Capítulo 3. Parte 1.

17.5K 1K 7
                                    

-¿Qué haces esta noche?-Me preguntó mi jefe.

¿Me estaba tirando los tejos? Vaya por dios, si hubiese en el mundo alguien que me pusiese menos ese sería mi jefe. Y no porque no fuese atractivo (aunque la realidad es que no era mi tipo), pero a mi ese rollo de jefe-sexo, como que no, vamos que para nada.

-Llegar a casa y leer un buen libro.-Contesté mientras limpiaba las mesas. Los clientes ya se habían marchado.

-¿Te apetece que vayamos a mi casa?

-Son las 12, me iré a casa, estoy cansada.

-¿Seguro?- Volvió a insistir.

-Sí.-Respondí seca, me quité el medio delantal de camarera que llevaba, cogí mi bolso y me dirigí hacia la puerta.-Hasta mañana.

El camino a casa se me hizo eterno, solo quería llegar, ponerme mi pijama calentito y leer un buen libro. Ya no me daría tiempo a encender la chimenea pero por suerte tenía unas buenas mantas.

En ese momento pasé por la casa de Tyler y la caniche, las luces estaban encendidas, parecía que estaban en casa y no en Nueva York. Recordé el beso con Tyler, ¿Cómo pudimos hacer eso? Él estaba casado, y yo no era de esas chicas que andaban buscando a los hombres, y más a hombres casados.

Desde que pasó aquel beso no nos volvimos a ver, y hará de aquello dos semanas o así. Yo había quedado con mis amigos, pero ellos había vuelto a Nueva York, aunque ahora estaban aquí. No me sorprendería que llamasen para salir este viernes, pero si él estaba no sabía si quería estar yo.

Un ruido me despertó, procedía de la puerta. Me había vuelto a dormir en el sillón, y el libro se había caído al suelo. Me até bien mi bata y me dirigí hacia la puerta con los ojos aún medio cerrados. Cuando abrí me vi a Matt.

-¡Buenos días, preciosa!-Entró en mi casa rápidamente, se frotó las manos por el frío y me miró.

-Matt, que conste que eres mi amigo y a ti te lo permito, pero eso de entrar en casas sin permiso...-Reí mientras me frotaba los ojos. Él rió también.- ¿Se puede saber qué hora son estas de venir?

-Las 6:14 de la mañana exactamente.

 -Pero bueno, vaya horas.

-Venga, rápido, vístete.

-¿Para qué?

-Emma se puso de parto.

Y si tenía sueño, en ese momento no pude abrir más los ojos. Subí las escaleras rápidamente y cogí de mi armario unos vaqueros y un jersey.

-Abrígate.-Gritó desde abajo Matt.- Va a nevar.

Cogí también mi abrigo, fui al baño y me preparé lo más rápido posible.

En el hospital estaban todos nuestros amigos, incluidos Tyler y la caniche.

-Perdonad el retraso, pero había una que aún dormía.-Me miró Matt sonriendo.

-Oh, lo siento Matt, siento no poner el despertador todas las mañanas por si esto ocurría.-Le miré mal y ambos reímos.

En ese momento llegó Ed.

-Parece que esto va para largo chicos, muchas gracias por venir. Si queréis podéis esperar en la cafetería, os mantendré avisados.

-Pues la verdad es que yo no he desayunado.-Miré a los chicos.- ¿Queréis bajar conmigo?

-Yo no.-Contestó frio Tyler.

Ignoré como pude ese comentario de Tyler. No es que me molestase que no quisiese venir a desayunar, sino en la forma en que lo decía. Aunque para ser sensatos, era lo mejor, él tenía que haberse dado cuenta de que él estaba casado y que ese estúpido beso nunca tuvo que ocurrir. Sería mejor así, cero contacto, cero malentendidos.

El resto de chicos, excepto la caniche, si decidieron venir a desayunar conmigo.

Tras un buen rato haciendo tiempo en la cafetería decidimos subir, aún no había la más mínima noticia de que hubiese dado a luz.

-Estoy cansado de esperar...-Murmuró Cam.

-Pues si tú estás cansado, imagínate Emma.-Le contestó Sarah.

Todos asentimos. La pobre tendría que estar bien harta de aguantar esos dolores sin resultado favorable aún.

En ese instante me llamó mi madre y delante del resto no tuve más remedio que cogerlo.

-Hola mamá, no, no, estoy aquí  con mis amigos que Emma va a dar a luz... Sí, es una buenísima noticia. No, no hablé con Gerard...-Comencé a sofocarme porque todos, y en especial Tyler, me miraban.- ¡Ya lo sé! ¡Y qué! Es mi vida mamá... Sí, te prometo que pronto hablaré con él...-Colgué y suspiré.

1 año y medio había pasado, y no había tenido el más mínimo valor de hablar con él. Supongo que había estado esquivando los problemas con constancia, aunque la insistencia de mis padres porque hablase con él se debía a que nunca supieron la verdad, ni la sabrían.

Se acercó Matt con la intención de hablar, pero no sabía si era el mejor momento.

-¿Quién es Gerard?-Me preguntó casi susurrando.

-Otro día, ¿Vale?

Él lo comprendió y no insistió. Quizás eso era lo que más me gustaba de Matt, no hacía falta insistirte que no era el momento, él me comprendía siempre y absolutamente todo lo que le decía.

Algún día le contaría todo, pero hoy no era el momento.

Tras varias horas, muchos suspiros de desesperación y alguna que otra mirada con alguien con la que no tuve que hacerlo, llegó Ed para darnos la buena noticia de que era una niña, una hermosa niña y que ambas estaban perfectas.

Después de saludar a Emma y a la pequeña Sophie, nos fuimos cada uno hacia nuestras respectivas casas.

Por el camino a casa me di un antojo y compré en una pizzería una buena pizza a la carbonara. No sabía cuál era la razón, pero estaba deprimida. Podría ser la llamada de mi madre, haciéndome ver que no sé que estoy haciendo con mi vida al no tener el valor de enfrentarme a él. Podría ser que una de mis nuevas amigas había tenido una hermosa niña con tan solo un año más que yo, que ya estaba casada y había formado una familia de película, y que yo trabajaba sola en un burger mugriento y sin contrato. O podría ser que a veces me comportaba como una auténtica adolescente, al no poder controlar la atracción por Tyler, y que sabía que eso perjudicaría tarde o temprano mi amistad con los chicos. Al fin y al cabo, la caniche lleva más tiempo que yo en la pandilla.

La cuestión es que cualquiera de esas razones fue suficiente para comprarme una pizza grande y ponerme una peli mientras la comía en el sofá. ¿Qué me faltaban? ¿Helados de chocolate y pañuelos para ser una quinceañera triste?

Esa tarde vino Matt, con tarrinas de helados. Pero bueno, ¿me habría leído la mente? Esto era ya preocupante.

BúscameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora