Capítulo 1

4.8K 277 650
                                    

Advierto que está historia contiene violencia, lenguaje fuerte, maltrato y drogas, si no les gusta leer sobre eso les recomiendo que no lean mi historia ya que contiene escenas fuertes y no quiero escuchar criticas no constructivas sobre lo que escribo. Así que están advertidos.


—¿Estás seguro de que por aquí no nos verá nadie de la universidad? –le pregunté a mi novio, Daniel.

—Si, si, ya te dije, confía en mí –giró los ojos.

Traté de tranquilizarme y confiar en él, después de todo, él me amaba y nunca me metería en algo que pudiera salirse de sus manos.

Estábamos adentrándonos en uno de los barrios más peligrosos de Lakewood en busca de sustancias alucinógenas, mejor conocidas como: drogas.

Tenía curiosidad por saber qué se siente al probarlas, Daniel siempre me había dicho que al ingerirlas se siente como darle un "break" a tu cerebro, y... últimamente con todo este estrés, mi cerebro necesita ese "break". Así que le dije que quería intentarlo y henos aquí. 

Esto no es algo normal en mi, salir de clases para comprar drogas... ¡si mi madre supiera se moriría! Bueno, primero me mataría y luego le daría un infarto.

—Es aquí –nos detuvimos frente a una construcción abandonada.— escucha, Alexa, estos tipos son peligrosos, no hables, no digas nada... es más, quédate aquí.

—¡No! –lo detuve antes de entrar.— ni se te ocurra dejarme sola, podrían asaltarme.

—Y ahí dentro podrían violarte.

—Tú estás para protegerme, ¿no? –Daniel asintió.

—Vale, vamos –me abracé a su brazo con fuerza, creía que esto de la venta de drogas era como en las películas: te acercas a un chico con facha de pandillero, le pasas dinero mientras al mismo tiempo él te pasa la bolsita y luego de eso adiós para siempre, esto no se acerca nada a esa simplicidad.

—¡Hey, el niño rico vino con su chica! –habló un tipo que se encontraba al lado de la puerta, como un guardia.— tranquila, linda, somos chicos buenos –me guiñó un ojo, lo que provocó que me aferrara más al brazo de mi novio.

—Si, si –Daniel giró los ojos.— necesito que me des lo de siempre, Marco.

El sujeto, quiero decir, Marco examinó a Daniel y luego a mí, arqueó una ceja y habló.

—¿Ella consumirá? –preguntó.

—No es algo que te concierna –Daniel respondió tranquilo, o eso hizo parecer.

—A mi no, pero a mi jefe si, no le gusta que las chicas como ella consuman de esta mierda.

—¿Estás bromeando? Si no hubiera venido con ella ni te habrías enterado que ella consumiría.

—Así es, pero la trajiste –dijo serio.— me temo que no puedo venderte nada, hermano.

—Vale, como sea, conseguiré en otro lado, tu jefe no es el único que vende por estos lados –Daniel trató de darse la vuelta, pero la voz de Marco lo detuvo.

—Si sabes que todos los vendedores que andan en las calles trabajan para mi jefe, ¿verdad? –dijo sarcástico.

—¿Y? Tu jefe no es el puto rey del mundo –escupió Daniel. Me paralicé, él mismo había dicho que con estos sujetos había que andarse con cuidado, y ahora venía y ofendía al líder (aunque no estaba presente).

—Que tal si mejor te das la vuelta y me lo dices a la cara, princesita –dijo una voz con autoridad a nuestras espaldas. Provocando que los vellos de mi piel se erizaran.

LítostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora