. - Ni siquiera yo lo hago, ¿Porque ellos si podrían?...Solo Hades lo hace. - el agente acarició la cabeza del recién nombrado, ese cachorro era el único que lograba sacarle una sonrisa. -Aunque me sienta solo o...Extrañe la compañía de mis amigos no puedo, simplemente...No puedo darles la cara. -

Tampoco me apetecía ir a trabajar, pero faltar o rechazar las misiones asignadas sin ninguna razón, solo haría que me lleve una de esas molestas quejas del pirata, como también un descuento del sueldo que casualmente, su querido amigo Tony pagaba.

La casa no se encontraba en las condiciones más estables, puesto que no se me pasó en ningún momento por la cabeza limpiar cada habitación, o mínimo, tirar la basura desde que pasaron esas dos tortuosas semanas de otro mes sin mi mocoso.

En fin, cualquiera que me viese, no le haría falta ni un poco de razonamiento como para etiquetarme superhéroe con un corazón herido.

Y, ¿Que me servía proteger la vida de las personas, si no podía protegerme a mí mismo de estas situaciones?

O así pensaba, al menos hasta que llegó de nuevo el ansiado sábado, dónde Rogers y Stark decidieron visitarme.

SESENTA DÍAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora