Capítulo X

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| Almas perdidas |
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Jace, Isabelle y Alec corrían tras su objetivo hasta un callejón sin salida. El sujeto era bastante rápido y el rubio señaló que también era fuerte, había matado a dos miembros de la Clave en su huída.
Su atuendo y rasgos físicos revelaban seguir a un seelie. Lanzó la tapa de la alcantarilla contra Jace y se coló por el conducto con una sonrisa diabólica. El rubio esquivó el ataque y lo siguió por el conducto.

— ¡Detrás de ti!

Thalia lanzó una flecha a escasos milimetros de Alec tras el aviso de su parabatai. La figura se deshizo en pequeña libélulas brillantes de un color azul eléctrico, un cebo.
La castaña intercambió miradas con sus amigos antes de lanzarse por el mismo lugar que los otros dos. Jace y el individuo peleaban en el agua de la cañería sin armas. Antes de que el rubio pudiera reaccionar el otro lo atravesó con su lanza.

— ¡Jace!

Alec apareció tras ella y disparó varias flechas a su objetivo, reduciéndolo en cuestión de segundos. Isabelle se acercó a esposarlo mientras ellos ayudaban al chico Herondale a ponerse en pie. La herida no dejaba de sangrar y hablaba con dificultad.

— ¡Podías haberte matado!

Los parabatai iniciaron una discusión que fue cortada poco después por Thalia. Los actos impulsivos de Jace tenían una explicación, se culpaba por la muerte de Clary y la violencia era su modo de intentar superarlo.

Cada uno lo llevaba de una forma.
Simon había intentado lastimarse, pero la marca en su frente lo había impedido numerosas veces hasta que Maia llegó con él. Magnus y Isaac habían improvisado un altar con velas en la terraza del apartamento.
Jace vagaba por los pasillos del Instituto y se detuvo en la habitación que había ocupado la pelirroja. Su libreta de esbozos seguía en el mismo lugar en el que la había dejado la última vez que hablaron, mostrando un dibujo de los edificios de Nueva York.
Cuando abandonó la sala, paró unos instantes frente al despacho de Alec. Las luces estaban encendidas y su parabatai envolvía en un abrazo a Thalia, que lloraba al recordar aquella noche.

***

Magnus soltó frustrado el lápiz de ojos ante la mirada divertida de Isaac. Le estaba costando media vida quedar presentable tras haber perdido sus poderes.

— ¿Tú crees que lo necesitas? — el rubio se agachó hasta quedar a la altura del brujo, que estaba sentado frente al tocador — Eres guapo al natural.

Magnus rodó los ojos con una pequeña sonrisa y le dio un beso en la mejilla. Se sentía halagado, pero no era una cuestión de belleza.

— Los tigres tienen sus rayas y yo tengo mi delineado.

Una risa escapó de Isaac a medida que iba a abrir la puerta del apartamento. Había planeado tener un fin de semana romántico con Magnus para distraerlo, pero ya se había ofrecido a ayudar a Catarina, por lo que tuvo que rogar ayuda para no tener que cancelar la reserva. Thalia lo envolvió en un abrazo y entró a buscar al brujo mientras Alec estrechaba manos.

— No sabía que esperásemos visita.

— Pedí refuerzos. — Isaac apareció tras su mejor amiga acompañado de Alec — No quería aplazar nuestro día.

Magnus se iba a quedar cuidando de Madzie, pero cuando Isaac le propuso la idea a su mejor amiga aceptó encantada. Así ambos ganarían algo: él en su fin de semana romántico y Alec practicando para cuando tuviera hijos, aunque gruñera cada vez que Jace e Isabelle bromearan sobre el tema.
Los golpes en la puerta alertaron de que Catarina acababa de llegar. Madzie entró corriendo a abrazar a Isaac mientras Catarina saludaba a Magnus y Thalia.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐌𝐄𝐄𝐓𝐒 𝐅𝐀𝐓𝐄 || Alec Lightwood ➰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora