Inmediatamente, salí de la biblioteca y miré a todos lados para poder localizarlo. Nada, no estaba por ninguna parte.
—Alexa –me sobresalté.— ¿qué sucede? Estás pálida.
—Él, él, me –tartamudeé, mis manos temblaban.— él me llamó.
—¿Quién? –la preocupación de adueñó del rostro de Matías.
—Él, el tipo que le quiere hacer daño a Alexander –dije nerviosa.
—Ven, entremos –entramos a la biblioteca. Matías me obligó a sentarme y beber un poco de agua.— ¿qué te dijo?
—Dijo que llamó para recordarme que todavía sigue por aquí –lloriqueé.— que no ande tan tranquila.
—Hijo de puta –gruñó. Tomó su teléfono e hizo una llamada.
Yo no paraba de pensar en ese sujeto observándome. Yo estaba sola, él pudo entrar y hacerme algo como la última vez.
Por mi mente se repetían una y otra vez los sucesos de la vez que me secuestro. El hecho de que si él habría querido lo hubiera repetido me daba ganas de vomitar.
No sabía cuanto tiempo pasó, pero estaba consciente de que había sido un buen rato desde que Matías de dispuso a hacer unas cuantas llamadas. Veía todo lo que estaba enfrente de mi, pero mis pensamientos estaban en otro lugar. Aún seguía en estado de shock.
Mi mirada se centró en el hombre que entraba por la puerta con el rostro lleno de preocupación.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? –preguntó agarrándome por el mentón suavemente. Negué, mi labio inferior comenzó a temblar, tenía los ojos llorosos. Él no preguntó nada más y me abrazó, acarició mi cabello mientras decía palabras para calmarme. Poco a poco, pude tranquilizarme.
—¿Qué está pasando? –Bianca, confundida, entró al lugar con una bolsa de comida.— ¿qué tienes? –rápidamente se acercó hacia mi, preocupada.
—Luego le preguntas, creo que lo mejor es que se vayan para su casa, ambas –dijo Matías.
—Vale –aceptó Bianca.
—Yo las llevo –dijo Alexander.
Bianca me miró, esperando aprobación de mi parte, me encogí de hombros restándole importancia. Ella asintió y salimos de la biblioteca con dirección a nuestro hogar.
En el auto, Bianca tomó el asiento trasero, dejándome a mi en el del copiloto al lado de Alexander. En el transcurso del camino reinó un silencio demasiado incómodo. Agradecí al cielo que no vivíamos tan lejos de nuestro lugar de trabajo.
Una vez llegamos a casa, salí lo más rápido posible de ese auto, la tensión me estaba ahogando.
Me encerré en mi habitación y me puse a escuchar música. Lo que fuera que me distrajera de mis pensamientos en este momento.
Al cabo de dos horas escuché pasos y como tocaban la puerta.
—¿Puedo pasar? –era Bianca.
—Si –contesté. Y dejé a un lado el libro que estaba leyendo.
—Te traje esto, supuse que tenías hambre –en sus manos traía una bandeja con comida.
—Gracias –empecé a comer.
—¿Estás mejor? –asentí.
—Me siento un poco más calmada –ella asintió.
—Se que este no es el mejor momento para hablar de esto, y estoy consciente de que no me corresponde meterme en estas cosas porque es tu vida y tú sabes lo que haces –empezó diciendo.— pero Lítost es un gánster, un hombre muy peligroso y lo sabías perfectamente desde de lo conociste...
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Lítost
Teen Fiction"Luego de todo lo que hemos pasado, no había forma de que yo me permitiera perderlo. Él se había metido en mi cuerpo como una bala sin salida, y haría todo lo que fuera por mantenerlo conmigo. Y ahí surgió una pregunta en mi cabeza: ¿Sería capaz de...