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¿Desperdiciar la oferta de ir al pueblo? ¡Nunca!

Estaba cansada de estar encerrada en ese castillo las 24/7 que cuando mi abuela pregunto si quería acompañarla a hacer la compra no lo dude, pegue un pequeño grito en afirmación y salí corriendo escaleras arriba para llegar a mi habitación y cambiar mi uniforme por mi única ropa casual que había sobrevivido a mi viaje.

— ¡Estoy lista!-dije con mis sandalias bajitas que dejaban a simple vista mis pies maltratados, pero no me importaba, solo quería respirar otro ambiente aunque sea por un par de minutos.

Mi abuela me miro de arriba abajo con toda la desaprobación del mundo. No le gustaba mis pantalones amarillos y mi camisa blanca holgada que dejaba ver una parte de mi hombro, mucho menos le gustaba verme con mi cabello castaño oscuro suelto dándome un aire de melena de león.

— ¿Iras vestida así, Agneta María? —hice una mueca de fastidio al escuchar mis dos nombres.

—Abuela, allá no hay códigos de vestimenta, puedo vestir como yo quiera. Además, ni que fuera desnuda.

Mi abuela rodó los ojos mientras tomaba una pequeña cesta junto a su monedero. Ella iría vestida con su uniforme de todos los días... ¡Qué horror!

Llegamos hasta la puerta de los empleados, la que estaba al lado del ascensor, y escuchamos a Pinky venir detrás de nosotras con el señor Park a un lado.

—No se desvíen del camino y no hablen más de lo necesario.

Abrí la boca, sin poder evitarlo, para replicar por sobre lo último que había dicho, pero mi abuela llevo su mano a mi espalda y me dio un leve pellizco para que guardara silencio.

—No se preocupe, ya conozco las reglas y se las enseñaré a Agneta para que no le ocurra nada.

El señor Park asintió y luego me lanzo una mirada larga que me hizo temblar. Era una mirada profunda y que me decía de manera calmada: ten cuidado.

Por un momento me sentí como una niña pequeña que es regañada, pero decidí no decir nada para poder tener mi pequeño toque de libertad.

Salí detrás de mi abuela después de mirar al señor Park a los ojos. Por raro que pareciera, la conversación de la noche anterior no me hacía temerle como antes, si no que podía comenzar a entenderlo un poco. Vivir toda una vida en un castillo sin poder salir era algo que yo no habría podido soportar; eso sin contar la historia de su padre y sus enemigos. Todo eso me hacía sentirlo más... ¿humano? No, no sabría cómo decirlo, pero me hacía capaz de verlo como un igual, alguien con problemas familiares y personales que debe resolver a como dé lugar.

Por un momento quise preguntar si podía acompañarnos. Me mordí la lengua cuando pise el segundo escalón fuera del castillo, pero no pude hacerlo por mucho tiempo cuando una nueva pregunta llego a mi cabeza.

—Señor Park—dije girándome para encontrarlo con uno de sus trajes oscuros mirándome y con Pinky sentado a su lado. — ¿Si sale al sol se muere?

Escuche una maldición y una disculpa por parte de mi abuela a mi espalda y unos escalones más abajo, pero el señor Park solo hizo como si estuviera tosiendo y se tapó la boca, pero pude notar su mueca de nuevo, eso me hizo sonreír un poco sin poder evitarlo.

—Tranquila, Roberta. No me molesta. —le dijo a mi bisabuela para tranquilizarla y luego se dirigió a mí. —No, no me muero si estoy bajo el sol. Eso es un mito falso de los vampiros.

Asentí y le hice una señal con la mano antes de alcanzar a mi abuela y dirigirnos a la reja enorme con la pequeña cabaña a un lado después de dejar el jardín con las estatuas feas atrás.

En tus venas (Saga Paranormal #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora