Capítulo 32

713 79 101
                                    

—¡Vete! –grité por debajo de la manta.

—No hasta que me escuches.

—Si estás aquí para repetir que confíe en ti vete por donde viniste.

—Dijiste que siempre confiarías en mi.

—Al igual que creí que tú nunca me engañarías –dije en un hilo de voz.— Lítost...

—¡No me llames así, joder! –gritó. Su tono de voz hizo que me enfadara.

Hice la manta a un lado y lo encaré.

—¡No vas a venir hasta aquí para gritarme! –grité. Su mirada se relajó cuando me vió.— ¿podrías irte, por favor? –susurré.

—Vale, pero necesito que vengas conmigo a un lugar –lo miré incrédula.

—¿Estás bromeando? –hablé con sarcasmo.— contigo no voy a ningún lado.

—Por favor –rogó.— te prometo que después de eso te dejo tranquila y no me vuelves a ver jamás.

Honestamente, esa idea me aterraba.

—Vale –asentí.— pero no me toques ni intentes nada conmigo –él hizo una mueca.

—Será como tú quieras –dijo suave.

—Me voy como estoy vestida, ¿tienes algún problema con eso o...?

—Está bien –me di cuenta de que hizo una mueca para disimular su sonrisa.— te espero en el auto –asentí.

Conté hasta veinte y salí del cuarto. Desde que me vió, Bianca se apresuró a preguntarme qué pasó.

—Te contaré después que te apuñale por dejarlo pasar –fruncí los labios. Ella desvió la mirada.

—Es que se veía muy arrepentido y me dió lastima –se disculpó.

—Oh, ¿y yo no te doy lastima? –me señalé. Abrió la boca, pero la interrumpí.— me voy.

—¿A dónde?

—No se –contesté.









(...)






Dentro del auto había un silencio incómodo, no recordaba la última vez que hubo algo así entre nosotros o si siquiera alguna vez lo hubo.

Estar a su lado me rompía el alma, el auto estaba repleto de su olor y eso solo me llenaba de ganas lanzarme encima de él y de abrazarlo.

—¿Qué hacemos aquí? –pregunté cuando vi que estábamos frente a la casa de sus padres.

—Quise venir –se limitó a decir.

Él salió del auto y seguido de eso yo también. Caminé detrás suyo manteniendo una sana distancia para lo que quedaba de mi estabilidad emocional.

Entramos a la casa y subimos hasta su antigua habitación.

—¿Puedes decirme qué demonios estamos haciendo aquí? –solté.

—Siéntate –indicó. Él se sentó en el piso con los pies saliendo por el barandal. Yo imité su acción y nuevamente mantuve la distancia entre nosotros.

—¿Por qué? –pregunté de pronto.

—Alexa, por el momento no puedo responderte nada, y no es porque no quiero, quiero hacerlo, créeme, pero no puedo –me miró con dolor.— y se que en cuanto me calle probablemente vas salir de esta casa y me vas a eliminar totalmente de tu vida, pero lo único que te pido, a pesar de que no estoy en posición de pedir nada, es que hoy te quedes conmigo porque se que ya no te tendré nunca más.

LítostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora