Konoha

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—Tienen que enfrentarse.

Kakashi suspiró con pesadez. No fue por cansancio. Las palabras de Hagoromo se le antojaron proféticas e inminentes. ¿Debía preocuparse? ¿Preguntarle cómo evitar lo inevitable? La vida de Naruto se basó en perseguir a Sasuke para enfrentarlo y la de Sasuke en huir para vengarse.

—Se vienen tiempos difíciles para la aldea oculta entre las hojas. También para ti, Hatake Kakashi.

Lo sabía. Después de la gran cuarta guerra ninja y el estado en el que quedó Lady Tsunade, era obvio. Dudaba que siquiera le dieran el poder de elegir.

—No sé si...

—Lo harás bien.

Hagoromo reposo su mano derecha sobre el hombro del shinobi. Sabía que haría un buen trabajo. Sellar a su madre fue la prueba de las grandes cosas que el ninja a lado de él puede lograr. Guiar un equipo era sencillo, una nación sería difícil pero no complicado.

.

.

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Parpadeó un par de veces y lo recibió un techo de lona verde oscuro. Desorientado, miró a su izquierda y vio un jarrón pequeño, con un asa. Una rosa roja. Sus pétalos se encontraban con una fina orilla amarillenta, al igual que el agua. Sasuke se preguntó quién lo habría visitado. Seguramente una chica. Se encontraba en una pequeña carpa, acostado en una camilla y con una mesita a su izquierda. Como una pequeña sala de hospital, sólo que sin el olor a medicamentos y enfermedad. Parecía de día, se dibujaba una franja en la esquina, seguramente era la entrada a la carpa.

Intentó levantarse y se sorprendió al sentir su cuerpo adolorido. Tenía vendas en su torso y una fina frazada cubría su estómago hasta sus pies. Movió sus hombros al mismo tiempo que fruncia el seño y soltaba un gemido de dolor. Gajes del oficio, pensó. La guerra le dejó lesiones y después..., lo que sucedió a Naruto, Zetsu negro, Hagoromo, su Rinnengan. Su cabeza le mandó una punzada de advertencia. Descansa, no es momento de pensar.

No era momento.

Sasuke recargó su cabeza sobre la almohada y cerró los ojos. Escuchó el suave golpeteo del viento chocar contra la lona y pareció que eso comenzó a arrullarlo.

Se quedó dormido mientras imágenes de Itachi comenzaban a asaltar su mente. El asesinato de su clan. Itachi junto a un Akatsuki de piel azul y rasgos de tiburón. Después un Itachi moribundo y uno resucitado. En un remolino confuso del sueño, Sasuke se encontraba con su padre e Itachi, este con su capa de Akatsuki. Su padre murmuraba algunas palabras que no entendia. Pensó que su padre elogiaba a su hermano mientras ignoraba su presencia.

Como siempre.

—Konoha es...

¿Qué es?, se preguntó Sasuke. Hubo un estallido en el techo, el cual se cayó. Itachi empujó a su padre y Sasuke se quedó mirando hacia el cielo nocturno. Un Sharingan lo miraba. Una luna roja se burló de él y Sasuke chasqueó la lengua.

Konoha. Konoha. Konoha. Konoha, Konoha, Konoha.

Alguien le susurraba con insistencia. ¿Qué es? Sasuke abrió los ojos. Se encontraba en el mismo lugar, en las mismas circunstancias. Intentó pasar saliva y su garganta raspó. Necesitaba agua. Miró hacia la mesita y el jarrón seguía en el mismo lugar. No hay nada más. Sasuke intentó acomodarse en la camilla, su espalda dolía de estar en la misma posición.

—Sasuke.

Unas manos se acercaron para ayudarle. Sasuke se quejó un poco y Sakura le acomodó la almohada.

Ojos sin pupila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora