EN LONDRES HACE DOS MESES
—¡Un rib-eye con patatas al ajillo y ensalada de la casa!
Escucho al chef ejecutivo y me esfuerzo en recordar cómo es la ensalada de la casa. Es uno de los platos que le toca a mí estación, la de cocina fría.
—¡Cristian! Una ensalada de la casa—. Me dice el encargado de la estación, solo somos él y yo.
Después lo veo alejarse hacia la cámara de refrigeración dejándome solo con un plato que no recuerdo como hacer. Vaya, creo que ahora solo soy yo y que mal momento. Hoy llegaron más comensales de los que se tenían previstos y la producción se acabó. Debería ser yo el que vaya a resurtirse a la cámara pero hoy tengo que sacar comandas, llevo en The Old Steak House una semana y el chef dice que debo aprender. Y aquí estoy, deseando que esto se termine ya.
Supongo que me veo apunto del pánico porque la chica en la estación a mi lado decide ayudarme.
—Lechuga italiana, lechuga sangría, naranja en supremas, cebolla morada, aceituna negra, y queso feta—me dice—. Ah y vinagreta de jugo de naranja, aceite de oliva y sal.
Mi primer pensamiento es que no me agrada para nada esa ensalada y tal vez por eso la olvide. Me pongo a trabajar y me siento en problemas cuando empiezo con la vinagreta. La chica a mi lado viene ayudarme, y yo miro hacia arriba y le doy las gracias a Augusto Escoffier, que en el cielo este.
—Mira, solo usa lo que quedo en la cáscara cuando pelaste la naranja—me dice exprimiendo en un bol lo que quedo en las cáscaras—, luego el aceite de oliva y con un tenedor lo mezclas y pones sal.
Y así sin saber bien como mi ensalada ya estaba lista y saliendo a comedor. Yo mire de reojo a la chica durante lo que quedaba del servicio, conforme la seguía viendo trabajar estaba más y más seguro de que me había enamorado.
Cuando por fin terminó el servicio y estabamos a punto de comer consigo sentarme junto a ella.
—Oye, muchas gracias por ayudarme hoy—. Le digo algo nervioso.
—De nada, yo también fui nueva—me sonríe—, se lo que se siente. Vas a mejorar con el tiempo, tú tranquilo.
Me da un apretón en el hombro y yo me doy cuenta de que no se su nombre.
—Soy Christian. Le digo y extiendo mi mano.
—Lo sé— suelta una risita y toma mi mano—, Samantha pero me dicen Sam.
Continuamos charlando y comiendo. Ella me da algunos consejos útiles y yo me prometo a mí mismo nunca olvidarlos. En eso, el chef entra a la cocina.
—Sam—la llama—, Mr. Dawson pregunta por ti.
Mr. Dawson es el contador del restaurante, está aquí unas horas algunos días. También es contador de otros lugares.
Sam voltea a verme y me guiña un ojo, y yo definitivamente estoy enamorado.
—Ya vuelvo, no te acabes toda la comida Chris.
Ella no volvió a comer, me quedo pensando que podría haber pasado mientras trapeo el piso de la cocina. Nos turnamos para esto y hoy me tocó a mí. Después de trapear la cocina me dirijo a barrer el almacén, ya quiero ir a casa. El almacén es un cuarto no muy grande y tiene estantes acomodados en hileras con todo lo no perecedero que utiliza el restaurante. Estoy barriendo la parte más cercana a la puerta cuando escucho un ruido que viene desde atrás. Me acerco a ver qué sucede y veo que hay una persona sentada en el suelo, como es un cuarto un poco oscuro no estoy seguro de quien es. La persona se levanta, se limpia la nariz con la manga y se acomoda la filipina.
—Oh Chris, eres tú. Te tocó la limpieza.
Es Sam pero no se escucha muy contenta, no como cuando hablamos en la comida. Creo que ha estado llorando pero no puedo estar seguro, no me mira de frente.
—Sí, soy Chris el barrendero.— ¿Chris, el barrendero? ¿En serio?
Ella se ríe pero sin humor. Luego sorbe la nariz y se vuelve a limpiar con la manga. Está mirando a sus pies y ahora estoy seguro de que ha llorado.
—¿Estas bien?— Pregunto.
—Sí, no te preocupes— se queda callada unos segundos y añade—. Tuve un mal día, es todo.
Parecía un día bueno hasta que desapareció de la cocina, me pregunto qué pasó en esa hora.
—Ya tengo que irme— dice y trata de pasar a mi lado pero sin mirarme.
Entonces cuando pone su mano en mi hombro en un gesto silencioso para que la deje pasar mi atención se dirige a su manga, con la que se limpió la nariz momentos antes. Está llena de sangre y el frente de su filipina también tiene unas gotas.
—Sam ¿Qué sucedió?
—Nada, no le digas a nadie que me viste aquí, por favor— me mira suplicante.
Supongo que voltear a mirarme fue un acto reflejo porque ahora estoy viendo lo que intentaba ocultarme. Hay una gran marca entre roja y morada en su pómulo derecho, puedo ver que su nariz ha sangrado y además sus ojos están hinchados por llorar. Alguien la golpeo.
—¿Quién te hizo eso?
Mi pregunta hace que vuelva a girar la cara. Yo me acerco y le tomo la mano cuando veo que empieza a llorar de nuevo.
—Por favor, no digas nada Chris.
—Pero Sam, si alguien te golpeo...
—No, no es nada—me mira asustada—, él solo estaba enojado.
¿Qué clase de hombre golpea a una mujer solo porque esta de mal humor? La peor clase, supongo.
—Eso no lo justifica. ¿Quién fue Sam?— Digo con la manos en puños.
—No importa— dice entre hipidos—, él no es así siempre, solo estaba celoso porque el chef le dijo que te ayudé y que charlamos, no lo hará de nuevo.
Yo no me puedo creer esto. ¿Quién es él? Se fue porque Mr. Dawson la buscaba ¿él fue quien la golpeo? ¿Están juntos? Ella está abrazándose a sí misma mientras llora y yo no puedo sentirme peor, se ve tan vulnerable. Sin poderlo evitar, me acerco y la tomo entre mis brazos.
—Por favor, no le digas esto a nadie— se aparta y pone sus manos a ambos lados de mi cara— Por favor Chris.
En eso se oyen pasos acercándose, seguro no escuchamos cuando abrieron la puerta, yo que aún tengo mis manos en la cintura de Sam la acerco más a mí.
—¡Ups!— dice una voz femenina.
Los dos volteamos al mismo tiempo, creo reconocer a una de las meseras pero no estoy seguro. Sam se pone blanca como papel.
—Perdón por interrumpirlos—dice la chica cubriéndose la boca con una mano y soltando una risita—. Que suerte tienes chico nuevo.
Me guiña un ojo. Se da la vuelta y empieza a alejarse y yo la miro sin estar seguro de que paso.
—Lo que pasa en los almacenes se queda en los almacenes chicos—. Escuchamos su voz antes de que cerrara la puerta tras ella.
Sam se aparta de mí bruscamente.
—Me tengo que ir— dice y empieza a caminar hacia la puerta.
Yo me quedo parado en el almacén sin saber bien a bien que acaba de suceder. ¿En qué líos me he metido? Tomo la escoba y continuo con la limpieza, ha sido un día largo, quiero irme ya.
ESTÁS LEYENDO
El Recetario del Amor
Romance"Él está de pie frente a mí, una de sus manos está apoyada en la pared a lado de mi cabeza y la otra en mi cintura, sus ojos no dejan los míos ni por un segundo y casi puedo sentir su aliento acariciando mi piel. Es como si temiera que escape de él...