Café

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A veces lo único que necesitamos es un café y, tal vez, la compañía correcta.

La madrugada se encontraba iluminada por una inmensa luna llena, y las estrellas titilaban en el firmamento; la altura a la que se encontraba el Santuario, las hacía apreciarse aún más bellas.

Con un gran bostezo, Afrodita creyó conveniente llevar su guardia en una de las tantas montañas que rodeaban las doce casas, al menos tenía una buena vista del cielo nocturno y lo único que tenía claro es que necesitaba un café, pero no podía abandonar su puesto. Se dejó caer pesadamente al suelo, sin importarle el polvo que levantó tras su acción.

Acababa de concluir una tarea que Atenea y el Patriarca le habían encomendado hace meses, casi desde que volvieran a la vida y ahora, no había ser vivo con raíces que habitara a varios kilómetros a la redonda, que no estuviera conectado con sus rosas y con su cosmos. Encomienda que lo dejaba ir por la vida como zombi en la última semana, ya que lo habían presionado para que terminara lo más rápido posible.

—Como si fuera tan fácil —exclamó tirándose cuan largo era en aquel polvoso paraje —quisiera verlos tratar que una rosa acepte llevarse bien con un geranio o éstos con los zarzales o utilizar energía cósmica para que cooperen de la manera en que se desea.

Necesitaba un café. Aquella tarea, podía ser útil para dos cosas, como defensa; de esa manera podrían detectar a un enemigo antes de que siquiera pudiera llegar a la ciudadela o, trabajos de espionaje; cualquier traidor podría ser detectado en el acto gracias a la personalidad comunicativa de algunos tipos de flores.

Al querer saber cuál de las dos iba ser la función de aquella encomienda, se sorprendió cuando le dijeron que ambas. Lo que hizo que el trabajo fuera doblemente agotador, pero lo hizo comprender algo que en su momento le sorprendió bastante: confiaban en él y en su fuerza.

Shion, al igual que Saga, era consciente de su poder, poder que la mayoría de la orden dudaba que poseyera, él no era fuerte físicamente eso era cierto, pero cósmicamente, sí.

Crear todo un jardín de rosas venenosas y lograr que estas sigan activas, incluso después de morir, no era fácil; lograr escuchar sus pulsaciones y conectarlas con su cosmos, tampoco lo era. Esas habilidades habían sido muy bien aprovechadas por Saga y sin duda, también por Shion y Atenea. No hacía aquello por lealtad a la diosa, sino por su propio sentido de justicia, juró proteger la tierra y eso haría. Lanzó un gran suspiro.

Unos arbustos secos que había por ahí le alertaron de la presencia de alguien, pero no se movió de donde estaba y simplemente esperó. Los pasos pronto también fueron escuchados por el santo y una ligera sonrisa cruzó por sus labios. Se incorporó quedando sentado con su vista fija en el horizonte, su inesperado compañero quedó parado a su lado y contempló el paisaje antes de dirigirse a él.

—Toma —Shura le tendió un termo-supuse que lo necesitarías.

—Gracias —le sonrió y destapó aquel recipiente que contenía el líquido caliente que tanto anhelaba y necesitaba: café.

—¿Crees que lleguen pronto? —le oyó preguntar. Afrodita se tomó su tiempo antes de responder.

—No lo sé —tomó su mano y lo instó a sentarse junto a él—. En este momento tengo todo lo que necesito, un buen café y a ti.

Shura sonrió levemente y pasó su mano alrededor de Afrodita acercándolo a su cuerpo, el de Piscis se dejó hacer. No quería seguir pensando. Una nueva guerra se acercaba, de eso no les cabía duda, no sabían contra quien ni por qué, pero estaban preparados para hacer frente a todo. Dio un sorbo a su café y recargó su cabeza en el hombro de Shura, no quería pensar, solo disfrutar.

Disfrutar la llegada de un nuevo día, de la mano que sujetaba a la suya y de su café.

Afrodita x Shura Historias CortasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora