Capítulo 19

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Una semana.

Una semana sin Alexander.

Una semana sin escuchar su voz, sin besarlo y sin sentir sus caricias en mi piel.

Jamás creí que me haría tanta falta, nunca creí que su ausencia me haría sentir tan vacía.

—Alexa –llamó Bianca.— Dios, deja de martirizarte pensando en él, las cosas se resolverán.

—¿Cómo sabes que estaba pensando en él?

—Es fácil de deducir, es en lo único que piensas desde que él se fue.

—Soy una completa estúpida –estrujé mi cara.

—Si, lo eres –la miré mal.— no me mires así, sabes que lo que hiciste fue una idiotez.

—Lo sé –suspiré.

—Pero mantente positiva, seguramente el debe estar igual o peor que tú.

—¿Entonces por qué no me devuelve las llamadas? –me quejé.

Luego de que Alexander se fuera reventé su teléfono con llamadas para que volviera y así poder conversar con él. Sin embargo, no obtuve respuesta.

Solo ese día traté de comunicarme con él, Bianca me quitó el teléfono y me dió un sermón sobre la dignidad, de que si yo intenté arreglar las cosas con él, pero él no quiso, ya eso está fuera de mis manos, ya que hice todo lo posible para hablarle y él me declinó. Sin embargo, no perdía la esperanza de que él me llamara.

—Quizá se quedó sin saldo –sugirió Bianca. La miré mal.— trato de alentarte –se defendió.

—Iré a llevarle su abrigo a Ryder, vuelvo enseguida–avisé.

—Come algo en el camino, no haz comido nada en todo el día, te puede dar un mareo –dijo en tono maternal. Asentí.

Salí de la biblioteca y me encaminé en dirección a la farmacia donde trabajaba el chico.

¿Por qué no le había devuelto su abrigo antes? Fácil, estaba demasiado encimada en mis pensamientos tristes como para pensar en otra cosa que no fuera Alexander. Y, en lo último que pensaba era en el abrigo que desgració mi relación con Alexander. Aunque tuve que evitar las ganas de quemarlo cuando lo tuve en mis manos.

—Hola –saludé al chico en la caja registradora.— ¿está Ryder? –él negó.

—¿No sabes lo que le pasó? –lo miré confundida.

—No –fruncí el ceño.— ¿qué sucedió?

—Está en el hospital porque unos vándalos le dieron la golpiza de su vida, casi lo matan –negó.

—¿Él está bien?

—Gracias a Dios si, pero le tomará unos días salir del hospital.

—Vale, gracias –salí de la farmacia con dirección al hospital.

Le avisé a Bianca a donde me dirigía, me llamó loca por preocuparme por un desconocido, pero yo tenía una corazonada de quien había sido el causante de esa golpiza.

—Disculpe –le hablé a la recepcionista cuando llegué.— ¿me podría decir cuál es la habitación de un chico llamado Ryder? No recuerdo su apellido –dije amable.

—No puedo proporcionarle esa información a menos que usted no sea amiga o familiar –dijo ella.

—Soy su amiga, mire llevo su abrigo –me miró sospechosa.— de verdad, necesito verlo y hablar con él, es muy importante.

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