18. El Nuevo Mundo.

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Que agradable calidez.

Es como si estuviera en una nube suavecita que lograba alargar más mi descanso. Estire mis brazos y sin querer golpee algo duro que fue respondido con un grave gruñido. Abrí los ojos algo perezosa para encontrarme con las extremidades de Alfa que cubrían mi cuerpo como si fueran una manta. Permanecí inmóvil, mejor dicho petrificada por esa mirada molesta. Sin que me diera tiempo a levantarme, él se incorporó provocando que rodara por el suelo.

- Duermes demasiado-. Gruño señalando con sus fauces lo temprano que era-. Vámonos.

No parecía ser ni las diez, pero esta vez decidí callar y seguirlo; tomando mi mochila en el acto. Fuera de la tienda lo vi agacharse un poco para señalar su espalda dándome a entender que subiera sobre él, no lo dudé ni un segundo; está era una oportunidad única.

¿Qué pensaría mi tía Bella si me ve montando un tujllaki?

Probablemente se caería de trasero ante esa sorpresa.

- No puedo-. Daba varios saltos intentando llegar a su espalda, algo que fue casi imposible por su gran altura. Sus extremidades me ayudaron un poco por lo que tomé impulso, logrando estar sobre él. Ahora que me daba cuenta, me sentía muy alta estando aquí-. Según el mapa, la localización del centro de animales es al oeste; saliendo del territorio brasileño. ¿Crees poder encontrarlo?

- Puedo sentir su aroma desde aquí.

- ¿Qué?-. Pregunté con extrañeza ante su respuesta. Alfa no dijo nada más y se puso en marcha.

La velocidad en la que iba provocó que mi cabello danzará con el viento y mis ojos se cerrarán siendo imposible ver mi entorno, por lo que tuve que agachar mi cabeza cerca al suyo; teniendo cuidado de que sus cuernos no atravesaran mis ojos. Por lo general un tujllaki común corría cómo un auto normal, pero esté lo hacía al ritmo de un tren bala.

Todo mi alrededor dejó de ser ciudad para volverse verde significando que ya estábamos en la selva amazónica en territorio de Brasil. Sonreí por respirar y sentir en mi piel el aire fresco sin ninguna pizca de contaminación. Claramente, escuchaba a las aves tropicales entonar su canto y uno que otro mono saltar de rama en rama.

BESTIA MORTAL  [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora