Epílogo

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Paradise.

Observé a Ethan a mi lado durante la media hora que estuvo dormido. No me permití dormir ni pensar en otra cosa que no fuera en lo que acababa de pasar. De pasarnos. A los dos.

Sería imposible borrar de mi mente todo lo que hicimos, lo que me hizo y lo que le hice. Lo que vivimos en tan solo un par de minutos. Jamás lo olvidaría. 

Él estaba profundamente dormido. Veía sus ojos cerrados, sus pestañas arqueadas sobre sus mejillas. Parecía un niño pequeño, muy exahusto. La verdad, también estaba muy exhausta, pero no quería permitirle irse sin despedirse y, por alguna razón, sabía que lo haría. Que se iría y no se despediría de mí. 

Me pregunté si era válido llorar. Siquiera un poco. Llorar por lo feliz que él me había hecho y por lo infeliz que sería luego. Llorar por lo que fuimos y por lo que no podríamos ser. Llorar por su destino y por el mío. Por nuestros caminos, que se distanciarían tanto. Pensé en millones de soluciones a nuestros problemas, pero tambien pensé que él no las aceptaría. Obviamente no eran seguras ni para él ni para mí.

¿Una torpe chica con un mafioso?

Y sin darme cuenta, estaba llorando. A cántaros. Podía sentir la cantidad enorme de lágrimas recorrer mi rostro, mi cuello y finalmente se undían en las sábanas. 

No recuerdo qué fue lo último que vi antes de entregarme al sueño. Me gustaría estar segura que su rostro, pero era absurdo convencerse de eso. No lo recuerdo.

Lo que sí puedo recordar con una enorme claridad fue el momento en que desperté: sola. Aunque hay que agregar que antes de abrir los ojos, ya sabía con lo que me encontraría: una cama vacía y revuelta con su olor impregnado en las sábanas.

Lloré incluso más ese día. 

Una vez que me pude incorporar de la cama, vi la nota. Una hoja lisa, doblada en cuatro. Supe que era de él antes de tomarla desesperadamente entre mis manos.

Charlotte:

Adoro verte dormir. Cuando desperté, dediqué unos diez minutos a contemplarte. Eres hermosa. No quiero irme, y lo sabes, pero no me permetiré llevarte conmigo. Aunque lo deseo demasiado. 

No quise despedirme, sabía que no soportarías eso (y yo tampoco, lo admito, aunque suene cursi). Así que te dejo esta carta. Te amo. ¿Lo sabes, verdad? ¡TE AMO, CHARLOTTE! Nunca lo olvides, por favor.

Te preparé el desayuno, está sobre el escritorio. Y también voy dejar escrito que me tomaré el tiempo de besar tus labios y tu frente antes de irme. 

Por favor, no mensiones a nadie que estuve aquí. Es por el bien de todos. Supongo que ya lo sabes, pero Noelle sabe todo esto. No hace falta que lo hables con ella y prefiero que tu padre no se entere de nada. Ni siquiera de nosotros. (Es por mi bien, esta vez)

Lo último: no me olvides. Pase lo que pase, no olvides que fui yo quien te arrebató tu primera vez y que te amé en cada segundo de mi robo. Lo disfruté y quiero que seas la única el resto de mi vida, jamás te olvidaré. Pero quiero que hagas tu vida. Quiero que tengas hijos y te cases y trabajes, quiero verte feliz. Sabré de ti, aunque tú no sepas nunca de mí. Te amo y gracias por demostrarme lo que es amar. Jamás te olvidaré, Lie. Y no olvides: adoro verte dormir.

No probé el desayuno, no me moví de la cama en todo el día. Creo que si observo la carta hoy en día, podré ver los litros de lágrimas que le derramé encima. Pero no lo haré. Está enterrada en el fondo de un cajón, escondiendo allí mis recuerdos y mi primera vez. Me pidió que no lo olvidara, pero cada día que lo recuerdo no dejo de llorar. Por lo que olvidarlo fue lo primero que me digné a hacer. 

Cuando me levanté finalmente de la cama al día siguiente, llamé a papá para saber cuándo volverían y, cuando volvieron, busqué a Jack y, juntos, sacamos pasajes a Miami. Rehaceríamos nuestras vidas juntos, como buenos amigos. Él huiría de su casa, desapareceríamos del mapa.

Mi padre no se tomó muy bien la noticia, desepcionado por el hecho de que supuestamente viviría con él unos años y de repente me marchaba. Pero me dejó ir sin reproches. 

Cuando llegamos a Miami, mi madre nos recibió a ambos con los brazos abiertos. Una vez que logré explicarle que mi amigo era gay, nos dejó compartir cuarto en lugar de hacerlo dormir en el sofá. 

Una semana luego de instalarme, busqué a Sharon. Nos reunimos los tres: ella, Troy y yo. Conversamos un largo rato y luego arreglamos vernos pronto. No tardamos más de un mes en entablar una nueva amistad. Porque ahora que sabía lo que era amar, ahora que sabía lo que haría por Ethan, no me interesaba lo que ellos me habían hecho. Sólo necesitaba contensiones que me ayuden a superar mi perdida.

Pero el caso era que nadie lo entendía. Nadie jamás lo entendería. Sólo él y yo sabríamos alguna vez lo que nuestro paraíso nos había hecho a ambos. 

FIN

Es un placer escrbir para tan hermosas lectoras, gracias por todo su apollo. Bueno, este es el final. Sé que no es lo que esperaban, pero ALTO! HAY SEGUNDA PARTE!!! En unos meses la segunda parte. ¿Qué dicen? 

Gracias por todo :) Nos leeremos pronto! :)

Painful Memories (Saga Deep #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora