Capítulo 25

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—Eso me agrada –su voz me sacó de mis pensamientos.— hemos llegado, cariño.

Alexander y yo nos apeamos del auto y entramos a una casa conocida para mi, la reconocí como la casa a la que Alexander me trajo por primera vez a conocer a los chicos, en la que casi se arma una masacre.

—Hey –saludó Alexander cuando llegamos con los chicos.

—¡Miren quien está aquí! –Jonh saltó de su silla y corrió a abrazarme.— ¡nuestra cuñada favorita!

—¿Qué no le dijiste eso mismo a Bianca? –habló Matías haciéndose el desentendido.

—No le creas, tú eres la favorita –me susurró Jonh. Reí.

—Cariño –Alexander me llamó.

—Awww, le dice cariño –Marco nos miraba como si fuéramos sus ídolos. Reí levemente. Alexander lo miró mal.

—¿Esperas en el patio mientras hablo con los chicos? –asentí.— vale –besó mi frente.— Marco, si me sigues mirando así te juro que te corto un dedo –le escuché decir cuando empecé a caminar.

Riendo, llegué al patio trasero y me senté en una silla.

Minutos después, recibí un mensaje de texto de un número desconocido.

"Espero que te gusten los gánsteres rostizados."

El mensaje venía adjunto a una fotos de los chicos caminando hacia en auto de Alexander.

Instantes después me llegó un nuevo mensaje.

"¿Serás tan rápida como para salvarlos? Tic toc, angelito."

Apenas leí el mensaje salí corriendo hacia el exterior de la casa.

—¡Aléjense del auto! ¡Aléjense del auto! –iba gritando como loca.— ¡ALÉJENSE DEL AUTO! –grité con todas mis fuerzas cuando llegué donde los chicos.

Todos se giraron hacia mi con expresiones de confusión, excepto Alexander que se encontraba buscando algo en el asiento trasero.

No se de dónde saqué fuerzas ni el valor para correr hacia él. En mi mente solo estaba el objetivo de alejarlo del auto.

Y de pronto se escuchó un boom.

El estruendo hizo que sintiera como si mis tímpanos estuvieran a punto de estallar. De la misma forma que el impulso hizo que cayera en seco contra el suelo.

Sentía cosas volar a mi alrededor y el olor a quemado predominaba en en ambiente.

Yo no escuchaba otra cosa que no fuera un largo "pi" y me sentía ajena a mi alrededor, estaba en estado de shock.

Y lo peor era que no sabía si había alcanzado a salvar a Alexander.

Ese pensamiento fue lo suficientemente fuerte para sacarme del estado en el que estaba.

Eso, y los brazos que se cerraban a mi alrededor.

Parpadeé varias veces para aclarar mi vista y me di cuenta de que todo este tiempo no entubé encima del suelo, sino de Alexander.

—Me salvaste la vida, nena –dijo con dificultad.

—¡Dios mío! –me levanté lo más rápido que pude, ignorando los dolores musculares que sentía en ese momento y me enfoqué en él.

—¿Estás bien? –lo ayudé a sentarse.— ¿estás bien? –repetí preocupada, él aún no me respondía.

Pronto, sentí como los chicos fueron en nuestro auxilio, y como las personas salían de sus casas viendo la escena en la que estábamos.

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