Que Empiecen Las Misiones; Un Ligero Problema

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Kakashi le mandó a llamar. Sasuke se presentó a medio día en el despacho del Hokage. El asunto era hablar sobre la autorización de parte de los cinco Kages de realizar misiones dentro de la aldea. Ante la petición de Sasuke sobre los terrenos del clan Uchiha, Kakashi mandó un escrito a cada Kage con la información necesaria sobre el hecho. El Raikage veía con buenos ojos que Sasuke llevara a cabo la construcción de su antiguo hogar en la aldea escondida entre las Hojas, pues eso significaba un paso más hacia su total redención. El chico conservaba una buena conducta.

Kakashi buscó el historial ninja de Sasuke en la bodega. Viejo, arrugado y un poco polvoriento, tomó el folder con la foto de Sasuke de 12 años, su tarjeta ninja, el reconocimiento de la academia ninja y la solicitud a los exámenes chunin. Hizo un nuevo folder y agregó las aptitudes, habilidades y destrezas que pudo observar durante la Gran Cuarta Guerra Ninja a su curriculum. Aunque Sasuke merecía el reconocimiento como Jōnin, aún faltaba un largo proceso para obtener la total aceptación y perdón de los demás Kages.

Fácilmente podría llevar misiones de rango A o S y aspirar a ANBU. Kakashi tomó 3 hojas de una pila de papeles, la que correspondía a misiones de rango D, y las leyó antes de dejarlas sobre el expediente. Estuvo tentado a tomar dos más, pero pensó que Sasuke debería elegir el número de misiones que haría en un sólo día. Considerando su capacidad, tres eran buenas ofertas para empezar. Si antes del atardecer las tres misiones estaban completadas, entonces le daría dos más.

—Aquí tienes.

Sasuke observó la primera: ayudar a un anciano a llevar unas bolsas al otro lado de la aldea. La segunda: pegar unas tablas en el techo. La tercera: buscar un gato.

El dichoso gato.

—Si terminas antes del atardecer te doy dos misiones más.

Sasuke negó.

—Tengo otros planes.

Kakashi alzó ambos hombros. Sasuke salió del despacho del Hokage, su primera misión lo esperaba al pie de las escaleras con cinco bolsas enormes llenas de fruta y verdura. El anciano se encontraba encorvado y demasiado débil, llevaba un bastón con el que podía caminar. Sasuke frunció el seño antes de sentir incomodidad y un cierto atisbo de vergüenza combinada con preocupación.

—Disculpe, joven. Espero que no encuentre en este viejo alguna carga.

Sasuke negó. Tomó las cinco bolsas y comenzaron a caminar despacio.

—Hace un buen día en Konoha a pesar del tiempo —comentó con agrado.

El anciano sonreía al verle. Llevaba un par de chamarras gruesas y a través de las mangas podía observar sus huesudas muñecas. Su cabello canoso caía corto hacia atrás, sus pantalones de lana y unas sandalias protegían sus pies del frío suelo. Sasuke sintió el impulso de darle su chamarra.

—Usted debe estar muy cansado, ¿quiere ir en mi espalda?

—No quiero molestarle, joven. Gracias.

—No es molestia. Usted debería estar descansando.

—Ay, el descanso —gimió el anciano con diversión—. No son tiempos para andar descansando.

—Considere mi oferta —pidió.

Caminaron un poco más antes de que el anciano por fin aceptara.

—Ya lleva mucho peso, joven. No creo que...

—No importa, de verdad.

El anciano se acomodó en su espalda. Sasuke caminó a su ritmo.

—Ojalá muchos de los ninja fueran como usted, joven. Verá, no es la primera vez que pago porque lleven mis bolsas hasta donde vivo. Soy abuelo de dos niñas pequeñas, quedé viudo hace más de 8 años, los padres de mis nietas murieron en la guerra y apenas puedo hacerme cargo de ellas. Me da mucha pena pedir ayuda, pero tengo que aceptar que el tiempo no perdona y que mi cuerpo responde a la cruel realidad de la vejez.

Ojos sin pupila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora