—¿Se puede saber por qué no llegaste a casa anoche? Es más, ni me respondas, ya me puedo imaginar donde y con quien estás –Bianca parecía una mamá enojada a través del teléfono.
—¿Cómo sabes que estoy con Alexander en New York?
—¡¿EN DÓNDE?! ¡¿CON QUIÉN?! –tuve que alejar el teléfono de mi oreja para que mi tímpano no reventara.— hija de puta –masculló.— creí que estabas con Ryder, no con mister drogas –reí a carcajadas.— no te rías, maldita, ¿qué demonios hacen en New York?
—Pasaron cosas –reí.— y debo contarte algo.
—Era cuestión de tiempo para que volvieran.
—¿Cómo sabes eso? –fruncí el ceño.
—Uno siempre vuelve a donde fue feliz –dijo, parecía estar citando la frase de un libro.— y tú estás pendeja, así que no hay mucho que pensar –fruncí los labios.
—¡No hagas eso! –reprendí a Alexander quien estaba manoseando mi parte íntima.— como sea, llamé para avisarte donde estaba y que no te preocuparas.
—Si, si –bufó.— ¿vienes hoy?
—Si.
—Vale, si no me encuentras es que estoy en casa de mis padres, y no se cuanto tiempo tardaré.
—Está bien, adiós.
—Adiós, y no olvides el gorrito –reímos. Y colgó.
—¿Hablas de nuestra intimidad con Bianca? –inquirió el ojiazul. Tenía la llamada en altavoz, por lo que el hombre escuchó todo.
—Si –contesté como si nada.— ¿tú no?
—No –respondió con obviedad.— a mi si me gusta mantener mi vida sexual privada con mis amigos –me encogí de hombros.— ¿ya le contaste lo grande que lo tengo? –me miró con perversión. Le lancé mis bragas a la cara.
—No es lo suficientemente grande como para hablar de el –dije con altanería.
—Ya, pero si es lo suficientemente grande como para tenerte gritando de felicidad toda la noche –sus ojos destellaban malicia, en su mirada se notaba que sabía que tenía la razón.
—Soy muy caritativa con los hombres que me acuesto –le resté importancia.— unos gemidos falsos le levantan el ego a cualquiera, no te hagas ilusiones.
—Mmm...– me miró a los ojos, dándome esa mirada que me vuelve loca y hace que se humedezca mi parte íntima.
Su mano recorrió el camino de mis piernas hasta mi centro y abrió mis labios vaginales hasta deslizar su dedo entre ellos, robándome un suspiro.
—Vale, no tengo el pene grande, pero te hago mojar con la mirada –introdujo su dedo dentro de mi. Jadee.— ¿eso no es digno de una conversación con tu mejor amiga?
—Para nada –me mordí el labio. Él rió.
Justo cuando empecé a mover mis caderas en su búsqueda, sacó el dedo. Lo miré indignada.
—¿Qué? –se hizo el inocente.
—Nada –fruncí los labios.
Con los ojos fijos en los míos, Alexander se chupó el dedo que momentos antes estaba dentro mi. Maldita sea, eso fue excitante.
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Lítost
Novela Juvenil"Luego de todo lo que hemos pasado, no había forma de que yo me permitiera perderlo. Él se había metido en mi cuerpo como una bala sin salida, y haría todo lo que fuera por mantenerlo conmigo. Y ahí surgió una pregunta en mi cabeza: ¿Sería capaz de...