Capítulo XII

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| Celestis ignis |
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La voz de Simon resonó por todo el lugar. El chico entró acompañado de Isabelle y corrió a abrazar a su mejor amiga sin poder creer que estuviera allí. La menor de los Lightwood lo sustituyó y preguntó por Jonathan.

— No podemos matarlo.

Clary mostró la runa que Lilith le había dibujado antes de que la marca de Magnus la devolviera a Edom, unía su vida a la de su hermano. Alec había enviado una alerta a los demás Institutos informando de la situación y pidiendo que lo entregaran vivo en caso de dar con él.

— Buscaba una espada cuando estaba en París, el Lucero del Alba. Si la encontramos puede que encontremos a Jonathan.

— ¿Otra espada mágica?

— ¿No sabes nada más? — Thalia habló por primera vez desde que Simon y su parabatai habían llegado — Si consigo más información puedo intentar averiguar para qué es.

— Dijo que era una reliquia de la familia.

La castaña asintió y dirigió la vista a su anillo. Isabelle se ofreció a preguntarles a otros maestros de armas y Magnus los mantendría informados en caso de que el piso volviera a teletransportarse.
Clary agradeció todo lo que habían hecho por ella ganándose las sonrisas de los presentes y cada uno fue a cumplir tareas tras la orden de Alec.

— Thalia, ¿nos echas una mano?

La voz de Clary la sacó de sus pensamientos y los siguió hacia la biblioteca. Jace examinaba las runas registradas en busca de alguna coincidencia con la que Lilith había dibujado.

— Podemos tardar horas, ¿por qué no vas a por algo de comer?

La pelirroja negó y siguió hojeando los libros. No había parado ni un segundo desde que había vuelto y necesitaba descansar.
Jace intercambió miradas con la chica Blackwood y las dejó solas.

— He estado pensando en lo que me contaste, que la espada era una reliquia familiar. — Clary dejó los libros para centrar su atención en ella — Algunas familias cuentan con una serie de objetos "secretos" que pasan de generación en generación, aunque a veces se pueden perder. A lo mejor la espada tiene algún poder y por eso Jonathan la busca.

— ¿Pero qué puede ser tan importante?

— Este anillo me lo dio mi padre, que se lo dio mi abuelo y así hasta la primera persona que adoptó el apellido Blackwood.

Clary frunció el ceño al ver como la pequeña circunferencia con diseño de hojas se transformaba en una barra metálica y después en un arco.

— Supongo que la reliquia de cada familia hace algo distinto. — Thalia comprimió los extremos del arma para que volviera a su forma original — El anillo se transforma en cualquier arma, y te aseguro que me ha sacado de más de un apuro.

— Si averiguamos qué hace la espada, sabremos qué prentende Jonathan.

— Supongo, pero por ahora necesitas descansar. — Clary rodó los ojos — No te lo tomes como tal, sino más bien cómo una celebración por haber vuelto. ¿Y si quedas a solas con Jace?

La chica Fairchild quedó en silencio mientras jugaba con sus manos.

— Mientras siga teniendo esta runa nunca seremos él y yo solos, también estará Jonathan. Tenemos que identificarla, por favor.

La voz de Jace las interrumpió. Alec e Isabelle querían hablar con Thalia en la sala del maestro de armas, él se quedaría con Clary intentando dar con la runa.

Los hermanos Lightwood hablaban casi en susurros cuando ella entró. Alec le hizo un gesto e indicó a Isabelle que siguiera.

— ¿Recuerdas las torturas en el Gard de las que os hablé?

— ¿Aquellas que la Cónsul Penhallow negó reiteradas veces? — dijo Thalia.

— Me puse en contacto con los guardias que participaron en el traslado del seelie y uno me contestó. — la azabache señaló a la pantalla donde se leía el nombre de Thomas Greenlaw — Quiere que quedemos esta noche para hablar, tengo que irme ya.

— Y nosotros te acompañaremos.

