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El bar estaba lleno, la mayoría de los santos se encontraban reunidos en él y Shura se preguntaba cómo es que se había dejado arrastrar por Aioria y Máscara de Muerte hasta allí. Con un largo suspiro, decidió salir del lugar por un momento. El olor a cigarrillo que se aspiraba, comenzaba a asfixiarlo y necesitaba aire fresco; ya luego decidiría sí regresaba o se iba a su templo.

Caminó por la plazuela con aire distraído. Hasta que por la ventana de un local que por ahí había, pudo distinguir la figura de Afrodita, que en ese momento parecía discutir con Milo. Lo cual le pareció raro, Afrodita, rara vez discutía y mucho menos en un lugar público. Aun desde la distancia, pudo notar como se tensaba para no estallar en el momento. Lo que sea que le haya Milo, tenía que ser grave.

Se sentó en una banca, desde la cual podía observar al bello santo. Lo estaba espiando, no se engañaba, pero no podía evitarlo, quería saber qué pasaba entre Afrodita y Milo. Su parte egoísta deseaba que terminaran. Llevaban una relación reciente y por lo qué le había contado Máscara de Muerte, comenzó más por insistencia de Milo, que por deseos de Afrodita.

Tras una larga espera de veinte minutos, Milo, finalmente salió del local luciendo molesto y Shura, no pudo evitar un pequeño pinchazo de satisfacción. Estuvo unos minutos más viendo a Afrodita a través de la ventana, podía notar perfectamente la tensión que soportaba en ese momento y trataba de relajarse con una copa de vino.

De pronto sintió que esa era su oportunidad de volver acercarse a él, no podía ser casualidad que se lo encontrara en aquel lugar y en ese momento preciso. Tal vez, los dioses, le enviaban una señal de que debían estar juntos, o quizás era su propia necesidad de estar con él la que lo hacía pensar eso, pero no se entretuvo en cuestionarse, Afrodita estaba solo y él, estaba ahí. Caminó decidido.

Junto a la puerta del local había una mujer vendiendo flores y decidió comprar una rosa, su escaso presupuesto no daba para más, aunque se sintió un poco tonto, era una estupidez regalarle una rosa, precisamente al santo de las rosas. Caminó con seguridad hasta la mesa donde se encontraba Afrodita tan distraído, que no notó su presencia hasta que le puso la rosa frente a sus ojos. Fue consciente del gesto de sorpresa en el hermoso rostro.

—¿Shura? —fue el saludo que le dio el decimosegundo guardián, ignorando la rosa—. ¿Qué haces aquí?

—Hola —le respondió con una suave sonrisa—. ¿Podemos hablar? O esperas a alguien. Es para ti—volvió a ofrecer la rosa.

Vio la duda, en los ojos de Afrodita y sin darse cuenta, sostuvo el aire en sus pulmones mientras esperaba una respuesta. El de Piscis, miró una ultima vez a la puerta y finalmente asintió levemente.

—Está bien, salgamos de aquí.

Dijo al tiempo que se levantaba y dejaba un par de billetes sobre la mesa, para luego encaminarse a la salida. Shura, simplemente lo siguió y todavía dieron unos pasos más antes de decidirse a hablar; Afrodita, tampoco parecía ansioso por entablar una conversación y simplemente se entretenía jugando con la rosa que le regaló, que no era roja, ni blanca, sino…rosa. Llegando al quiosco de la plazuela, el de Piscis se giró hacia él.

—¿Y bien? —lo interrogó alzando una de sus cejas.

Afrodita lo miraba con gesto adusto, pero en el fondo de su ser estaba intranquilo, realmente no sabía como sentirse con respecto a la presencia de su compañero. Aún lamentaba las palabras con las que lo sacó de su vida, pero su orgullo, no le había permitido plantarse en el templo de Capricornio y pedir disculpas; Shura tampoco había hecho el intento de acercarse a él, lo que le hizo pensar que no le importaba, hasta ese día.

Shura, por su parte, no podía apartar su vista del bello rostro, mientras intentaba pensar en qué decirle, aunque la verdad es que quería externar sus sentimientos de otra manera, pero sabía que sí se atrevía, en el mejor de los casos, terminaba con un golpe en la cara; en el peor, una rosa sangrienta en el pecho. Lo mejor era no arriesgarse. Tomó aire.

—Te extraño, ¿sabes? —optó por ser sincero, aunque apartó la vista del rostro de Afrodita para dirigirla al cielo. No vio el brillo de ilusión en los ojos de su compañero —no he podido dejar de pensar en ti, sé que ya no me quieres en tu vida y…

—Shura…

—… tienes tus motivos lo sé, pero yo esperaba que…—Afrodita sonrió y tomó de un hombro a su compañero, quien lo miró confundido.

—Vamos a bailar.

El corazón del de Capricornio se disparó antes aquellas palabras, sí Afrodita lo había invitado a bailar, era porque estaba dispuesto a darle una oportunidad, así había sido cuando empezaron a salir y hasta donde sabía, gracias a Máscara de Muerte, a Milo, no le había otorgado ese privilegio. La sonrisa que le dedicó Afrodita, le hizo comprender que él también lo había a extrañado, tuvo ganas de besarlo, pero se contuvo, iría despacio, volvería a conquistarlo y claro que Afrodita, estuvo de acuerdo.
Con dulce tortura, le hizo pagar cada día que estuvieron separados.

Fin

Afrodita x Shura Historias CortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora