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Me detuve frente a la puerta del despacho del señor Park con ambas cajas de zapatos en las manos.

Agradecí poder salvarlas de la maldad de Pinky, pero no podía opinar lo mismo de mis zapatos de trabajo y la alfombra del pasillo. Tuve que lavar ambas cosas antes de subir al último piso del castillo, a la torre más alta.

— ¿Señor Park, puedo entrar? —dije algo cohibida y a los segundos la puerta se abrió sola dejando a la vista el escritorio a unos metros con mi jefe sentado mirando unos papeles y una mano alzada con su halo rojo apuntando a la puerta.

Su cabello estaba peinado perfectamente, sin un mechón fuera de lugar, y su traje gris estaba pulcramente perfecto, pero su cara decía otra cosa. Tenía ojeras y estaba pálido, además de tener una clara expresión de cansancio.

Me miro y levanto las cejas al ver las cajas.

— ¿Qué ocurre? —su voz neutral, me puso algo nerviosa. No sabía cómo iba a reaccionar a lo que iba a decirle.

Tome aire y me di un empujón mental para decir lo que había ensayado mientras subía las escaleras.

—Señor Park, gracias por preocuparse por mí y tomar en cuenta lo que dije sobre el uniforme. Aceptaré la rosa, es una flor preciosa y siempre me han gustado, pero... No puedo aceptar los zapatos, ninguno de los dos. Es demasiado y créame que no era necesario, con una disculpa y decirle a mi abuela que ambas podemos estar descalzas o usar nuestros zapatos habituales me bastaba.

Di un par de pasos y deje ambas cajas encima de su escritorio mientras que él no dejaba de ver mis movimientos.

— ¿No te gustan? Podemos cambiar el diseño o los colores. No soy bueno escogiendo cosas para mujeres. —dijo mirando mis ojos y poniéndome nerviosa.

—No, no, no, no es eso. Realmente son muy bonitos y son de mi talla, pero...

—Entonces no veo el problema. —se puso de pie y tomo la caja donde estaban las sandalias para luego sentarse en un mueble que estaba cerca de su estantería, justo a un lado de la puerta. —ven.

Abrí los ojos al ver como palmeaba el mueble, clara señal para que me sentara a su lado. Trague grueso y jugué con mis dedos.

—Señor Park, en serio es muy amable, pero...

—Ven. —volvió a decir sin despegar la mirada de mí. —solo será un minuto.

Asentí a los segundos. No me gustaba cuando no aceptaban lo que decía a la primera e insistían, pero en este caso es mi jefe y además no sonaba como esos hombres que te obligan a hacer las cosas, tenía un ligero tono que te daba a pie a negarte y...debía admitir que una pequeña parte de mí no quería negarse.

Me senté más recta que una vara. Puede que antes hubiéramos estado solos en la mesa pequeña de la cocina, pero la mesa estaba de por medio y estábamos frente a frente a una distancia algo prudente, en este caso no había nada que nos separara y podía sentir su calor corporal a mi costado.

— ¿Puedo? —dijo señalando la parte baja de mi vestido.

— ¿Disculpe? —dije algo aterrada esta vez al ver como hacía un gesto de tomar algo y levantarlo.

¡¿Quiere levantarme la falda?!

—Solo quiero ver tus pies. —Dijo sin cambiar su tono o estar nervioso mientras me miraba a los ojos. —no haré nada para hacerte daño, lo prometo.

La mirada que me lanzo me confirmo eso, suena raro, pero en serio sus ojos eran transparentes con sus sentimientos. Me transmitían que no tenía segundas intenciones y que podía confiar en él.

En tus venas (Saga Paranormal #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora