La Venganza De Takuma

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Al llegar a los terrenos del clan Uchiha, Hinata le dio un fuerte apretón para detener los pasos de Sasuke. El chico se volteó hacia ella, observando aún los rastros de un par de lágrimas secas en sus mejillas.

Por Naruto.

—Y-Yo...

Un par de aves salieron volando con estrépito de un árbol cercano, lo que provocó que su interés se dirigiera al cielo, al movimiento de las alas y la dirección que tomaban. Pronto regresó a ella con la esperanza de no haberle quitado la intención.

—¿P-Por qué no me ha-blaste de tus... Sentimientos?

—¿No era obvio?

Ahora que lo pensaba, sí, fue demasiado obvio.

—¿Y Sakura?

No de nuevo, pensó. Comenzaba a hartarse. Sakura esto, Sakura lo otro, Sakura aquello. Sakura, Sakura, Sakura. ¿Alguien pensaba en Hinata o en él? ¡Poco escuchó el nombre de Naruto!

—No quiero que...

Sasuke la jaló del brazo, se inclinó, se acercó a sus labios. Hinata entrecerró los ojos.

—Yo te quiero a ti.

Jaló su rostro para terminar con el pequeño espacio. Una pareja de aldeanos pasaba por esa calle, sorprendidos, ruborizados y un tanto escandalizados observaron la imagen de dos chicos enamorados. El estupor de reconocer quienes eran, pero el recuerdo de esos pasados compartidos les permitieron saborear un efímero beso. Rozó su nariz contra la de Hinata antes de mirar hacia los dos aldeanos. Estos siguieron su camino después de recobrar la vergüenza de verse entrometidos.

Sasuke y Hinata se adentraron en la casa del chico, aún tomados de la mano. Hanabi los recibió dejando escapar el aire con reciente tranquilidad.

—Están bien.

—Sí, lo estamos. Ahora deben esconderse.

Sasuke lo había pensado mucho mejor al regresar a casa. Sin el Sharingan y el Rinnengan no podría contra el oponente. Al menos, el taijutsu lo liberaría de una buena batalla. Debía tomar su katana. Hinata tomó a Hanabi, a las dos pequeñas y a Yamamoto. Los llevó a la biblioteca.

—Ustedes se quedarán aquí.

—¿Qué? —preguntó Hanabi incrédula—. Tu debes quedarte con nosotros. Son órdenes de papá.

Hinata tocó el sello para aplicar chakra. La puerta apareció, la hizo a un lado e instó a que todos entraran.

—No sin ti.

Yamamoto entró con sus nietas, esperando al pie a que Hanabi le siguiera.

—No puedo sólo esconderme.

—¿Y yo sí?

Sasuke tomó su katana, salió de su habitación con sigilo y se quedó quieto para escuchar más allá del tercer plano. Unas pisadas imperceptibles, un ligero corte en el aire por los movimientos, nada más. Los ninja se habían infiltrado y comenzaban a moverse con sigilo por la aldea, hasta dar con él y con Hinata. Esperó paciente a que alguno de ellos tocara o pisara sobre el sello para recibir un par de choques eléctricos del elemento rayo.

—¡AGHHH!

Ahí están.

Hinata empujó a Hanabi al escuchar el gritó y cerró la puerta. Su hermana gritó un poco más antes de ser jalada por Yamamoto. Hinata activó el Byakugan y observó como los chakra se movían con sigilo por las calles tranquilas de la aldea y los techos de las casas. El grito de los ninjas y el flujo de chakra en forma de energía eléctrica recorrer los cuerpos y distorcionarlos junto al dolor, algunos se quedaron mirando, otros buscaron el origen de tal ataque. Sasuke estaba cerca de ella, en la otra habitación, a unos metros. En su rostro pudo ver el sello impuesto en ambos ojos. Lo temía. No quería ser una carga y confiaba en que a su lado podrían tener una victoria. Unidos.

Ojos sin pupila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora