Capítulo 10

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Estaba deseando llegar a casa, esa mañana había recibido el último libro que Tom había escrito. Me había mandado un mensaje mi padre confirmándome que hoy me llegaría.

'Cuando amar no sirve para nada'. Así se titulaba y prometía ser de nuevo una joya literaria, este chico me había salido escritor y yo estaba muy orgullosa de él.

Una vez que llegué a casa comencé a leerlo sin ninguna duda. La novela contaba la historia de Mery, una joven británica que se enamora de un chico de su barrio. Realiza decenas de actos para enamorarlo y provoca numerosos encuentros entre los dos, sin resultado positivo. Aunque ella no pierde la esperanza en ningún momento.

En ese momento pensé en Tyler, del cual no sabía ninguna noticia de hace una semana, exactamente de la bofetada. Estaba acostumbrada a que él desapareciese sin dar ninguna noticia, aunque a decir verdad, habíamos tenido poco contacto siempre en general. No obstante, me sentía vacía sin saber nada de él.

Después de volver a leer varias veces el mismo párrafo, me di por vencida. Tenía la cabeza en otro sitio y sabía perfectamente que no era momento de leer el libro porque no iba a poder disfrutarlo. Por lo que acabé decidiendo que salir a correr calmaría mis pensamientos, aunque fuesen por algunas horas.

Me puse la ropa adecuada y emprendí mi camino a ritmo de David Guetta, que cuando me quise dar cuenta había llegado a las inmediaciones del poblado.

Levanté la vista y vi un bar, necesitaba beber un poco de agua o de lo contrario iba a morir deshidrata.

— ¿Podría darme un vaso de agua, por favor? —Le pedí al camarero. Este asintió y al instante me lo ofreció. —Gracias.

Tomé el vaso y me giré para observar bien el bar donde había entrado, que hasta ahora no había sido objeto de mi visión.

En el bar no había mucho a lo que ver, se notaba que el negocio no marchaba muy bien porque  la clientela era escasa a mitad de la mañana. Para mi opinión, estéticamente se había quedado un poco anticuado.

Miré mi reloj y decidí volver, me despedí del camarero volviéndole a dar las gracias y salí del bar para volver a empezar la marcha pero esta vez hacia casa.

En ese momento algo llamó mi atención, un grupo de niños de unos 8 años se reían y empujaban a una niña más pequeña que no podría llegar ni a los 5 años. Sin dudarlo me acerqué al lugar de los hechos.

— ¿Te están molestando, cielo? —Pregunté a la cría. Ella sorprendida me miró con sus ojos llorosos y negó con la cabeza, seguramente por miedo.

— ¡Sólo estábamos jugando! —Se excusó uno de los chicos.

Arqueé una ceja y miré a la niña.

— ¿Qué te están diciendo, cariño? Puedes contármelo. —Me agaché para estar a su altura. Esta me miró y su dulce mirada se tranquilizó. La nena miró a los chicos y luego me miró a mí.

—Se reían porque aún no sé leer...

— ¡Chivata! —Gritó instantáneamente otro de los chicos.

Me levanté y miré a estos chicos, ellos me miraban un poco asustados.

— ¿Cómo se os ocurre reíros de esta pequeña? Ella no sabrá leer, aún. —Resalté el aún. —Pero vosotros ya estáis tardíos en aprender a tener un poco de educación y valentía, porque reírse de una niña pequeña no es del nada valiente. Así que lo mínimo que podéis hacer es disculparos y como os vea reíros una sola vez de ella empezaré a tomármelo como algo personal. —Dije en todo amenazante. Realmente no me gustaba ponerme así, pero si algo no me gustaban eran las injusticias.

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