Isabelle sonrió y salió del edificio seguida de la pareja.
Las calles de Nueva York se iluminaban por los intermitentes de los coches y las señales de neón que indicaban los distintos restaurantes y locales. Alec sacó una barrita de caramelo y ofreció un poco a su hermana, que lo rechazo.

— ¿Qué lleva dentro?

— Caramelo... — dijo con confusión — Es una barrita de caramelo.

Isabelle rió y negó con la cabeza.
Sabía que Magnus le había contado a Isaac lo de su mono con el veneno y seguramente el rubio se lo habría mencionado a Thalia y Alec. Su hermano protestaba como un niño pequeño porque no se lo había contado.

— No quería que me miraras como lo estás haciendo ahora. — el azabache frunció el ceño sin entender — Me miras como si fuera una niña débil.

— Ya querría ser la mitad de fuerte que tú en un día malo. — Isabelle rodó los ojos y golpeó sin fuerza el hombro de su hermano — ¿Qué? Tú puedes con todo y con todos.

— Menos con esto. Me acechará hasta que tenga la guardia baja y volveré a caer.

Thalia estrechó en un abrazo a su parabatai. Compartía todo lo que Alec había dicho, Isabelle era la persona más fuerte que había conocido hasta la fecha y admiraba su fuerza de voluntad. Odiaba verla hundirse de aquella manera.

— Oye, he leído sobre esos grupos de mundanos a los que vas. Esta no es tu lucha, es la de todos y nadie está solo.

— Iz, habrás escuchado esto alguna vez, pero sé sincera con quien se preocupe por ti. — la menor de los Lightwood sonrió a ambos — Ya sea por el veneno o por intentar destapar una conspiración, nos tienes a Alec y a mí para lo que sea.

Isabelle inició el paso hacia la reunión con el centinela del Gard.
Llevaban más de diez minutos esperando sin tener noticias de él. Un ruido metálico, como el choque de las espadas, llamaron su atención. Los tres shadowhunters corrieron hasta el callejón contiguo al lugar de la reunión para ver qué estaba pasando.
Un hombre estaba tumbado en el suelo junto a los contenedores y parecía haber sido apuñalado.

— Tranquilo. — Isabelle pasaba su estela por el iratze sin que funcionara — ¿Qué ocurre?

— Ya está muerto.

Lo reconocieron nada más verlo. Thomas Greenlaw, su contacto, yacía sin vida a causa de una puñalada llevándose a la tumba cualquier información que los hubiera ayudado en el caso.
Debían volver al Instituto lo antes posible.
Maryse Lightwood esperaba en el despacho de Alec para hablar con sus hijos, pero al ver su actitud alarmada decidió dejar el tema a un lado y escucharlos. Isabelle contó todo lo que sabían sobre las torturas en el Gard y cómo habían encontrado a Greenlaw.

— La herida era de un cuchillo serafín, pero todos los nuestros estaban aquí. — dijo Alec.

— Creemos que ha sido la Clave. — apuntó Isabelle.

Maryse se pasó las manos por la cara intentando asumir toda la información que acababa de obtener.

— Dijo unas pañabras en latín antes de morir, Celestis ignis. — murmuró Thalia — Fuego celestial, ¿te suena de algo?

— Era un programa confidencial de la Clave. Escuché rumores, pero no sé más. — la madre de los Lightwood miró a los tres — No, ni se os ocurra. Ha muerto alguien para que Celestis ignis no salga a la luz.

— Han matado a uno de los suyos y torturado a subterráneos. ¿De verdad vas a hacer cómo si no pasara nada?

— No nos educaste para eso. — Alec apoyó las palabras de su novia.

— Os eduqué para que sobrevivierais. Prometedme que no os vais a meter en esto.

𝐅𝐈𝐑𝐄 𝐌𝐄𝐄𝐓𝐒 𝐅𝐀𝐓𝐄 || Alec Lightwood ➰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora