Una Cita; Una Charla

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Sasuke llevaba a cabo tres misiones de rango D al día sin sudar ni una gota a pesar del calor que inundaba a la aldea. Después se iba a los terrenos del clan Uchiha para darse un baño con el objetivo de merodear por los terrenos del clan Hyuga hasta que Hinata aparecía detrás de la puerta principal. La segunda vez que lo hizo, Hiashi salió a saludarlo y a decirle que tenía acceso, que podía entrar cuando el gustase. Sasuke le agradeció, pero siguió quedándose afuera.

—¡Sasuke!

Hinata aparecía sonrojada y agitada. Sasuke sonrió.

—¿Te hice esperar demasiado?

—No. Ni siquiera cuando me fui hace dos años.

Tomados de la mano, Sasuke la guiaba por cada rincón de la aldea hasta diferentes establecimientos de comida. Las diferentes misiones le había dado la oportunidad de recorrer cada rincón de la aldea y conocer a varios aldeanos. Se acercó a un establecimiento donde servían takoyaki.

Conocía sobre las artes culinarias de la chica frente a él. Suponía que, en su estancia en el Gran complejo Hyuga, la chica se dedicaba a preparar los alimentos, mientras que su hermana aprendía lo necesario para liderar el clan en el futuro. No era difícil intuir que Hiashi había dejado que su primogénita escribiese su futuro por ella misma, si embargo, le resultaba abrumador que no hiciera lo mismo con la pequeña.

—Quiero entrar en ANBU.

Lo sabía. Sasuke quería hacer lo mismo, no por las misiones o la economía, sino por estar cerca de ella. Las misiones de ANBU podían ser cortas o largas en cuestión de tiempo. ¿Cuánto tiempo la vería? Quería verla siempre. Había considerado pedirle que viviera en los terrenos de su clan, pero algo dentro de él aún no estaba listo para un paso tan importante, además, eran demasiado jóvenes aún.

—Hazlo.

Estaba seguro de alcanzarla pronto. Aún si ella iniciaba las misiones, él seguiría trabajando duro.

—Gracias, Sasuke. ¿Ya sabes qué harás? La aldea oculta entre la roca llevará a cabo los exámenes chunin este año.

Tendría que buscar un equipo y los permisos para salir y entrar a las aldeas. Que fácil la tuvo Naruto.

—Los presentaré —aseguró.

—Estaré ahí para verte —prometió Hinata.

La mano de Sasuke recorrió la distancia que los separaba encima de la mesita. Entrelazó su dedo meñique con el de ella.

—Es una promesa —reiteró.

Hinata asintió. Una pequeña de 8 años se acercó con dos platos pequeños a su mesa. Sus ojos almendrados de un verde oscuro escudriñaron la apariencia de Sasuke. Había dejado ambos platos encima de la mesa de la pareja, pero se había detenido a ver la manga que caía sin materia sobre el regazo de Sasuke. Su vista subió y se topo con ese ojo oscuro y el otro morado. Su boquita se abrió de asombro y miedo.

—No tengas miedo —pidió Hinata. La chica le tocó el hombro—. Es un buen hombre.

La pequeña se maravilló de los ojos de Hinata y olvido por un momento su impertinencia con el Uchiha. Sasuke sonrió levemente. Tal gesto hizo que la pequeña sonriera también. La chica de los ojos extraños tenía razón. Se fue, dejándoles con la sensación de un momento incómodo.

—¿Soy un buen hombre?

Con todo y defectos. Hinata apostaba al sí.

Un par de risas se escucharon cerca de ellos. Una de ellas les era demasiado familiar. Su presencia apareció un par de segundos después en medio de un par de chicas.

Ojos sin pupila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora